Con la orientación psicológica adecuada transformamos las experiencias que nos impiden vivir con bienestar. La ayuda psicológica nos facilita el acceso a recursos con los que afrontar o resolver conflictos, su malestar o sufrimiento.
El malestar de la persona hunde sus raíces en déficits o experiencias adversas que se producen en nuestro contexto social: exigencia de rendimiento, falta de recursos, negligencia, ausencia, autoritarismo, falta de atención, violencia, agresividad verbal, despotismo, inestabilidad, injusticia, incoherencias, silenciación, exigencias, expectativas, ruidos continuados, contaminación, etc. Por ello, el malestar no lo sufre una única persona, el malestar lo sufren muchas personas.
El malestar no es un malestar individual, es un malestar social, que se manifiesta en cada individuo de formas variadas y concretas: tristeza, apatia, rebeldía, queja, ira, violencia, impulsividad, adicción, falta de sueño, etc.
Los resultados de la ayuda psicológica dependen, en gran medida, del vínculo terapeútico que se establezca entre terapeuta y paciente. Este vínculo o alianza depende de la capacidad del terapeuta para conectar con la persona, para escuchar, para identificar los factores contextuales, para comprender los verdaderos motivos de la demanda de atención y para comunicar y acompañar. Una vez establecida esta alianza, y la evaluación atinada, las técnicas también contribuyen, aunque en menor medida (10-15%).
El camino del bienestar bio-psico-social se puede emprender desde un moderado malestar o desde un malestar o sufrimiento más profundo; desde unos síntomas recientes de malestar o desde unos síntomas más crónicos. En consonancia, el logro o mantenimiento de ese bienestar puede requerir una breve consulta, consultas continuadas, o consultas de refuerzo.
En la consulta de psicología identificamos las verdaderas causas de tu malestar, así como lo necesario para superar los obstáculos que dificultan tu propio bienestar. Esta labor se lleva a cabo a través de distintas opciones de servicio y atención: acompañamiento, orientación o terapia.
Los síntomas psicológicos de malestar son útiles porque cumplen una función:
Son la 'voz' que nos invita a tomar conciencia de un conficto psiquíco-emocional, un desajuste en el entorno social, una carencia, un problema ... que conviene resolver. El problema se expresa a través de los síntomas.
La ayuda o terapia psicológica consiste en contextualizar y analizar los síntomas, para identificar el problema, los factores que lo integran, sus causas y desencadenantes, así como aplicar el tratamiento más eficaz para resolverlo.
Los síntomas de malestar pueden resultarnos un inconveniente o un impedimento para disfrutar de nuestro camino o para lograr nuestros objetivos, pero son parte de ese camino y de nuestra vida.
Así mismo, al igual que las piedras, los síntomas pueden ser la clave de nuestra solución. Muchas veces es suficiente con dar una nueva función (utilidad) a esas 'piedras'. Las piedras del camino o las aguas de un arroyo, desde otra mirada (cambio de perspectiva) pueden resultarnos muy útiles para construir un puente o para refrescarnos.
En síntesis, los síntomas de malestar no son el problema, pero nos avisan de que existe una dificultad o un problema; nos reclaman que les prestemos atención; nos ayudan a que identifiquemos la raíz y podamos resolverlo.
Pongamos como ejemplo relativamente sencillo el caso de una persona que tiene una preocupación constante porque se le pase el plazo de hacer la declaración de la renta, pero al mismo tiempo, va dejando pasar los días sin hacerla (procrastinación). La preocupación le genera malestar, y para huir del malestar, la persona en cuestión se llena de actividades entretenidas que le alejen de esa preocupación. La preocupación continúa en un segundo plano, y regresa a un primer plano de la conciencia cuando cesan las actividades distractoras. Cada vez está más preocupado/a porque cada día que pasa posponiendo su declaración, el plazo se le acorta y el peligro está más cerca. Cada día tiene más malestar, porque a la preocupación se le suma la culpabilidad, un cierto sentimiento de fracaso, un bajo autoconcepto, etc. En este ejemplo la preocupación sería el primer síntoma a identificar, pero la preocupación solo es la punta del iceberg de un síndrome como la procrastinación, que en realidad es una estrategia (disfuncional) para no afrontar otro tipo de factores que están pendientes: falta de motivación; incapacidad para disfrutar del proceso; falta de autoconfianza; falta de eficacia; intolerancia a la frustración, etc., que en realidad podrían ser el verdadero origen de la procrastinación y el malestar. Estos factores bien pueden ser el resultado de una socialización disfuncional o bien de algún tipo de conflicto puntual.
