Ψ Psicóloga
     Lola Salinas

Habilidades Sociales

Emociones y Racionalidad son las dos grandes vías del cerebro: “Como dice Richard Davidson, director del Laboratory for Affective Neuroscience de la Universidad de Wisconsisn: ‘Todas las emociones son sociales. Resulta imposible separar la causa de una emoción del mundo de las relaciones, porque son las relaciones sociales las que movilizan nuestras emociones” (pg. 120)

”La vía inferior explica que una emoción pueda transmitirse silenciosamente de una persona a otra sin que nadie se ocupe de manera consciente de ello. Simplificando mucho las cosas, podríamos decir que la vía inferior discurre por circuitos neuronales que pasan por la amígdala y nódulos automáticos similares, mientras que la superior, por su parte, envía señales a la corteza prefrontal, centro ejecutivo del cerebro y asiento de la intencionalidad, lo que explica que podamos pensar en lo que nos está sucediendo” “ La velocidad con la que estos dos caminos neuronales procesan la información es muy diferente. En este sentido, la vía inferior sacrifica la exactitud en aras de la velocidad mientas que la superior, mucho más lenta, nos proporciona una visión más exacta de lo que está ocurriendo”(pg. 31) “

El adiestramiento de la vía inferior: “El programa de desarrollo de la inteligencia social propuesto por Paul Ekman es un modelo para el adiestramiento de aptitudes esenciales de la vía inferior, como la empatía primordial y la interpretación de señales no verbales. De este modo, Ekman ha acabado demostrando que la conclusión de algunos científicos de que esa conducta rápida y espontánea trasciende nuestra capacidad de aprendizaje estaba equivocada. Lo único que se requiere es un nuevo modelo de aprendizaje, que dejando a un lado la vía superior, nos permita conectar directamente con la inferior (pg. 142)

Los programas de entrenamiento de las vías inferiores (netamente emocionales) y superiores (netamente racionales) de la Psicología, contribuyen a la reorientación de nuestra forma de conducta, hacia una actitud que integre ambas esferas de nuestro potencial humano.

La Psicología contempla la Educación -familiar y escolar- como una de las áreas sociales de mayor trascendencia en la vida de las personas. En la Educación es donde se produce con más intensidad y arraigo la preparación de los individuos para desarrollarse como personas  de plenas capacidades y lograr la madurez cognitiva, emocional y social. La educación emocional, la ayuda psicológica, la terapia, la orientación o el Coaching, pueden ser herramientas muy interesantes para aprender sobre nosotros mismos en diferentes etapas de nuestro ciclo vital (infancia, adolescencia, juventud, vida adulta, madurez, vejez, tercera edad).

Un conocimiento temprano de nuestras emociones, de nuestro papel y responsabilidad en las interacciones, en el manejo de nuestras habilidades y potencial, nos sitúa en una posición privilegiada para aprender, madurar y ser felices.

La educación, formal e informal, es una de las herramientas más potentes que nuestra sociedad tiene para que sus miembros desarrollen sistemas inteligentes de relación con el entorno. Las escuelas, las familias, los gobiernos, la clase política, las organizaciones sociales educativas en general, tienen la responsabiliad de actualizar sus conocimientos y establecer e implantar sistemas educativos y de socialización totalmente eficaces.

Javier de Felipe, profesor e investigador del Instituto de Neurobiología Ramón y Cajal, ha afirmado que no se cansa de proclamar: «la educación de las personas, especialmente durante los primeros años de vida, es fundamental para su desarrollo posterior. Conviene que los políticos tengan muy presente que el cerebro es manipulable y que la educación es estratégica para construir buenos ciudadanos».

La neurociencia social, la sociología, al antropología, psicología social y demás ciencias humanas han estudiado numerosos casos en los que se demuestra que el entorno social, los primeros años de socialización, los traumas, las relaciones de afecto con los padres y adultos, etc., marcan una huella en el carácter y comportamiento de los niños en los primeros años de vida.

La interacción humana, la integración en la sociedad, la participación en las actividades y compartir un entorno, forman parte de la salud mental, emocional y física de los individuos.  La salud del individuo pasa por la salud de sus relaciones sociales. Las relaciones de pareja, los vínculos familiares, las amistades y las conductas emocionales (afectivas, de cuidado, interés, atención) que se establecen parecen ser una fuente imprescindible de bienestar para el ser humano.

Como nos comentan Louise Hawkle y John Cacioppo (2007, 187), algunos estudios sociológicos muestran cómo la falta de lazos sociales aumenta el riesgo de una mala salud y la vivencia subjetiva de la soledad.  Estos estudios muestran  cambios en la sociedad americana  que indican una tendencia preocupante hacia un aislamiento social: en el 2004 los encuestados por el General Social Survey  representaban una proporción tres veces mayor que en 1985 a responder que no tenían a nadie con quien hablar temas importantes. Los estudios muestran que la soledad contribuye y acelera el deterioro relacionado con la edad en aspectos fisiológicos, conductas de salud, exposición y conductas de respuesta al estrés,  procesos de recuperación y preparación de reservas fisiológicas para fortalecerse ante futuro estrés.


©Lola Salinas