Decíamos en el apartado anterior que la eyaculación involuntaria, en la inmensa mayoría de los casos, no tiene un origen orgánico aunque obviamente, se expresa através de nuestros órganos. ¿Qué pretendemos decir con esta afirmación? que nuestra mente controla esta y otras funciones de nuestro organismo. Vamos a poner algunos ejemplos para ilustrar lo dicho.
Un ejemplo muy claro es el de la micción (orinar). De bebés, no controlamos la micción hasta que con la experiencia aprendemos a identificar las sensaciones previas (leves ganas de orinar) y con la educación y entrenamiento de los cuidadoresaprendemos a regularnos para decidir cuando vamos al baño. Igualmente sucede con la defecación.
Otro ejemplo interesante e ilustrativo es el de la respiración y la regulación del ritmo cardiaco. La mayoría de las personas respiramos y bombeamos el corazón de forma 'involuntaria', es decir, no necesitamos pensar en hacerlo para que nuestros pulmones cojan aire y nuestro corazón lata, bombeando sangre y oxigenándola. La respiración entrecortada, rápida e ineficaz, producida por el estrés o por los malos hábitos, nos conduce a la activación casi permanente del sistema nervioso simpático que es el encargado de responder a las 'alarmas' activadas por el cerebro, con las consecuencias no deseadas que eso tiene en nuestros órganos, por ejemplo, la eyaculación involuntaria.
Sin embargo, tan cierto como esto es que podemos regular ambas funciones autónomas de forma voluntaria, consciente y con el objetivo de hacerlo de un modo saludable. Si has practicado relajació o yoga, sabes de que estamos hablando. Si no lo has probado, te recomiendo que practiques la relajación (aquí encontrarás un audio con guía para practicar), verás con gran sorpresa cómo cambia tu modo de percibir, sentir y estar con tu cuerpo.
Otro ejemplo bastante claro es cuando estamos muy concentrados escalando por unas rocas con cierto peligro. Esta actividad demanda toda nuestra atención y tener todos los sentidos dirigidos a la tarea para actuar con destreza y no cometer errores. Al día siguiente, en la ducha vemos que tenemos un buen cardenal en la pierna, obviamente debió producirse con algún golpe del día anterior. Con un esfuerzo, quizás recordemos vagamente cuando se produjo el golpe, pero probablemente no lo logremos recordar. ¿Por qué? La razón está en que nuestra mente estaba muy concentrada en la tarea principal que requería nuestra plena atención; en estos casos, aunque nuestras terminales nerviosas sensibles funcionen bien, nuestra mente no percibe esas sensaciones (un golpe pequeño no es relevante) porque está centrada (concentrada) en otros estímulos y tareas más importantes para sobrevivir: al fin y al cabo un cardenal se pasa, una caida tendría peores consecuencias.
Resumen
La atención, la relajación, la respiración y la percepción, son funciones que podemos aprender a utilizar. Aprendiendo a regularlas, estaremos regulando otros órganos de nuestro cuerpo (corazón, estómago, genitales, próstata, intestino, músculos, circulación, oxigenación, sistema inmune...), directa o indirectamente.
Para controlar algo de nuestro cuerpo es necesario tener una actitud perceptiva, centrada de forma relajada en lo que hacemos, y aprender a regular nuestra respuesta para actuar del modo más eficaz y satisfactorio.
En la dificultad de control voluntario pueden verse implicados factores de muy diversa índole: aprendizaje (información inadecuada o incompleta, educación errónea, sentimientos de culpabilidad), experiencias (relaciones sexuales con otras personas marcadas por el miedo o la ansiedad), actitudes personales (estrés, preocupaciones), causas psicológicas (baja autoestima, crisis de ansiedad), etc.
Actitud para controlar
La actitud sexual es la disposición a comportarnos de un determinado modo en nuestras relaciones sexuales. Es el modo en qué pensamos nuestra sexualidad y las relaciones. Es el modo en que nos afectan nuestros sentimientos y emociones sexuales. Es el modo en que nos disponemos a actuar en determinados escenarios eróticos y sexuales.
Nuestra actitud sexual es el resultado de nuestra experiencia, nuestras creencias y nuestro estilo de pensar e interpretar las situaciones.
La actitud sexual puede ser positiva, efectiva, sana, alegre, ecuánime, activa, optimista, generosa, comprensiva y un largo etcétera... Nuestra actitud va a condicionar, sino determinar, nuestro modo de comportarnos en las relaciones sexuales. De una actitud adecuada dependerá nuestro 'éxito' en las relaciones sexuales. Con una actitud eficaz en nuestras relaciones sexuales podremos lograr aquello que razonablemente nos propongamos. Adoptando actitudes sanas y oportunas seremos capaces de desarrollar una conducta sexual muy satisfactoria y placentera.
La actitud sexual es la base de lo que nos acontece en las relaciones sexuales. De la actitud deriva la conducta y derivan los resultados y consecuencias que disfrutamos o nos perjudican.
La actitud es una disposición de nuestra personalidad (entendimiento, interpretación, pensamientos, emociones, orientación, deseo) que podemos entrenar en un sentido o en otro. El entrenamiento de actitudes positivas, eficaces y beneficiosas para nosotros es la fuente de nuestro bienestar y del control de nuestras conductas, incluída la eyaculación involuntaria.
Por esta razón es importante trabajar de forma eficaz, contundente y sólida todas aquellas actitudes que nos favorecen y facilitan unas relaciones sexuales satisfactorias.
En este apartado de la web, explicamos algunas de las actitudes necesarias, con una breve definición y descripción. El objetivo es ayudarnos a evaluar hasta qué punto hemos desarrollado esa actitud y cómo está influyendo en nuestras relaciones. Una sexualidad plena y satisfactoria mostraría todas las actitudes que se listan a continuación.