La persona que atiende a consulta con un problema psicológico persistente e insidioso, viene con un contexto, historia y experiencia muy particulares, que hacen necesaria la evaluación previa, el diagnóstico y la toma de decisones sobre qué tipo de terapia y qué técnicas concretas son más adecuadas para la mejor solución de su problema. La Psicología de la salud es un amplio marco científico, académico y profesional que aboga por la promoción activa del bienestar Bio-Psico-Social, así como la intervención en procesos de malestar y problemas psico-socio-emocionales. Esta labor se realiza a través de la investigación, la divulgación, la promoción, la prevención, la ayuda, la terapia, la orientación, la educación, etc.
Dentro de la psicología de la Salud podemos encontrar distintas escuelas teóricas de intervención, así como diferentes técnicas y métodos de apliclación práctica:
El criterio de elección de enfoque y perspectiva o herramientas de trabajo psicológico ha de ser satisfacer la demanda y necesidades terapeúticas de cada persona que atiende a la consulta. El objetivo final ha de ser que la persona solucione la situación, dificultad, problema o malestar por el que ha venido a consulta y logre un nivel de bienestar estable y sólido que le permita emprender su vida con confianza en sus recursos, plenitud y satisfacción.
Cada una de las perspectivas o Escuelas señaladas han demostrado su utilidad en la ayuda y terapia psicológicas. Por regla general, cada profesional de la psicología suele trabajar desde un enfoque concreto, adoptando el enfoque/s que mejor se adapta a sus habilidades, criterios y personalidad.
Otra forma de trabajar, en la que me incluyo, es la multimodalidad o integración. En este caso, el/la psicoterapeuta selecciona el modelo y técnicas que mejor se adaptan a las necesidades de cada usuario que atiende a la consulta. Por lo tanto, no es el usuario el que se adapta a un modelo o escuela, sino que se elige el modelo o modelos que van a resultar más eficaces. Con la integración se busca el recurso teórico, metodológico y terapéutico que resulte de mayor eficacia, solidez y beneficios de cara a resolver el caso que se presenta.
Sea cuál sea el paradigma o escuela desde el que se trabaje, esas aportaciones resultan de gran ayuda, por lo que, desde mi punto de vista, su integración en la orientación general es muy recomendable. En mi ejercicio profesional, prefiero la integración y la multimodalidad, prefiero no encuadrarme dentro de un solo enfoque o escuela porque la práctica me ha demostrado las ventajas de utilizar distintas 'herramientas' y 'enfoques' para casos diferentes. Sin duda, creo que la ciencia avanza más si los distintos modelos de explicación se enriquecen unos de otros, y tratamos de integrar las ventajas y especialización de cada, beneficiando la terapia con más flexibilidad y mayor amplitud de miras.
En este sentido, participo de las propuestas llamadas 'Multimodales' o 'Integradoras' (Beutler, 1983, 1986, 1989, 1990, 1992, 2000; Garfield, 2000; Holmes&Bateman, 2002; Lazarus,1967, 1971, 1976, 1981, 1992, 1993 ; Prochaska; Diclemente y Norcross, 1984; Wachtel, 1977, 2001).
Esta elección se basa en las siguientes asunciones: 1) La efectividad de cada intervención psicoterapéutica es distinta para cada individuo/caso; 2) La posibilidad en la práctica de aplicar con éxito técnicas terapéuticas distintas a las del marco teórico utilizado; 3) Son las características del usuario/caso en su contexto, las que han de guiar la elección de los tratamientos (Rogí, 2013).
Algunos ejemplos:
a) Aunque nos situemos en el marco de la Psicología Positiva (Selligman), podemos utilizar también ciertas herramientas del Psicoanálisis para algunas sesiones o para ciertos procesos, donde nuestro/a cliente necesita visualizar la génesis del problema, la expresión de un conflicto intrapsíquico o desvelar material del subconsciente. b) Podemos enfocar el trabajo psicológico desde la perspectiva TREC (Racional-Emotivo-Conductual) y al mismo tiempo utilizar las técnicas de Aceptación y Compromiso y el Mindfulness. c) Podemos centrarnos en un enfoque Sistémico y utilizar el enfoque de la Psicología Positiva.
El malestar y el contexto social
Se sabe que la mayoría de las situaciones que provocan malestar en las personas son situaciones de interacción social (laboral, familiar, amigos, comercio...). Así lo reconocen y abordan la mayoría de Escuelas, contemplando el contexto social de la persona, como un sistema en el que todas las partes están imbricadas e interactúan, influyéndose y afectándose. Ese sistema tiene intereses, objetivos, costumbres y normas, la mayoría de estas condiciones son compartidas por todos pero otras no lo son, éstas últimas son los que pueden provocar conflictos, malestar o desajuste.
Para lograr el bienestar, la persona ha de encontrar la dinámica que se ajuste a ese entorno al tiempo que satisface sus propias necesidades, construyendo un equilibrio que le permita obtener beneficios del contexto al tiempo que aporta su propia contribución al mantenimiento del medio.
Por todo ello, la perspectiva cultural ha de estar presente en el análisis del caso y en el tratamiento adoptado, así como en el tipo de terapia escogido (Fromm, 1977; Cucco, 2010; Hornstein, 2010).
Constructivismo Social
En la práctica profesional, me sitúo en el marco teórico del Constructivismo Social , donde se insertan los modelos teóricos que aplico (la Psicología Humanista, la Psicología Cognitivo Conductual y la Psicología Positiva), así como los métodos y técnicas que nos ofrecen en sus planteamientos terapéuticos: análisis funcional (con claras raíces en el psicoanálisis); evaluación de creencias y esquemas; alternativas de conducta; solución de problemas; técnicas de aceptación y compromiso; técnicas de mindfulnes; escenarios de activación; técnicas espejo, etc.
El objetivo final es que logres un nivel de bienestar estable y sólido que te permita emprender tu vida con confianza en tus recursos, plenitud y satisfacción.
Por otra parte, el hecho de que el trabajo psicológico de la persona se beneficie de la utilización de sus habilidades y recursos saludables (positivos), contribuye a entrenar un modelo más realista, que se recrea menos en el problema y maneja de forma eficaz la solución al mismo. Este enfoque trabaja con cogniciones, esquemas, creencias, emociones, conductas, sistemas, hábitos y cualquier expresión personal o cultural que intervenga en el malestar.