Por esta razón, sabemos que aquello que nos impide lograr un objetivo, puede ser parte de la solución para conseguirlo: un arroyo que se interpone en nuestro camino, puede ayudarnos a transportarnos con una balsa, o puede facilitarnos piedras sobre las que apoyar nuestra pisada. Si logramos identificar esos ingredientes causales y descubrimos en qué situaciones resultan activados como detonantes, podremos encontrar los recursos para realizar cambios y lograr soluciones solidas.
Aunque el ejemplo utilizado es muy claro y muestra una relativa sencillez, no todos los casos son tan obvios y accesibles, requiriendo un análisis más profundo o más complejo, identificando resistencias y viendo la función que cumple cada ingrediente de la ecuación. En cualquier caso, la solución suele requerir de cierta elaboración, evolución y trabajo.
La solución a una dificultad o un problema pasa por enfocar el caso con un cambio de perspectiva, con las herramientas psicológicas necesarias y con una actitud que nos permita desarrollar la confianza en el proceso.
El cambio de perspectiva nos permite considerar nuestra preocupación o problema como la oportunidad para detenernos, conocernos mejor y descubrir recursos muy útiles para seguir nuestro camino con bienestar y con nuevas herramientas y recursos psicológicos.
Se sabe que la mayoría de las situaciones que provocan malestar en las personas son situaciones de interacción social (laboral, familiar, amigos, comercio...) pasadas, presentes o futuras. Así lo reconocen y abordan la mayoría de Escuelas, contemplando el contexto social de la persona, como un sistema en el que todas las partes están imbricadas e interactúan, influyéndose y afectándose.
Por esta razón, hoy en día se concibe la salud como salud bio-psico-social. Es decir, se entiende que el organismo humano es un todo cuya salud es el resultado de esa interacción entre lo social, los psicológico y lo biológico.
El contexto social tiene intereses, objetivos, expectativas, creencias, costumbres y normas; la mayoría de estas condiciones son compartidas por los integrantes de una comunidad, pero otras no lo son; para unas tenemos habilidades, para otras no; unas nos generan confusión, etc. Los conflictos no resueltos, las dificultades no superadas, la anticipación de un problema que no podemos o creemos que no podemos resolver, nos puede producir malestar o desajuste, para las que no tenemos recursos o habilidades o creemos que no los tenemos y no los vamos a conseguir.
Es decir, el contexto social puede generar y genera dinámicas disfuncionales, relaciones conflictivas, injusticias, contradicciones, incongruencias, desajustes, inadaptaciones, etc. que se manifiestan en el malestar (psicológico, emocional, físico, laboral, etc.) que padecen los individuos.
Para lograr el bienestar, la persona ha de encontrar la dinámica que responda funcionalmente (no necesariamente que se adapte) a ese entorno y lograr los recursos necesarios o desarrollar las habilidades adecuadas, al tiempo que satisface sus propias necesidades, construyendo un equilibrio que la permita obtener beneficios del contexto al tiempo que aporta su propia contribución al mantenimiento del medio, tanto como a su transformación y mejora.
Los síntomas de malestar son parte de nuestra realidad, y como tal, nuestro primer paso es su aceptación.
Para explicar esta propuesta propongo un ejemplo: Está lloviendo, es un hecho. Puede que no nos guste que hoy esté lloviendo porque estropea el plan que teníamos para ir de excursión. No va a dejar de llover porque increpe al tiempo o al cielo o me recree en mi mala suerte.
El primer paso para afrontar la situación es ACEPTAR que llueve y tomar conciencia de cómo me afecta este imprevisto. Se trata de parar por unos segundos mi reacción automatica, parar para percibir (aceptar) con más objetividad la realidad.
Esta aceptación nos va a ser muy útil para reorganizarnos y ajustar nuestra respuesta a esa realidad. Esta aceptación implica también que reconozco mi frustración, y me doy permiso para sentirla, es decir, no me engaño pensando que "da igual". No, no da igual, pero puedo aplicar cierta flexibilidad, no dramatizar, no exagerar, no victimizarse, buscar alternativas, pensar otros planes... y responder con funcionalidad a la frustración.
