Para entrar en contacto con alguien o para conocer algo de otra persona es necesaria la comunicación. Para relacionarse con los objetos, las personas y el entorno en el que vivimos es necesario que conozcamos algo del mismo. Cuanto mayor es el nivel de conocimiento, mayor la capacidad de interacción que tenemos. A medida que nos relacionamos más, también tenemos mayores oportunidades para conocer más.
Esta situación es muy fácil de entender si nos imaginamos la primera vez que accedemos a un trabajo. Primero nos hemos informado de algunos datos básicos, como dirección, función que vamos a realizar, número de empleados, a qué se dedica la firma para la que vamos a trabajar, etc. Esto nos da unas claves, pero son insuficientes para desarrollar nuestro trabajo con la máxima eficacia. Pasará algún tiempo hasta que nuestra relación con el nuevo trabajo, nos permita rendir al 100%, encontrarnos cómodos, disfrutar de lo que hacemos y desarrollar nuestras habilidades sociales y profesionales.
Con la sexualidad, sucede algo muy similar. Es necesario, por ejemplo, que conozcamos aspectos básicos de la persona con la que vamos a tener relaciones sexuales por primera vez, para conseguir un grado aceptable de placer y bienestar. Por lo menos, necesitamos conocer el sexo (género), edad, hábitos de higiene, etc. De lo contrario, podemos encontrarnos con sorpresas bastante inesperadas cuando no ingratas. En el mejor de los casos, estaremos inquietos, inseguros y alerta. Actitudes que no favorecen una buena relación sexual.
En la medida en que nuestra motivación es más compleja y nuestros gustos más exigentes, si queremos disfrutar de mayor placer y deseamos desarrollar más nuestras habilidades sexuales (no nos referimos a técnicas de manual, sino a actitudes y comportamientos), será necesario profundizar en el conocimiento de esa persona. Por ejemplo, trataremos de conocer más acerca de sus deseos, de sus fantasías, de sus posturas favoritas, de lo que más le gusta de la relación sexual; comentando antes, durante y después de cada encuentro las sensaciones, tratando de comunicarnos sobre lo que sentimos en cada momento, etc., porque de lo contrario, un gesto o conducta nuestra errónea y repetitiva, sin que exista respuesta positiva o negativa que nos dé a conocer si le agrada o no, puede llevarnos a un rechazo.
Comunicarnos con nuestro entorno y conocerlo, así como conocernos a nosotros mismos requiere cuando menos tres condiciones:
A veces los procesos de adquisición del conocimiento son muy inconscientes, muy involuntarios. La información nos llega, la aceptamos, nos la creemos, y actuamos desde ella, sin habernos dado cuenta de qué procesos han tenido lugar. Eso no significa que no se hayan producido. Se han producido sin nosotros ser conscientes. Suele ser una comunicación muy básica como la visual.
Por ejemplo, conocemos a una chica y de un vistazo sin siquiera pensarlo ya creemos saber que: es española, trabaja, es educada, cuidadosa, limpia, simpática... y se lo debe montar muy bien...
Los rasgos físicos, la ropa, el aspecto de las manos, la edad y los gestos, son suficientes para hacer una apreciación espontánea, automática de unas características muy básicas de las personas. ¿Cómo hemos accedido a esa información? De forma inconsciente. Hemos incorporado un sistema ya automático de tramitar imágenes y convertirlas en información con unos códigos que compartimos culturalmente.
Otras apreciaciones, también compartidas ampliamente, del tipo "se lo debe montar muy bien", o "esta es una estirada" toman como referente ciertos rasgos (labios muy carnosos, cuerpo de formas sinuosas, caminar lento y marcando el paso, etc.) que asociamos, acertadamente o no, a una determinada actitud, pero que requieren de una elaboración más consciente. Este tipo de comunicación es visual y gestual. Emitimos y recibimos imágenes que interpretamos.
La comunicación es el medio de conocer y conocernos. Por medio de la comunicación somos capaces de establecer el contacto. No obstante, cuanto más amplia es la comunicación, más probabilidades tenemos de conseguir un mayor grado de seguridad y veracidad en nuestros conocimientos.
La ausencia de comunicación puede llevar al desconocimiento y este origina situaciones incomodas, errores en nuestra forma de acercarnos y tratar a los demás, rechazo o malestar por parte de ellos e insatisfacción por nuestra parte porque no logramos nuestros objetivos.
Para conocernos a nosotros mismos, hemos de establecer comunicación con nuestro interior. Hemos de mantener un diálogo abierto. Estar atentos a las señales que emite nuestro organismo, tanto las mentales como las físicas, prestarles atención, aprender a interpretarlas, experimentar con la prueba y el error, confirmar nuestras interpretaciones o sustituirlas por otras más válidas.
Para conocer a los demás, también hemos de establecer comunicación con esas personas. Hemos de requerir información y elaborarla igualmente. Para que nos conozcan tenemos que ser capaces de transmitir lo que sabemos de nosotros mismos:
Lo que nos gusta, lo que nos disgusta, lo que pretendemos, lo que pensamos, cómo lo pensamos, cómo nos sentimos, qué actitudes van con nuestra personalidad, cómo desarrollamos nuestro placer, qué esperamos de los demás, qué estamos dispuestos a compartir, cómo concebimos las relaciones, y un largo etcétera.
Para establecer una comunicación eficaz, es conveniente utilizar un lenguaje apropiado. No es lo mismo preguntar con las palabras correctas : "Me gustaría que me dijeras...", que utilizar una frase errónea: "Me tienes que decir ..."; no es lo mismo quejarse de una caricia incómoda: "No me acaricias bien el clítoris", que indicar por qué se tiene esa sensación: "la presión es excesiva" y solicitar la caricia de una manera adecuada: "Me produce mucho placer cuando me acaricias así...". Las posibilidades de ser escuchados, de que nos entiendan y tener éxito en nuestra comunicación, son infinitamente mayores si desarrollamos una buena estrategia de comunicación. La habilidad en la utilización del lenguaje se adquiere con el aprendizaje. Cuando éste es incompleto o inadecuado, nuestro lenguaje también lo será, y conviene que hagamos un "reaprendizaje" de esas habilidades de comunicación que nos fallan.
Otro aspecto muy positivo de la comunicación está en las conversaciones eróticas. Uno de los grandes placeres que podemos percibir en nuestros encuentros íntimos es la conversación erótica, incluso obscena y procaz. El cerebro, nuestra mente, reacciona muy positivamente a las palabras, relatos y susurros eróticos, despierta nuestra fantasía, nos hace cómplices de nuestra pareja, nos relaja, nos produce excitación y nos incorpora a un estadio de deseo que abre nuestros poros, induciendo nuestro cuerpo a una actitud abierta de disfrute y goce.
En la atmósfera erotizada y cálida de la relación, fantasear y hablar de ciertas prácticas que nos gustaría realizar o que ya hemos realizado y las queremos revivir, o que aún no se han realizado e incluso hay alguna reticencia o impedimento para realizarlos (sexo anal o felación, etc.) pueden ser elementos muy excitantes para ambas personas. Además, pueden favorecer, poco a poco la desinhibición o la desaparición de esas barreras. Pueden ser un placer más que prepare la propia relación.
Los caminos de la comunicación son muchos, variados y ricos. Es muy recomendable ejercitar este medio de establecer relación, de interactuar, de conocer y darnos a conocer, de expresar nuestros gustos, deseos, sensaciones y sentimientos. La comunicación favorece el clima de afecto, interés, entendimiento, complicidad y confianza.
©Lola Salinas