El coito
La penetración del pene en la vagina o en el recto es lo que entendemos por coito. El coito vaginal es la práctica sexual universal, ya que ha estado muy asociado a la reproducción sexual. Eso ha llevado en una inmensa mayoría de los hombres a pensar que el coito y por lo tanto la indispensable erección son la estrella de las relaciones sexuales. Esta creencia ha estado arraigada en nuestra sociedad hasta hace muy poco tiempo, incluso me atrevo a decir que ahora persisten muchas actitudes con esa creencia.
La creencia de la inexcusabilidad del coito en las relaciones sexuales ha hecho que el placer se focalice excesivamente en obtener una erección adecuada y duradera y conseguir una penetración mínimamente prolongada. El efecto de esta tradición cultural ha sido, en numerosas parejas, un gran fiasco, ha supuesto fracasos en las relaciones e insatisfacción en las personas. Ha provocado problemas de autoestima y de bienestar.
El coito es una parte más de la relación sexual, es una parte muy importante, pero no debe ser nunca el objetivo único de la relación sexual. El objetivo debe ser el placer, no una práctica concreta. El placer lo obtenemos a través de la alternancia y combinación de todas las prácticas que tenemos a nuestro alcance. Del mismo modo que la erección de un hombre no debe ser la condición de partida de una relación sexual, ni el objetivo que nos marquemos como meta.
Para tener unas relaciones sexuales satisfactorias podemos prescindir del coito, como podemos prescindir de la felación. Lo importante es entregarnos y dedicarnos a dar y recibir placer.
Tan cierto es esto como es falso que los homosexuales sólo practiquen el coito anal. En las prácticas homosexuales se dan todo tipo de juegos, caricias, besos y prácticas sexuales, siendo una de ellas la penetración anal.
Cuando tenemos claro todo esto, estamos en actitud de disfrutar muchisimo más del coito.
Coito Vaginal
La penetración del pene en la vagina es la fusión más intensa, íntima y estrecha de los dos cuerpos. Es la expresión máxima de la entrega mutua. Tanto el penetrar como el ser penetrado son impulsos y deseos de tal intensidad que llega un momento en que son casi insuperables, lo que hace que la disposición de los cuerpos al placer de ejercerse fundidos sea un estallido de sensaciones, físicas y emocionales.
Este deseo está provocado por toda una trayectoria previa de caricias, besos, abrazos, juegos y otras prácticas sexuales que han ido creando e intensificando el clima de excitación y deseo adecuados. Cuando la secreción de la vagina es abundante y el pene está en su grado máximo de erección, la mujer y el hombre están en un estado de deseo y pasión muy elevados y es el momento adecuado para que el pene se acerque a la entrada de la vulva, apartando los labios, empapándose de la lubricación de su compañera.
En esta posición, puede jugar a acariciar la vulva y el clítoris con su pene humedecido y lentamente, empezará a empujar suavemente, dilatando la vagina, acoplándose al ritmo que su compañera le marque, seguirá presionando y deslizándose suave pero firme hasta alcanzar el máximo de penetración que su pene o la vagina de la mujer le permita. Una vez que haya penetrado, las posibilidades de moverse son muchisimas: podrá realizar movimientos breves, rápidos, lentos, largos, intermitentes, retirará el pene de la vagina, introducirá de nuevo sólo el glande... jugará a retirarlo e introducirlo para producir mayor deseo en su compañera... Las opciones son múltiples.
Dependiendo de la postura que adopten al realizar el coito vaginal, la mujer o el hombre se alternan en ser el/la que controle el movimiento. Hay posturas en las que es la mujer la que realiza los movimientos e introduce la cadencia de la penetración, otras posturas es el hombre y en algunas, ambos pueden sincronizar sus movimientos.
El tamaño del pene, la elasticidad de la mujer, la postura y la preparación van a facilitar o dificultar la penetración, siendo necesario más o menos tiempo. Del mismo modo que cuando el pene no tiene una adecuada erección, resultará muy difícil, sino imposible la penetración, también.
Se cree que un pene más grande da mayor placer a la mujer, es una creencia errónea. El tamaño del pene (siempre que no sea una deformación) no incide en el placer porque la elasticidad de la vagina se adapta al tamaño del pene, sobretodo a su grosor. Es decir, un pene pequeño en erección al ser introducido creará una dilatación acorde a su tamaño, es la frotación producida por los movimientos lo que provocará la estimulación de las terminaciones nerviosas y generará el placer. Dado que las paredes vaginales estarán en contacto con la superficie del pene, no importa su tamaño, siempre que esté erecto, que siempre sentirá los estímulos del mismo. Sin embargo, un pene puede ser excesivamente grande para el coito, produciendo molestias. En este sentido es muy importante observar que determinadas posturas son más apropiadas para un coito con pene pequeño o con pene grande. Y que en algunos casos éstos últimos requerirán del aprendizaje de algunas técnicas si la penetración es molesta.
