En general, en el lenguaje coloquial y aún en el médico y científico, hay una tendencia muy amplia a identificar y confundir sexo y género, como si se trataran del mismo fenómeno.
Por ejemplo, en la inmensa mayoría de instancias y documentos públicos oficiales cuando se nos pide que indiquemos si somos mujer o varón (no se sabe muy bien por qué no indican 'hombre') se nos pregunta por el sexo, cuando mujer y hombre no son dos categorías de sexo, sino, en todo caso, de género. Mujer es la persona adulta de sexo femenino y hombre, la de sexo masculino. Nacemos con un sexo pero desarrollamos un género.
Me explico:
Ser hombre o mujer no sólo significa tener las características biológicas del sexo femenino (vagina, clítoris, ovarios, etc.) o masculino (pene, testículos, próstata, etc.) sino haber desarrollado y/o adoptado otras características de tipo cultural y social que cumplen una serie de rasgos asignados al estereotipo de cada uno de los dos géneros, como son el tipo de vestimenta, la forma de hablar, los gustos, ciertas habilidades sociales, la elección de pareja, etc.
Lo que produce confusión en la utilización de ambos términos es que las categorías prácticas de género: 'niño y niña', 'hombre' y 'mujer', están basadas a su vez en la diferencia de sexo que se identifica en el ser humano sobre la base de los genitales.
Basándose en esa clasificación genital, la cultura occidental de los últimos siglos, no ha admitido más categorías ni variaciones en la diferenciación del género respecto de la categoría sexual. Es decir, si uno nace con sexo masculino (genitales masculinos) se considera que es un proyecto de hombre y como tal se le educa y trata. Por lo que se contribuye, muy eficazmente, a construir un individuo adulto hombre. Algo muy similar, aunque con matices importantes, sucede con las mujeres.
Esta actitud cultural, se ha debido en gran parte a la amplia aceptación en la comunidad científica y médica de los enfoques biológicos que contemplan la diferenciación prenatal genética, hormonal y fisiológica como los fenómenos que explicarían las diferencias de género posnatales, la orientación sexual y el comportamiento sexual a lo largo de la vida de una persona.
Transexualidad y Transgenero
En la actualidad, hay una creciente demanda de cambios de "sexo" por parte de individuos que no se sienten conformes con los atributos biológicos de sus genitales y otras partes del cuerpo y desean que estos se ajusten al estereotipo del género con el que ellos sienten que se identifican. Son personas cuyos genitales son de sexo masculino pero su identidad de género, sus roles y sus relaciones se ajustan en mayor medida al género femenino, o a la inversa, individuos que se identifican con los roles masculinos y viven una identidad de hombre, cuyas características biológicas les asignan un sexo femenino.
No podemos eludir la idea de que la transexualidad, esta necesidad de cambio de sexo, se debe, en gran parte a la rigidez de los estereotipos que se han construido en torno a la relación existente entre género y sexo. Las personas que piden cambio de sexo, en realidad tienen muy interiorizados los roles de género y la clasificación en dos categorías muy diferenciadas de las identidades de género. Es decir, asumen los criterios que construyen las normas sociales en torno al sexo-género, a pesar de que pretenden "transgredirlas". Esta situación puede ser explicada por la inconsciente presencia de la asunción de que el género es la apariencia anatómica (el sexo) incluso en individuos que discrepan de esa relación presuntamente inequívoca.
Suponemos que en un entorno cultural menos rígido donde libremente y sin prejuicios el mismo individuo pudiera desarrollar todo tipo de rasgos tanto de un género y del otro, incluido su comportamiento sexual en lo relativo a la elección de su pareja, no se generaría la necesidad (subjetiva) de sentir como ajeno el sexo biológico. Es decir, si nuestra cultura admitiera el transgenerismo o la categoría del género neutro o un género sin fronteras ni límites, probablemente no habría transexualismo con toda la problemática subyacente: operaciones quirúrgicas, hormonación, adaptación psicológica, aceptación del cuerpo, etc.
Obviamente estaríamos hablando de una sociedad que aceptara las nuevas corrientes científicas cuyas teorías defienden y argumentan la naturaleza social de los fenómenos de asignación de género, desarrollo de la identidad sexual y rol de género, etc. A pesar de ser estas corrientes muy ampliamente aceptadas en la comunidad científica, la sociedad en su conjunto y los poderes públicos e instituciones (familia, iglesia, escuela, etc.) no está preparada para asumir los cambios de actitud que estas teorías comportan.
Terminología
A continuación proponemos una escueta aclaración de la terminología utilizada en nuestros artículos y en nuestro enfoque profesional para una mayor comprensión de la naturaleza social de las categorías de género y los distintos procesos de formación.
El género se define con relación a las características socialmente construidas/esperadas de ser una mujer o un hombre. La asignación de género es la atribución al individuo de uno u otro género a través de la inspección genital después del nacimiento (actualmente se viene realizando a través de las ecografías que reproducen la anatomía del sujeto en cuestión). El rol de género es una serie de expectativas sociales con relación a qué comportamientos son considerados apropiados para los individuos de uno y otro género. La identidad de género es la auto- atribución de género. La identidad del rol de género es la aceptación y participación del comportamiento que es considerado apropiado para un género determinado. La construcción de la identidad de género parece ocurrir en paralelo a la del rol de género, sin embargo, el rol de género llega a ser menos imperativo.
©LolaSalinas