La aceptación no es la conformidad, la aceptación es una actitud realista que nos va a permitir actuar con objetividad y eficacia para afrontar el problema. La aceptación de la realidad es el primer paso hacia el bienestar, porque, por el contrario, nuestra negación, nuestra lucha, nuestra resistencia y nuestro desgaste avivan e incrementan el conflicto, nuestro malestar y desasosiego.
La parada de nuestra reactividad es un descanso de la impulsividad y puede ser el lugar desde el que veamos con mayor claridad nuestra situación. Esta parada puede servirnos para darnos un poco de tiempo, permitiendo el sosiego suficiente para ganar confianza y afrontar nuestros conflictos, preocupaciones, miedos, autocríticas, exigencias, desasosiegos, reactividad... Ese descanso nos permite suspender ciertas inercias y automatismos (negaciones, reactividad, resistencias), para iniciar un nuevo camino donde marquemos nuestra propia ruta y dirijamos nuestras metas y objetivos de forma consciente, sana y satisfactoria.
Cuando nos relajamos y aceptamos la oportunidad que nos brinda un contratiempo como la lluvia o como un arroyo que se interpone en nuestro camino, podremos descubrir e idear el modo de cruzar esas aguas y proseguir el camino; percibiremos con más claridad las piedras depositadas o escondidas entre el cieno, y descubriremos la utilidad que nos brindan si aprendemos a usarlas sirviéndonos de puente para nuestros objetivos. Quizás frente al arroyo descubramos que nuestro empeño en cruzar esas aguas es solo un deseo de superar retos que nos conducen a otra orilla paralela a la que habitamos. Esa perspectiva serena nuestras autoexigencias y nos permite tomar decisiones más coherentes con nuestro bienestar.
Frente al problema psicológico, al igual que frente al cauce del arroyo, tenemos varias opciones. Una de ellas implica detenernos a mirar y escuchar nuestro arroyo interior para conocernos y comprendernos mejor, identificando las causas de nuestro malestar y descubriendo en esas causas las propias soluciones.
Cuando sentimos vértigo, temor, desorientación, dolor, desasosiego, angustia, ansiedad... Un primer logro es confiar en nuestra capacidad para sentir esas emociones sin intentar huir de ellas. Huir del malestar no soluciona la causa que lo provoca, por el contrario puede originar una dinámica de altibajos emocionales, que origine un bienestar ficticio, que nos conduzca al poco tiempo a un malestar mayor.
Por el contrario, si logramos transitar por nuestras emociones, nos damos la oportunidad de aceptarnos y conocernos. Con mucha frecuencia, tratar de evitar esas emociones nos bloquea, paralizando o ralentizando el avance porque nos da miedo explorar las posibilidades de ir más allá en nuestra conciencia. Sin embargo, transitar y convivir con esas emociones, escuchando lo que nos dicen de nosotros mismos, es la primera piedra que colocamos para hacer un puente (la plena conciencia) y avanzar en nuestro camino, liberado ya de falsas barreras y superados nuestros miedos.
En cualquier caso, la oportunidad de observar analizar, diseñar y 'construir' nuestras opciones para proseguir el camino es un proceso que nos dará paz, serenidad, objetividad, energía, ilusión y satisfacción en cada paso y nos ayudará a aumentar la confianza en nosotros mismos. Descubriremos que lo más importante, al final, no será haber alcanzado la otra orilla sino conocernos mejor, comprender mejor nuestra situación, aumentar y consolidar nuestros recursos y la confianza en mejorar nuestras posibilidades de futuro. Habrá otros arroyos y otras orillas que podremos cruzar, o no, en el futuro, ya hemos adquirido el conocimiento y la experiencia. Sin duda, esta opción supone un esfuerzo, trabajo, dedicación y aprendizaje, también supone una inversión para toda la vida.
Otra opción será darnos media vuelta para evitar afrontar los dilemas y así desestimar la oportunidad de hacer una parada en el camino. Optamos por construir un muro simbólico donde nos escondemos para no ver las otras opciones y no hacer el esfuerzo de alcanzarlas. Sin embargo, en nuestra mente, sigue existiendo aquella otra orilla, aquella otra ruta, aquella otra opción... sabemos que están ahí y nos produce tristeza, enfado, conflicto, frustración... no vernos capaces de construir el modo de alcanzarlas.
