Aunque pueda parecer extraño, se llega a sentir aversión sexual, lo mismo que podemos sentir aversión por una comida, una situación o la actitud de una persona.
La aversión es un sentimiento que se establece como resultado de una exposición repetida a algo que nos produce malestar, disgusto, desagrado, miedo, dolor... Es una actitud defensiva, que nos protege de volver a exponernos a aquello que no ha resultado displacentero.
Las relaciones sexuales pueden ser la causa de todas estas sensaciones si no se viven de forma adecuada. Esto sucede por distintas razones: cuando no sabemos decir 'no'; si no sabemos pedir lo que nos gusta o comentar lo que no nos gusta; si accedemos a las relaciones bajo presión o violencia; si sentimos que somos un objeto sexual y no un sujeto; si hay algo que reiteradamente no nos gusta pero no lo eliminamos o cambiamos... Un largo etcétera puede ser la causa del malestar y de la subsiguiente aversión.
Las relaciones sexuales son deseadas cuando nos resultan placenteras y satisfacen nuestras necesidades, deseos y fantasías. Cuando notemos que a alguien no le agrada tener relaciones sexuales con nosotros es que algo no estamos haciendo bien. ¡Cuidado! no conviene insistir ni presionar ni demandar ni quejarse... conviene hablar, observar, reflexionar y ver qué hacemos incorrecto, dónde estamos cometiendo el error, qué podemos mejorar. Nunca hemos de insistir en tener relaciones sexuales cuando la otra persona no muestra deseo.
Si hemos llegado a esta situación de aversión sexual, necesitamos una terapia. La terapia nos va a ser de gran ayuda, nos facilitará comprender el fondo de nuestro problema y podremos superarlo. Durante la terapia vamos a sentir gran alivio de nuestro malestar y vamos a ver la solución con claridad.
©Lola Salinas