"Disfrutábamos de nuestra cercanía, del aroma de nuestros cuerpos, nos recreábamos en las sensaciones que nuestras miradas, palabras, caricias y besos provocaban en nuestros sentidos, jugábamos a describirnos el uno al otro qué sensaciones distintas éramos capaces de experimentar. Era un juego al que solíamos jugar las tardes de verano, escondidos en el desván, mientras los demás echaban la siesta. Ya teníamos un repertorio muy amplio, pero nos divertía buscar en el diccionario nuevas palabras para tratar de identificar otras sensaciones y descubrírselas al otro. Poder nombrar lo que identificábamos nos hacía sentir más conscientes de lo que percibíamos. Nuestra actitud, generalmente alocada, despreocupada y distraída, adquiría una concentración, una atención especial, que nuestros mayores no conseguían de nosotros hacia ninguna de las tareas que nos tenían encomendadas. Era un mundo fascinante, que nos ensanchaba la noción de nuestra existencia, que nos descubrió una realidad sensorial que no tenía límites. También nos permitió entender que podríamos ampliarnos y ensanchar nuestros horizontes en otros campos hasta ese momento desconocidos." (Salinas, D., 2002)
La percepción es la actividad de dar significado al mundo que nos rodea. Es un proceso mental en respuesta a los estímulos externos con los que entra en contacto nuestro cuerpo por medio de los sentidos (vista, tacto, oído, olfato y gusto). Los estímulos (la luz, el viento, el ruido, un beso, una caricia) activan las sensaciones (impulsos nerviosos) que llegan a nuestro cerebro conteniendo una información (calor, roce, presión, humedad...) El acto de dar significado a esos estímulos tiene lugar cuando se integran en el cerebro al relacionarse con otros procesos mentales como la atención, la memoria y la imaginación (la concentración en ese estímulo, el recuerdo de otro beso, la especulación sobre el significado...)
La atención, la memoria y la imaginación, son actividades psicológicas necesarias para poder completar el proceso de percepción, es decir, para conseguir identificar y comprender el estímulo exterior. Por medio de la atención nos centramos en un estímulo concreto y lo comparamos con otros de vivencias anteriores, por medio de la memoria, para poder identificarlo, o bien tratamos de deducir su significado por medio de la imaginación.
Una vez que la percepción ha completado su proceso, asimilamos la información y ésta a su vez actúa sobre nuestra actitud psicológica y emocional, haciendo que respondamos en función de la disposición física y psicológica que se haya generado (positiva, negativa, activa, pasiva, etc.).
La percepción Sexual
En las relaciones sexuales, en la generación y obtención del placer y la satisfacción, el proceso de percepción, la capacidad y habilidad para percibir adquieren incluso mayor importancia que en otras actividades en las que interactuamos con el exterior.
Si por algún motivo hemos bloqueado nuestra perceptibilidad nos resultará difícil identificar correctamente determinados estímulos y por lo tanto responder a ellos con la disposición psicológica y física adecuada.
Por ejemplo, si debido a una situación de miedo a ser descubiertos o interrumpidos, nuestra atención está más centrada en lo que sucede al otro lado de la habitación donde nos hallamos que en la propia situación, estaremos bloqueando el proceso de percepción, y aunque nuestros sentidos funcionen correctamente enviando los estímulos al cerebro, éste no los integrara y no asimilaremos esa información. Por lo que no estaremos respondiendo al estímulo sexual o erótico de un beso, una caricia o una estimulación de nuestro clítoris, sino que responderemos al estímulo emocional del miedo, y probablemente inhibiremos nuestra respuesta sexual sin poder mantener una erección, sin relajarnos y generar flujo o eyaculando sin control.
Este tipo de situaciones es muy habitual, hay muchos estímulos externos, e incluso psicológicos, que pueden comprometer nuestra atención, desviándola hacia ellos, dificultando o impidiendo que nos "centremos" en la situación de placer. El miedo al error, el temor al fracaso, también son estímulos que actúan desde nosotros mismos, como catalizadores de nuestra atención.
Problemas de Percepción
La anticipación del fracaso es uno de los enemigos más generalizados y poderosos de la percepción porque bloquea el estado de relajación, concentración y atención adecuados y necesarios para que la percepción se realice de una forma correcta. No se trata sólo de que la ansiedad producida por el temor inhiba la respuesta del sistema nervioso autónomo, sino que antes de que esa situación tenga lugar, nuestra percepción ya está trabajando bajo mínimos, debido a esa desviación de la atención. En definitiva estamos produciendo un cortocircuito.
Hay muchas personas cuyo grado de percepción está bloqueado parcialmente y aunque eso no les impide disfrutar en parte de su sexualidad, sin embargo, les dificulta alcanzar una satisfacción plena. Estas personas pueden experimentar deseo sexual, pueden excitarse y disfrutar de una relación de coito o de una masturbación, sin embargo, en un momento determinado, la ausencia de "concentración", es decir, la baja atención hacia los estímulos eróticos, quizá incluso la dispersión mental hacia pensamientos ajenos a la situación sexual, e incluso negativos, tristes o depresivos, hacen que la respuesta sexual se bloquee o se realice de forma descontrolada.
El desconocimiento de este proceso y no saber las causas, puede incrementar el problema, ya que se incorpora una sensación de malestar, de frustración y de fracaso que se incorporará a la siguiente relación e incluso antes, anticipando esa dificultad y haciendo que atendamos más a nuestros propios pensamientos sobre el posible fracaso que a la situación en si.
Incluso, si el grado de percepción es suficiente como para tener una respuesta sexual normal, el desarrollo de nuestra habilidad de percepción puede mejorar muchisimo nuestra capacidad para el placer y nuestra sensación de satisfacción.
©Lola Salinas