Transformar, decíamos en la página de inicio, es dar una forma o una función distinta al mismo material o, dicho de otro modo, modificar su utilidad o su apariencia. Utilizabamos como ejemplo, la iniciativa y la innovación cuando modificamos una receta de cocina, por ejemplo, sustituyendo la mantequilla por el aceite de oliva, lo que la puede convertir en un plato más ligero y saludable.
De parecido modo, podemos sustituir un ingrediente -como puede ser el pesimismo- en nuestro hábito de pensamiento. Esta sustitución o cambio no nos convierte en otra persona, sin embargo nos permite tener una visión más realista de nuestra vida, logrando aligerar nuestra carga, y haciéndonos sentir más esperanzados y animosos.
Al igual que con los pensamientos, creencias, esquemas y expectativas (hábitos en definitiva), sustituir sentimientos o conductas, requiere también de una transformación de ciertas 'recetas', sustituyendo o modificando ciertos 'ingredientes'.
A veces, la solución a nuestros problemas pasa por aprender un modo de 'pensar' más eficaz para relacionarnos con la realidad (entorno, relaciones, necesidades, contratiempos, etc.). A veces, la solución está en retirar una barrera defensiva con la que pretendemos evitar el dolor. A veces, la liberación del malestar requiere cambiar ciertas expectativas irrealistas o ciertas idealizaciones, etc, etc.
Para lograr transformar una conducta que nos genera malestar o problemas (ira, inhibición, compulsividad, inseguridad, impulsividad...); o transformar un hábito de pensamiento ("no voy a poder, no lo voy a lograr", "nadie me quiere", etc); o transformar una tendencia emocional (tristeza, desánimo, apatía...), o una situación (discusiones de pareja, insatisfacción, problemas laborales...), vamos a necesitar tres elementos de partida: objetivo(s), recursos y planificación.
El objetivo ha de ser claro, accesible y bien definido. La evaluación precisa y certera de nuestra situación -y de lo que necesitamos para mejorarla o resolverla- es un primer pilar, fundamento del resto del proceso. Pongamos como ejemplo los típicos problemas de matemáticas de nuestra infancia. Lo primero que hacíamos ante el planteamiento era evaluar y decidir si se trataba de una multiplicación, una raíz cuadrada o una ecuación; después aplicabamos la técnica o procedimiento adecuado, que previamente habíamos aprendido. Evaluar con precisión las características de la situación, es fundamental para elegir bien cuál es el procedimiento más adecuado para su resolución. No hay problema irresoluble, solo procesos para elegir el enfoque adecuado de solución.
Por ejemplo, supongamos que mi problema es la impulsividad, lo que me lleva a tomar decisiones demasiado rápidas, donde no elaboro la información lo suficiente como para que mis respuestas y conductas sean racionales y, por lo tanto, coherentes con mis intereses. Para transformar esta conducta voy a necesitar un plan claro que refleje las situaciones más comunes donde se produce esta conducta impulsiva (probablemente no sea generalizada y solo la tenga en algún ámbito de mi vida). El plan incluirá los factores del ambiente, de la situación o míos propios que son los detonantes de la impulsividad (inhibición de los procesos de decisión racional). Así mismo, se establecerán pautas guiadas para sustituir o modificar el impulso, transformando mi respuesta en un proceso de decisión racional, consciente y funcional.
Los recursos han de ser suficientes y eficaces. Del mismo modo que una multiplicación tiene sus reglas y técnicas específicas para que el procedimiento sea eficaz, también nuestros problemas personales o nuestras necesidades requieren de ciertos recursos. Nuestras habilidades, nuestras capacidades y su potencial, así como algunas herramientas psicológicas y ciertas técnicas y pautas, serán los recursos específicos con los que trabajaremos para lograr nuestros objetivos.
Por ejemplo, la paciencia es una habilidad personal y un buen recurso para acometer un objetivo que requiera tesón, concentración y confianza. La tolerancia a la frustración es otra habilidad personal, que resulta un recurso muy útil cuando queremos afrontar las dificultades que nos supone un nuevo reto. La escritura de nuestros objetivos y un seguimiento del grado de cumplimiento puede ser una técnica muy útil para evaluar con objetividad nuestros avances, dificultades y otros aspectos necesarios para lograr los objetivos. La realización de un esquema que muestre gráficamente nuestro malestar, su origen, los detonantes, los aspectos que contribuyen a su mantenimiento, etc, puede ser un gran apoyo para comprender y para enfocar la solución.
Estas habilidades y recursos podemos desarrollarlas para potenciar y mejorar nuestro trabajo personal, pueden ser parte de la solución y/o pueden ser parte de nuestros sobjetivos; porque quizás necesitemos entrenar y desarrollar la paciencia como paso previo para poder resolver otras cuestiones en una segunda etapa.
La planificación ha de ser realista, detallada y ajustada. El orden con el que realicemos el proceso también es de gran importancia para no perdernos por el camino y/o evitar el cansancio y la desesperanza. Es bueno que logremos la motivación constante, para ello conviene planificar de forma realista, destinando los recursos en dosis adecuadas y suficientes, sin desperdiciar ni despilfarrar ninguno. Para lograrlo, durante todo el proceso nos vamos a ayudar de las 'herramientas' que nos proporciona la psicología y que han demostrado una gran utilidad en los procesos de transformación en bienestar; por ejemplo, el entrenamiento de la paciencia, la gestión de la frustración o el desarrollo de la autoconfianza.