La ayuda profesional de un/a psicólogo/a nos facilita este proceso, analizando, orientando, acompañando y aportando explicaciones que nos ayuden a clarificar el malestar, los síntomas, sus causas y las opciones de solución. La ayuda psicológica a veces es necesaria y urgente, otras veces es conveniente y otras es preventiva. De estas labores se ocupa nuestra consulta de Psicología General Sanitaria.
La superación de cualquier malestar o problema psicológico se inicia cuando comprendemos las causas que lo originan y los factores que contribuyen a su mantenimiento. Por el contrario, con frecuencia, una comprensión insuficiente o superficial del problema puede consolidarlo, dificultando su gestión, prolongando el malestar y consumiendo esfuerzos y recursos en una dirección ineficaz.
Un enfoque funcional eficaz, realista y certero puede iluminar algún aspecto importante de nuestra situación, que permanecía oculto, permitiéndonos tomar conciencia de él y conocer cómo nos está afectando. Ese nuevo enfoque alivia en cierta medida nuestro malestar y nos orienta hacia la dirección óptima.
Este alivio se produce, en gran parte, porque nos liberamos del desasosiego y la preocupación que genera no entender bien lo que nos sucede y/o no saber cómo afrontarlo. El alivio nos libera -en parte- de pensamientos perturbadores, así como de algunos de los efectos de un exceso de preocupación, estrés o conflicto y las consecuentes emociones de miedo, inquietud, angustia, desasosiego, ansiedad o desesperanza.
Ver algunos ejemplos de malestar (causas y consecuencias)
Algunos síntomas pueden ser: Irritabilidad, Impulsividad, Explosiones, Ansiedad, Miedos, Preocupación, Obsesiones, Estrés, Complejos, Evitación, Indecisión, Inseguridad, Bloqueos, Desánimo, Apatía, Anhedonia, Dudas, Procastinación, Sufrimiento, Agotamiento, Dolores, Neuralgias, Fibromialgias, Acidez, Cólon irritable, etc.
Como decía, los síntomas cumplen una función. El proceso de evaluación en la consulta de psicología está orientado a dos objetivos principales:
A partir de esa base, otro paso hacia nuestro bienestar, tan importante como comprender, es construir la autoconfianza en que lograremos encontrar, practicar y consolidar las claves de la mejoría o la solución. Esta confianza se va construyendo desde el cambio de enfoque, con cada experiencia en la que entrenamos nuevos modelos más saludables (racionales y funcionales) de pensamiento, conducta o relación, así como la evaluación realista de la propia experiencia y de nuestros recursos y habilidades para afrontarla, que nos permite aprender y evolucionar.
Por último, la consolidación del bienestar se logrará cuando hayamos interiorizado las conductas de bienestar de esas experiencias. Si nuestro objetivo es que esos efectos adquieran solidez, continuidad y estabilidad a largo plazo, necesitamos personalizar el aprendizaje a través de nuestra propia experiencia e interiorización. Este es un bello proceso que podemos iniciar acompañados del profesional adecuado y continuar por nuestra cuenta con las habilidades, técnicas y herramientas psicológicas aprendidas durante la relación profesional que se establece.
Del mismo modo que cocinamos para hacer nuestra una receta, o viajamos para conocer un destino de la guía turistica, nuestro bienestar requiere de algo más que buenas recetas para la salud. Todo aprendizaje es una experiencia que nos transforma, consciente o inconscientemente. Si la experiencia es consciente, orientada, voluntaria y planficiada, el poder de la transformación multiplica nuestro potencial de bienestar.
Transformar, es dar una forma o una función distinta al mismo material o, dicho de otro modo, modificar su utilidad o su apariencia, por ejemplo, modificar una receta de cocina sustituyendo la mantequilla por el aceite de oliva, la puede convertir en un plato más ligero y saludable. Sustituir un ingrediente -como puede ser el pesimismo- en nuestro hábito de pensamientono no nos convierte en otra persona, pero sí aligera nuestra carga, nos hace sentir más esperanzados y animosos. Al igual que con los pensamientos y creencias, sustituir sentimientos o conductas, requiere también de una transformación de ciertas recetas, sustituyendo 'ingredientes'. A veces, la solución a nuestros problemas pasa por aprender un modo de 'cocinar' más saludable.
