Diferencias entre Malestar y Trastorno. La salud (mental) es la experiencia del mayor bienestar bio-psico-social que potencialmente nos es posible alcanzar.
La ausencia de bienestar (bio-psico-social) puede implicar un malestar o un problema, pero no implica, necesariamente, enfermedad o trastorno.
El porcentaje de personas que padecen un trastorno es muy pequeño en comparación con las personas que tienen malestar, un problema, o ausencia de bienestar . Sentimos malestar o tenemos un problema (físico, psíquico, emocional, social...) en muchas ocasiones de la vida. Por ejemplo, el malestar o problema físico puede expresarse con dolores de cabeza, de estómago o musculares; el psicológico se puede expresar con preocupación, ansiedad, estrés, inseguridad; y el social, como inadaptación, discriminación, soledad, marginación.
La mayor parte de las veces, el malestar y/o problema psicológico de la persona que viene a consulta se debe a conflictos (ambivalencias; intolerancias; autoexigencias...) de carácter emocional, cognitivo o conductual. Estos conflictos se expresan a través de síntomas (apatía, anhedonia, ira, nerviosismo, preocupación, ansiedad, obsesión, inseguridad, impulsividad, etc.).
Etiquetas y Sobrediagnóstico
En cualquier caso, conviene no etiquetar ni sobrediagnosticar el malestar y/o problema psicológico. La mayor parte del malestar o ausencia de bienestar y problemas que aquejan a una persona en distintos momentos o etapas de su vida, aunque requiera intervención, no puede ni debe diagnosticarse como una enfermedad o un trastorno. Sin embargo, conviene atender y tratar ese malestar y/o problema para aliviar a la persona que lo padece y también para evitar que se pueda convertir en un trastorno crónico. Para que la ayuda o terapia sean eficaces, la evaluación y diagnóstico han de ser certeros.
Malestar y Bienestar
Sin embargo, no todo el malestar que sentimos nos impide tener bienestar. Por ejemplo, podemos estar tristes por la pérdida de un ser querido y esa tristeza nos genera malestar, pero si el malestar que sentimos en esas circunstancias es proporcionado a la pérdida, hablamos de un malestar funcional, que nos permite continuar con nuestra vida (aunque con menos ilusión y energía) y confiar en que volveremos a sentirnos bien, con interés e implicación en nuestras actividades, en un tiempo razonable.
La Psicología General Sanitaria
En el caso del malestar y/o problemas psicológicos, así como en gran parte del malestar social y en bastantes casos del malestar físico (migrañas, dolores musculares, irritación colón, inflamaciones de órganos, etc...), estamos ante situaciones que es posible resolverlas en la consulta de Psicología General Sanitaria, mediante la correcta evaluación, orientación y terapia. En la mayoría de estos casos no es necesario recurrir a la psicología clínica o a la psiquiatría.
Podemos estar desorientados o tener dudas y no estar/sentirnos enfermos o no tener ningún trastorno. Podemos sentirnos inquietos y con desasosiego y no por eso tenemos una enfermedad ni un trastorno. Podemos sentirnos enfermos en una etapa de nuestras vidas y no por ello tener un trastorno. En la mayoría de los casos es conveniente y suficiente atender a consulta de Psicología General Sanitaria para intervenir, orientar y solucionar adecuadamente el problema.
Un ejemplo, entre otros muchos, sería la paradoja de la exigencia. La autoexigencia puede ser funcional en un contexto y circunstancias pero puede no serlo en otros. Una persona autoexigente, contenta de su vida y acostumbrada al logro, en un momento concreto de su trayectoria comete un error que considera 'imperdonable'. Como consecuencia, se juzga muy severamente y se siente culpable. Esa culpabilidad le genera un gran malestar que le dificulta estar contenta, alegre, animada y activa. Esos cambios de ánimo y vitalidad en su vida le provocan desazón, inquietud, preocupación e inseguridad, no está acostumbrada a padecer ese tipo de sensaciones y le perturban. La paradoja es que precisamente su propia exigencia es la que le conduce al malestar, disfunción y posible sentimiento de fracaso, no el error en sí. Ciertos rasgos de ese perfeccionismo la han llevado al éxito pero cuando se produce un exceso tal que no acepta el error humano, se convierte en un vehículo que puede conducir al fracaso.
En este caso, no es necesaria la intervención de la psicología clínica, no se trata de una psicopatología o trastorno. La correcta evaluación, valoración y la intervención necesarias son la labor de la Psicología General.
El perfeccionismo, por seguir con el ejemplo, puedo llevarnos en un momento determinado a estar deprimidos, a sentir ansiedad, a aislarnos del entorno social por miedo a la evaluación, etc. En todos estos casos, no se trataría de un trastorno pero si conviene realizar una intervención desde la Psicología General.
Las etiquetas patológicas
Vivimos en una cultura que tiende a patologizar las conductas y a etiquetarlas de una forma excesivamente simplificada, exagerada y/o errónea. Muchas veces hemos escuchado en nuestro entorno expresiones como "Pareces bipolar", "Estás Paranoico", "Tienes depresión" etc. Obviamente, al hacer un uso coloquial e informal, estas expresiones están siendo mal utilizadas. En su uso profesional, en el Manual de Diagnóstico de Enfermedades mentales DSM, estas expresiones hacen referencia a trastornos de las emociones o de la personalidad con una grave trascendencia en las personas que los padecen.
En la vida real, sin embargo, después de una evaluación rigurosa, esas expresiones o 'diagnósiticos' coloquiales no describen la realidad de la persona que viene a consulta. Lo más probable es que estemos utilizando con excesiva ligereza conceptos que son complejos. La información que recibimos a través de internet, TV, prensa y entorno, en general, nos lleva a confundir términos y conceptos.