Autoestima Sana
La autoestima es la capacidad de aceptarme y amarme tal y como soy. Para amarme no necesito adornos, ni logros o accesorios. La autoestima, para que sea sana, es incondicional, me estimo porque el mero hecho de vivir es un motivo para valorar mi vida, respetarla, cuidarla y atender sus necesidades. El aprecio por uno mismo consiste en valorarse como ser humano, sin compararse con ningún otro y sin exigencias. La autoestima es el ejercicio de la responsabilidad para cuidar el regalo de la vida.
Escenarios y Roles
Nos educan para lograr distintas cosas, algunas pueden ser muy útiles, otras no tanto: estudios, posición, poder, influencia, relaciones, éxito, ingresos, habilidades, conocimientos, pericia, destreza... Todas esas cosas o condiciones son accesorias al ser humano, pero son parte de la vida social, son parte de las herramientas y habilidades que nos van a servir para ‘jugar’, ‘actuar’, ‘intervenir’ o ‘representar’ nuestros distintos papeles dentro de la sociedad (hijos, alumnos, amigos, madres, padres, abuelos, profesionales, políticos...).
La vida social cambia de una cultura a otra, cambia también de una época a otra. La vida social, y sus reglas y condiciones, son escenarios cambiantes que orientan y configuran nuestro medio social. En ese sentido, es conveniente que aprendamos los roles dentro de cada escenario social y desarrollemos las aptitudes más funcionales para sobrevivir y lograr nuestros objetivos de forma satisfactoria en cada uno de esos medios.
Sin embargo, debido a los mensajes ambiguos y erróneos de nuestra socialización, muchas personas se confunden y creen que las herramientas o habilidades de rol son parte de su autoestima, y que solo se pueden querer, respetar, proteger y cuidar en función de lo que consiguen o de los éxitos que alcanzan o los bienes que poseen. De ahí que su autoestima esté en función de la propia imagen como actor social. Parece que no se diferencia entre autoconcepto y autoestima. De ahí que con mucha frecuencia la autoestima está dañada, desorientada y mal fundamentada.
Autoestima y Autoconcepto
Por lo tanto, parece existir una confusión entre autoestima y autoconcepto. El concepto sobre uno mismo o autoconcepto, es la imagen que tengo sobre mis habilidades, mi personalidad, mis interacciones con el resto de la sociedad. Este autoconcepto se construye en función de los roles que desempeño y cómo los desempeño. Puedo tener un alto autoconcepto en el campo profesional porque soy muy eficaz, resolutiva, comprometida, implicada y trabajadora, al tiempo que puedo tener un bajo autoconcepto en el campo de las relaciones amorosas porque soy muy exigente, fría y distante. No conviene que mi autoestima dependa de esos autoconceptos, conviene que mi autoestima tenga autonomía y solo se base en mi existencia como ser humano, en mi aprecio por mi vida y en mi interés por cuidarme.
La autoestima es la capacidad de amarnos, de aceptarnos tal y como somos, sin necesidad de adornos, logros o accesorios.
Sé que este concepto de autoestima es muy difícil de aceptar, sobre todo en una sociedad que está tan influida por los valores de la competitividad y el éxito social.
En realidad, si tuviéramos una sana autoestima, esta sería absolutamente independiente de todo lo accesorio, sería la capacidad de estimarnos, respetarnos, cuidarnos, protegernos y tenernos cariño y consideración por el mero hecho de estar vivos, respirar, sentir, pensar, amar y compartir. Esa es la verdadera autoestima, la que se centra y alimenta de la esencia del ser, sin más.
La sana autoestima es el afecto por uno mismo en la más absoluta desnudez, aceptando todo lo que somos y lo que no somos, porque la verdadera estima es aquella que no se queda en la imagen, lo accesorio, lo superficial o lo pasajero. La verdadera estima o afecto consiste en desplegar el cariño y el respeto por el ser vivo.
La sana autoestima nos permite y ayuda a ponernos objetivos para interactuar de forma satisfactoria con nuestro entorno social. Nos da energía para motivarnos y realizar esfuerzos, emprender proyectos, creer en nosotros mismos, desarrollar el tesón y la implicación, mantener la esperanza, aprender de nuestros errores y mantenernos realistas. Por lo tanto, una sana autoestima facilita el camino de la interacción social.
Gustar, Atraer, Admirar
Estimar es distinto de gustar, atraer, admirar... Podemos estimar a alguien sin necesidad de que nos parezca admirable o de que nos resulte atractivo o interesante. La estima es un sentimiento propio, por uno mismo o por los demás, que no tiene tanto que ver con lo accesorio de los demás sino con la capacidad de desarrollar y manifestar afecto por lo más sustantivo.
