Ψ Psicóloga
     Lola Salinas

Síntomas

de

Malestar

El malestar psicológico se presenta en forma de síntomas. Estos síntomas pueden ser mentales y cognitivos (preocupaciones, temor, bloqueo, confusión, fanatismo, rigidez...), emocionales (miedo, tristeza, apatía, anhedonia, ira, rencor, odio...), conductuales (alzar la voz; apocarse; acaparar la atención; humillar; inhibirse; violencia...) y/o físicos (migrañas, irritación, inflamación, cansancio, dolores musculares...).

Los síntomas del malestar psicológico son a la personalidad y la conducta lo que la fiebre es a la salud de nuestro organismo. Si hay síntomas de malestar, es una buena señal de que nuestro radar y sistema de alarma psicológico está funcionando bien. Pero también es una señal para que actuémos y reajustemos nuestra forma de reaccionar ante ciertas situaciones. Puede ser que algún conflicto requiera nuestra intervención; o puede ser que alguna función de nuestro sistema emocional o cognitivo esté activandose de forma inadecuada.

El siguiente ejemplo nos ilustra con más detalle una situación típica de malestar y sus síntomas. Imaginemos que cada vez que tengo un examen, una cita o una entrevista de trabajo me pongo tensa, noto cambios en el estómago y no tengo hambre o tengo un apetito constante, duermo peor, estoy irascible, me preocupo y obsesiono con los resultados, no me concentro, sudo más de lo habitual, me duele la espalda o tengo dolores de cabeza. Todos estos síntomas nos están señalando que algunas de mis funciones cognitivas y emocionales específicas están sobreactuando o han sido activadas de forma poco eficaz para la situación correspondiente. Probablemente tengo excesivo miedo a la evaluación externa; quizás tengo un defecto de confianza en mis capacidades; tal vez creo que nada de lo que hago está bien; quizás pretendo hacerlo todo perfectamente...Es obvio que ninguno de estos síntomas ni de las actitudes relatadas me van a ayudar a obtener mejores resultados ni a estar más satisfecha o contenta.

Ansiedad, tristeza, desasosiego, falta de concentración, confusión, estrés, irritabilidad, impaciencia, inestabilidad emocional, apatía, desánimo, etc., son algunos de los síntomas que nos provocan malestar y nos están avisando de que algo no está funcionando correctamente.

Cómo identificamos las causas



Mi labor como psicologa en una primera entrevista es escucharte con mucha atención y realizarte las preguntas necesarias para conocer qué tipo de ayuda requieres. Durante esa primera sesión, aclararemos el origen de tu malestar. Juntos identificaremos las causas más inmediatas y las más profundas de lo que te genera desasosiego o malestar. Después trataré de explicarte cómo funciona la relación entre tu malestar y los factores que lo ocasionan (análisis funcional) que nos será de gran utilidad para saber qué mecanismos están actuando y por qué. Te proporcionaré algunas pautas para aliviar lo más posible el malestar inmediato. Si es conveniente, en una primera sesión también te sugiero actividades a realizar tanto en la consulta como en casa, hasta la siguiente sesión.

Los síntomas psicológicos pueden ser pasajeros o pueden tener un carácter más frecuente, incluso permanente. Pueden ser muy intensos e interferir en nuestra vida cotidiana o pueden ser leves y muy llevaderos.

Cuando los síntomas interfieren en nuestro bienestar, conviene afrontarlos para buscar una solución o una mejoría. Es conveniente atajar el malestar antes de que se convierta en crónico o provoque un trastorno (ver "Diferencias entre malestar y trastorno"). Cuanto antes se aborde la solución, más fácil y menos esfuerzo nos va a requerir.

Contexto, Circunstancias y Causas



Cuando sentimos ese malestar, siempre hay una causa que lo provoca. Muchas veces se confunden las circunstancias con las causas. Voy a intentar explicar la diferencia.

Las circunstancias son las condiciones, las claves del escenario externo en el que yo me encuentro (examen para la próxima semana; primera cita con una persona que me interesa...). Las causas profundas de mi actitud y de mis síntomas de malestar no están en el escenario externo, están en el escenario interior, en mis hábitos de reacción e interpretación, en mis sentimientos, en mi experiencia pasada, etc.

Esas causas existen antes de que empecemos a notar los síntomas. Cuando sentimos malestar psicológico, puede que sepamos identificar la causa pero no veamos el modo de abordarla y solucionarla; en otros casos no podemos identificar qué está provocando nuestro malestar o bien confundimos la causa o nos quedamos en las circunstancias.