No es necesario que ambos alcancen el orgasmo al mismo tiempo para obtener el máximo placer. Sin embargo, es conveniente tratar de armonizar al máximo la cadencia de la excitación y del clímax. Hay técnicas que facilitan el control de la eyaculación y del orgasmo. Aunque se han documentado muchos estudios sobre la multiorgasmia de la mujer, y por lo tanto la facilidad de recuperación para obtener un nuevo nivel de excitación después de un orgasmo, sin embargo, no todas las mujeres son iguales y es muy posible que una vez conseguido el orgasmo, la excitación no alcance los niveles anteriores, aunque eso no debería ser obstáculo para que el hombre pueda alcanzar el orgasmo, con la penetración, mediante la masturbación efectuada por si mismo o por su pareja o la felación.
Del mismo modo que cada persona tiene sus preferencias en cuanto a posturas y prácticas; tiene sus ritmos, su sensibilidad, etc., cada relación sexual, cada vez que compartimos la intimidad con una persona, es distinta. Por lo tanto, no hemos de someternos a ningún tipo de rigidez o rutina que limiten nuestras posibilidades de placer. Más bien hemos de explorar la riqueza que eso nos ofrece.
Coito anal
Al igual que existe cierta reticencia en relación al anilingus, también hay cierta desinformación y reparo en mucha parte de la población a realizar el coito anal. En parte es un temor natural al dolor que puede producir este tipo de penetración. En parte por motivos religiosos, morales o culturales. Gran parte de la reticencia proviene de una cultura de rechazo, recriminación, reprobación y censura de esta práctica que, además, se ha considerado como un fenómeno inserto en la cultura homosexual.
La penetración anal, como el resto de las prácticas, requiere de la libre disposición y consentimiento de ambos miembros de la pareja. Realizar cualquier actividad sexual sin el respeto a los deseos de la otra persona es una violación de su derecho a la intimidad y a la libre disposición de su cuerpo. Sin embargo, son extremos los casos en los que se producen este tipo de actos. Por regla general, o se acepta el temor y por lo tanto se evita la práctica, o se realiza un proceso de iniciación lento y paciente.
Conviene saber que el recto es una zona llena de inervaciones y con gran capacidad para producir sensaciones placenteras. Para el hombre es un conducto más flexible y más estrecho que la vagina, por lo que las sensaciones que puede producir en el pene son de gran intensidad. Al igual que la penetración vaginal, también requiere de una preparación y juegos previos, que sitúen a la persona en el estado de excitación y deseo adecuados.
Dado que el recto no se lubrica, es necesaria la lubricación del pene y del orificio y la entrada al recto con algún gel o crema que no irrite y facilite la penetración. Antes de penetrar con el pene, conviene que esté relajado y que el grado de deseo y excitación sean muy elevados. El momento más adecuado para proceder a la penetración será cuando ella adopte una postura que nos muestre las nalgas y el orificio abiertamente. Antes de la penetración es muy conveniente proceder a dilatar y a excitar el orificio del recto, para ello podemos utilizar los dedos, introducir un dedo muy lentamente, al tiempo que ella acompasa su respiración y afloja el esfínter al ritmo que el dedo penetra.
Para aflojar la musculatura del esfínter el ejercicio más recomendable es hacer el gesto de empujar, como si estuviéramos tratando de excretar, este gesto es muy efectivo y nos evitará sufrir dolor innecesariamente. Es conveniente que acompasemos ambos gestos -empujar y penetrar- indicándonos verbalmente cuando vamos a efectuarlo, de modo que nuestra pareja se disponga a realizar el gesto oportuno.
Poco a poco cuando se dilate el esfínter y esté suficientemente lubricado podemos retirar el dedo o dedos y colocar el pene en el orificio para comenzar a realizar con la misma técnica la penetración anal. Los movimientos deberán ser más suaves y siempre estar muy atentos a las indicaciones de nuestra pareja, para poder parar en caso de que la musculatura se tense y produzca el más mínimo dolor. Una vez que se vuelve a relajar podremos proseguir. Hay que tener mucho cuidado porque el esfínter y las paredes del recto son fáciles de desgarrar y producir lesiones.
En la penetración anal es recomendable que el recto y colón se hallen libres de materia fecal, no ya por la suciedad, sino porque la hinchazón y presión que puede producir, dificultaría la penetración y la relajación.
©Lola Salinas