Podemos estimar a una persona sintecho a pesar de que no reúna los requisitos sociales para encajar totalmente o para resultar atractivo. Esa estima nace de la consideración y del afecto. Nace de saberlo humano/vivo y de comprender inmediatamente que su capacidad para ser respetado no depende de su posición social, sino de tener igual derecho que yo o cualquiera a vivir o sobrevivir.
Sé de sobra que muchísimas personas no comparten esta forma de entender la autoestima y la estima por otra persona. Es por lo que muchas personas, hoy en día, padecen problemas serios de autoestima. Esa confusión entre el afecto y la admiración es notable en los problemas de autoestima.
Ego, posesión, dominación..
Algunas personas me preguntan si en este planteamiento un sociópata asesino podría tener una sana autoestima. Conceptualmente podría ser, pero en la práctica, es difícil que alguien que no pueda estimar (amar, respetar, cuidar) la vida de otra persona estime de forma sana la propia. Lo más probable es que tenga un concepto erróneo de autoestima, lo más probable es que no sepa amar (ni amarse ni amar a otros); lo más probable es que sea alguien que confunda la posesión y la dominación del otro con el amor. Suelen ser personas con muy baja autoestima, pero con un ego altísimo y desproporcionado, que dificulta el desarrollo del afecto.
La autoestima es un entrenamiento de amor incondicional que nos enseña a amar, y por lo tanto a estimar y respetar a los demás. La autoestima es un antídoto contra la violencia, los malos tratos, los abusos, crímenes, dominación, etc.
Autoestima y autonomía
La autoestima es la base del bienestar y del respeto hacia uno mismo. La autoestima es la clave de la autonomía emocional y de la responsabilidad para elegir, decidir y construir alrededor de ese bienestar. La autoestima nos protege de las demandas externas, y de las internas (ego) nos protege de las dependencias emocionales y nos sitúa en una posición muy sana para comprender qué es lo que necesitamos y cómo lo podemos conseguir o con quién lo podemos compartir.
La sana autoestima nos aleja de los caprichos y de los egos y egoísmos y nos ayuda a identificar con claridad las verdaderas necesidades, que nunca pasan por dominar a los demás, controlarlos o someterlos ni dañarlos. Los deseos, impulsos y caprichos no forman parte de esas necesidades, ni de la sana autoestima, porque responden más a las insatisfacciones, complejos, déficits, impaciencias..., suelen ser producto de egoísmos y a la incapacidad de identificar nuestras verdaderas necesidades, o a la dificultad para posponer la gratificación inmediata y a actitudes de impaciencia y falta de autonomía.
Las necesidades reales, por otra parte, no son la propia autoestima, pero forman parte de la construcción del bienestar desde la autoestima: me doy derecho a necesitar esto o lo otro y voy a tratar de conseguirlo. Me doy derecho porque me quiero (me estimo) y respeto mis necesidades.
Autoestima y salud mental.
La sana autoestima vigila por nuestra salud psicológica, social y física. Lo hace porque permite que desde ese respeto nos escuchemos, miremos sin prejuicios y sin clichés en nuestro interior y descubramos lo que realmente nos interesa o conviene, sin imponer qué es lo que se espera de mi, qué debo hacer o qué se supone que tendría que hacer en estas circunstancias. Una sana autoestima es una forma de preservar lo más esencial de mi ser y de cuidar mi derecho a vivir sin más.
El resto, es todo accesorio. Me diréis que son accesorios muy necesarios. Sí, lo son para interactuar en el escenario social, para respetar sus reglas, para respetar a otros, para divertirnos, para entretenernos, para lograr cosas y disfrutarlas, para relacionarnos, para obtener cosas materiales... Pero no lo son para tener bienestar sólido y profundo. El bienestar sólido y profundo radica en amar y respetar lo más esencial, que es mi vida, mi existencia como ser vivo, nada más. Ese bienestar es sólido porque no depende de las circunstancias, porque es ajeno a los vaivenes de la vida y a los adornos que cuelgan de ella en depende qué circunstancias.
No conviene confundir bienestar con felicidad permanente. Dentro del bienestar cabe un enfado (racional y proporcionado), cabe la tristeza (adecuada y proporcionada a la pérdida sufrida), cabe la frustración (bien gestionada), caben las dificultades y contrariedades de la vida... En resumen, cabe la vida real con sus vaivenes, sus contratiempos y la necesidad de aprender a afrontarla y a disfrutarla de forma consciente y responsable.
Desde esta sana autoestima, podrán venir bien o mal dadas, podré ser mejor o peor aceptado, podré tener mejores o peores condiciones sociales (profesionales, económicas...), podré lograr o no lo que me proponga, podré sentir más o menos frustración, podré sentir dolor porque no me quieran, podré estar más o menos triste porque algo no funciona como me gustaría... Pero, lo más importante, que está por encima de todo eso, seguiré queriéndome, seguiré prestando atención a cuidarme e interesarme por mí; seguiré disfrutando de estar vivo, de pensar, de sentir, de reírme...
© LolaSalinas