Las resistencias son mecanismos de autoengaño que nos producen un pseudo bienestar inmediato, pero incrementan y arraigan el malestar a medio y largo plazo. Podemos resistirnos a ver el problema y/o podemos resistirnos a resolverlo.
En cualquier caso, hasta que no analizamos y aceptamos nuestras resistencias, nos va a ser más costoso llegar a la solución total. Con frecuencia, esa resistencia puede señalarnos que no tomamos conciencia o no aceptamos un rasgo de nuestra personalidad: La idealización, la culpabilización, la ambivalencia y ciertos conflictos no resueltos pueden ser los causantes de esa resistencia.
Como psicóloga, una parte importante de mi trabajo consiste en ayudar a cada persona a optimizar sus habilidades y recursos, para afrontar la transformación, el cambio, una mejora, la solución.... Mi trabajo es acompañar y orientar a cada persona para que amplie o enriquezca su enfoque y encuentre respuesta a aquello que le interesa o le genera malestar. A través del diálogo, el análisis, la experiencia, el entrenamiento y la reflexión conjunta, cada persona interiorizará una opción nueva, eficaz para sus propias necesidades y objetivos.
Durante el tiempo que trabajemos juntos os acompañaré con un interés auténtico en vuestro proceso, y os brindaré el seguimiento y apoyo necesarios para motivaros, orientar los pasos y que logréis vuestras metas.
En resumen, estableceremos una buena alianza que nos permita realizar un análisis pertinente, un enfoque adecuado y una estrategia eficaz, compartiendo técnicas psicológicas de gran utilidad, y obteniendo la motivación necesaria para lograr resultados excelentes.
Conviene no dar la imagen idealizada y errónea de que el/la psicólogo/a es alguien que no necesita crecer y ampliar habilidades y conocimientos, o que no necesita resolver sus propios conflictos, contradicciones o dificultades. Muy al contrario, los/las profesionales de la psicología tenemos un compromiso ineludible y constante con el autoanálisis, la honestidad y el trabajo personal.
En primer lugar, la imagen idealizada del profesional 'perfecto' no se ajusta a la realidad de ningún profesional porque siempre queda margen de mejora. Cualquier profesional está comprometido con el aprendizaje continuo y la actualización. Además, cualquier persona evoluciona y se enfrenta a cambios en su vida que le pueden generar cierto malestar, conflicto o dificultad, y que requieren de reajustes, nuevas habilidades o aprendizajes. Los psicólogos y las psicólogas participamos de esa realidad, evolucionamos como personas y tenemos un compromiso con el aprendizaje y la actualización de conocimientos. Nuestra credibilidad se asienta en nuestra actitud abierta y continua para identificar nuestras propias áreas de mejora, transformación y actualización.
Por otra parte, dar una imagen idealizada de psicólogo/a como alguien que no necesita desarrollo y trabajo personal/profesional puede producir la sensación de que disponen de un bienestar original, permanente, ‘natural’ y no evolucionado, adaptado y/o aprendido. Esa idea tampoco refleja la realidad y puede desmotivar el aprendizaje producto de la motivación, el compromiso y la constancia.
Además, en el caso de profesionales de la psicología, es el propio trabajo personal, constante, previo a ejercer como psicólogos/as y mientras ejercemos, integrado con los conocimientos y la experiencia en consulta, lo que nos facilita en gran medida ponernos en el lugar de otras personas, comprender y orientar eficazmente.
Nuestro trabajo con otros seres humanos nos recuerda la necesidad de desarrollar nuestro potencial de crecimiento y nuestras habilidades. Cada cliente supone renovar nuestro compromiso con la responsabilidad, la ética, la integridad y el crecimiento profesional y personal. Cada situación o dificultad nos recuerda lo importante que es no dormirse en los laureles y vivir con el convencimiento de que en el proceso de crecer, desde la honestidad, la humildad y la confianza en el esfuerzo bien orientado, está la satisfacción propia y el bienestar de nuestros clientes.
Acompañar a otras personas en sus procesos de construcción de bienestar es una experiencia de enorme valor como profesional y como persona.
Bienvenidos
© Lola Salinas