Descubrir las Raíces
La psicología de cada persona es como un gran árbol, del que a primera vista solo vemos las ramas, las hojas y el tronco. Las raíces solo las intuímos, sabemos que están bajo la superficie del terreno y también que son su mayor fuente de vida, así como su anclaje al entorno.
Esas raíces que no vemos, conforman nuestra personalidad y condicionan o determinan nuestras actitudes y conductas, también nuestro malestar o bienestar. Esas raíces pueden aflorar y podemos acceder a conocerlas, pero, en gran medida, se hallan en el inconsciente. En muchos casos, no será necesario acceder a ellas, porque no nos causan malestar, pero en otros casos será conveniente acceder y trabajar con ellas.
Infancia y entorno social
Por otra parte, la psicología del ser humano hunde sus raíces en el entorno social. Gran parte de lo que somos se ha nutrido durante la infancia en nuestro entorno social (familia, colegio, amigos...).
Si utilizamos la metáfora de la tierra y las plantas, podemos decir que la tierra es al árbol, lo que la sociedad al individuo.
De parecido modo, simplificando, podemos decir que nuestra mente (psicología, cerebro, neuronas, funciones...) es el nexo entre la sociedad (entorno) y el individuo (ser humano).
La mente es en parte biología y cuerpo (células, venas, hemisferios) y en parte sociedad y cultura (recuerdos, normas, conocimientos...); también es el mecanismo intermedidador de las interacciones entre ambos. La mente humana percibe e incorpora el entorno (social y natural) para interactuar en él de forma eficaz.
Interacción
Al igual que la semilla del árbol incorpora y modifica información ambiental en su genética durante millones de evolución, así lo hacen las células del cerebro y las funciones de la mente humana. A la semilla, esta información le permite desarrollar raíces y sabia y tronco y ramas y hojas y función clorofílica y flores y otras semillas....
La mente humana incorpora también información genética e información ambiental (sociedad y naturaleza). En esa interacción necesaria para poder sobrevivir, se constituyen las bases psicológicas (biológicas y sociológicas) de la humanidad.
Cada persona, nace con ese potencial psicológico, fruto de la evolución natural filogenética (biología) y sociogenética (lenguaje, normas, afectos, conocimiento, etc.).
Después de nacer, será el entorno (familia, adultos, hermanos, escuela, país, situación económica, oportunidades, salud, etc.) y su interacción con él, los que permitan desarrollar, ampliar, y dar forma a esa mente y su psicología.
Inconsciente
Dado que 'construímos' nuestra psicología desde que nacemos, no somos conscientes de todos los procesos que constituyen nuestra personalidad, y tampoco de las relaciones que se han ido formando entre nuestras experiencias y nuestros esquemas mentales y emociones.
Muchas de estas relaciones permanecen ocultas a nuestra conciencia, porque se generaron a muy temprana edad con una voluntad y una conciencia muy poco desarrolladas, y sin percibirlo, se han transformado en mecanismos automatizados de respuesta. Tanto es así, que cuando nos preguntamos por qué hacemos tal o cual cosa, o por qué reaccionamos de este modo a una determinada situación, no somos capaces de darnos una respuesta convincente, con la que nos sintamos plenamente identificados.
Hay mucho material psicológico que permanece en una instancia inconsciente. Gran parte de nuestro malestar, o una parte muy relevante del mismo, se debe a conflictos entre expectativas conscientes sobre la realidad y condicionantes/determinantes inconscientes.
Podemos ilustrar con un ejemplo este conflicto: Aunque considero (teoría) que el respeto hacia los demás y hacia mí mismo es un valor para la convivencia, me permito ocultar la verdad o mentir a otra persona, con el fin de manipular su conducta para yo obtener algún beneficio. Es el caso de muchas personas que venden humo; es el caso de muchas personas que piensan que si sabes la verdad no pueden obtener lo que desean de ti; es el caso de personas que creen que tener privilegios es un derecho que han adquirido, etc. Sin embargo, si les preguntáramos a esas personas si el respeto es para ellos un valor, no dudarían en decirnos que sí.
La ética con la que me identifico me dicta que he de respetar a los demás para contribuir a la convivencia. Podemos decir, por lo tanto, que el respeto es un valor o un principio que comparto y que defiendo, por lo menos en teoría. Esta premisa nos dice que el respeto debería estar presente en todos mis actos y en mis pensamientos y emociones hacia los demás, y hacia mi misma. Sin embargo, me descubro ocultando, maquillando o tergiversando la verdad a otra persona, con la intención de manipular su conducta para obtener un beneficio de ella.
A no ser que esta persona manipuladora sea psicópata o sociopata, lo más probable es que tenga un conflicto consigo misma, pero es posible que esta conducta de manipulación esté tan arraigada que forme parte de sus automatismos y no sea plenamente consciente de que en realidad está yendo contra sus propios principios, por lo que el conflicto aflorará através del malestar, con síntomas que en apariencia no tienen que ver con el verdadero origen del mismo.
Este es uno entre muchos ejemplos posibles. El condicionante inconsciente sería el verdadero valor/principio por el que me muevo: en este ejemplo, la satisfacción de mi deseo, complacer mis impulsos, darme el placer con el menor esfuerzo, etc. De modo que se enfrentan, entrando en conflicto, mi deseo (verdadero valor) y mi autoconcepto idealizado (valores que creo debería defender).
Otros conflictos pueden establecerse entre mi autoimagen y su evaluación negativa comparándola con las exigencias y expectativas que me impongo. Por ejemplo, si considero que no tengo habilidad en el trato social pero me exijo comportarme como si la tuviera, probablemente, estaré cuestionandome, juzgándome y criticándome en cada situación social en la que considero que no he estado a la altura de mis expectativas y exigencias. En este caso, es probable que no sea consciente de mi evaluación negativa, o no sea consciente de las exigencias.
Otros clase de conflictos puede producirse entre mis necesidades (descanso, trabajo, conocimientos, afectos, relaciones, etc.) y una concepción distorsionada del pudor o de la autonomía. Sería el caso de alguien que no pide un favor a un compañero o un amigo aunque necesita ayuda.
Si no abordamos o resolvemos los conflictos de forma sana, el conflicto continúa y el malestar se puede instalar en nuestra mente y en nuestras emociones.
La toma de conciencia que implica identificar y entender ese conflicto, muchas veces requiere introducirnos en nuestro inconsciente, para aflorar las verdaderas razones que provocan desasosiego, inquietud, insatisfacción y malestar.