En resumen, existen condiciones objetivas y condiciones subjetivas  que pueden provocar malestar. Las condiciones objetivas pueden ser circunstancias que nosotros no podamos modificar (enfermedad, guerra, separación...), las subjetivas  dependen de nosotros aunque no sepamos aún cómo gestionarlas de una forma más favorable a nuestro bienestar.

Las condiciones subjetivas dependen de cómo abordamos ese entorno y cada circunstancia. Ante las mismas circunstancias, dos personalidades diferentes van a gestionar de distinto modo los problemas. Los rasgos de persoalidad (confianza, flexibilidad, creatividad, realismo, etc.), la experiencia y el aprendizaje determinan cómo vamos a enfocar el mismo problema.

La gestión de los problemas y contratiempos se aprende durante la infancia y la adolescencia, como henos aprendido a jugar, a querer o a estudiar. Las habilidades aprendidas pueden sernos útiles durante un tiempo o para un tipo de situaciones pero quizás no para siempre ni para todas las situaciones. Hay etapas o situaciones de nuestra vida en las que para lograr el bienestar necesitamos nuevas estrategias, maneras distintas de enfocar, interpretar y ver las situaciones que estamos viviendo. Será trabajo de consulta el plantear esas estrategias, definirlas, analizarlas y encontrar el modo de aplicarlas. Con el tiempo cada cliente/paciente, entrenará hasta  interiorizarlas como hábitos que acaban siendo automatizados por cada persona.

La sensación de no poder salir de la situación nos provoca mayor malestar, incorporando emociones perturbadoras como temor, miedo, inseguridad, indefensión... Esa sensación de 'indefensión' o inseguridad e incertidumbre dentro de nuestra propia 'trampa' se puede convertir en un círculo tóxico cuya persistencia y aparente complejidad nos provoca más malestar por la sensación de que somos nuestros propios carceleros y no sabemos dónde está la llave.

La mayoría de las personas a lo largo de nuestra vida nos hemos encontrado en una especie de laberinto con mayor o menor malestar. Si hoy no vemos la salida al malestar o problema que se nos plantea, quizás es el momento de buscar la orientación profesional para que nos ayude a tener un mapa claro del laberinto y del camino de salida.

El primer paso para encontrar la solución es buscar y demandar ayuda eficaz. Si estamos leyendo esta web es porque estamos dando ese paso para informarnos, ampliar nuestro conocimiento, buscar y/o solicitar asesoramiento de nuestro entorno y estamos planteándonos acudir a una psicóloga que nos oriente hacia la solución.

Ese 'mapa' del problema y y la orientación para encontrar la mejoría o la solución, la realizamos los psicólogos y es una parte fundamental del proceso de intervención y asesoramiento, se conoce como la EVALUACIÓN.

Diferencias entre malestar y trastorno

Cuando el malestar se hace crónico, severo,  crítico o pone en peligro nuestra integridad o la de otros, probablemente estamos ante un trastorno. En estos casos, es recomendable un tratamiento (farmacológico y/o terapéutico).

Lo que diferencia entre padecer un trastorno o padecer malestar es la duración, severidad, gravedad, frecuencia, intensidad y consecuencias que los síntomas tienen sobre nuestra vida.

Un trastorno afecta severamente la vida de la persona, impidiendo que lleve a cabo su trabajo, su vida familiar o sus relaciones sociales. Por aclarar un poco, tomamos como ejemplo (entre muchos otros)  la relación con el juego:

Cuando la frecuencia del juego, las cantidades gastadas, el tiempo dedicado, la necesidad en aumento de jugar más tiempo o más cantidades, generan problemas reales en la persona, su trabajo, sus relaciones y su vida en general: deudas, discusiones, negligencias, irresponsabilidad, obsesión, abandono de compromisos, etc., probablemente estamos ante un trastorno. No obstante, antes de realizar un diagnóstico hay que llevar a cabo una Evaluación rigurosa.

Muchas personas que juegan no tienen un trastorno. La evaluación de las conductas, ritmos, frecuencias, consecuencias, etc. nos indicará cúal es la intervención más adecuada.

Si no es el caso de un trastorno pero hay ciertos síntomas de dependencia del juego -o de cualquier otra conducta (comida, tv, deporte, etc)- conviene adoptar medidas preventivas o de intervención para evitar males mayores..

©Lola Salinas 2022