Jueces y sexualidad

Independencia absoluta?
Imposible, cada juez es un ser humano con ideología, creencias, experiencias y conceptos interiorizados y arraigados en las distintas tendencias culturales de su sociedad. Esa ‘cultura’ personalizada es un modo de entender e interpretar la vida, los hechos y a las personas.
Un/a juez puede estar contaminado/a por creencias altamente distorsionadas, en función de su propia educación y experiencia.
En mi opinión es el caso del juez que ha emitido el voto particular en la sentencia a los sociópatas de la manada.
Algunos de sus argumentos ponen claramente de manifiesto que su concepción de la sexualidad de la mujer (expresión de placer, actitud ante las relaciones, iniciativa en el deseo…) es errónea porque está desprovista de fundamentos psicológicos (cognitivos, emocionales y conductuales) , y está distorsionada. Creo conveniente cuestionarle y debatir esos argumentos.
1. Actitud. Una mujer que acepta libremente y por propia iniciativa tener relaciones sexuales simultáneas con 5 hombres a los 2 minutos de conocerse, sin que exista ningún tipo de engaño o intimidación, es una mujer muy proactiva, muy valiente (dado el personal que hay por ahí), con mucha autonomía, con seguridad en sí misma, con capacidad de respuesta, con experiencia suficiente en el terreno sexual como para pedir lo que le apetece y tomar decisiones durante las relaciones. Nada de esto aparece en el vídeo.
2. Expresividad. Una mujer que quiere disfrutar de tener relaciones simultáneas con 5 hombres desconocidos al poco de conocerse es una mujer que por propia iniciativa muestra y expresa su deseo y el placer que éste le reporta de forma muy explícita, abierta y continuada (juegos, posturas, actos, caricias, besos, jadeos, palabras, intercambios, solicitudes…). Nada de esto aparece en el vídeo.
3. Consentir. Es muy dudoso que alguien quiera ser grabado o consienta en ser grabado en esa situación, si no es para sacar algún provecho personal, porque todos sabemos que ese material va a parar a la red. No parece ser el caso. Una mujer que quiere tener relaciones sexuales simultáneas con 5 hombres por propia voluntad y libremente, si no se la engaña u obliga, es capaz de expresar que no quiere que se grabe el escenario. Obviamente, pudo no ser consciente de esos segundos de grabación, obviamente no consintió tampoco en este acto y, obviamente, bajo intimidación (explícita o implícita) cualquiera podría acceder.
4. Lo que aparece en el vídeo (según describen dos de los jueces) es una actitud de acorralamiento, desigualdad y sometimiento. Es una grabación que refleja tan solo minuto y medio de los 19 minutos. Si hubieran tenido material más comprometedor para la chica, no tengo duda que lo habrían grabado y colgado ya que han demostrado ampliamente su deshonestidad, cobardia, miseria y mediocridad. Aviso para sus novias, amigas y mujeres: este es el material con el que tratáis, ojo!!! No os confundáis, alguien que es capaz de comportarse así con un ser humano, lo puede hacer, lo habrá hecho probablemente y lo volverá a hacer con otras personas.
5. Conducta posterior. Una mujer que ha logrado satisfacer el deseo de tener relaciones con 5 hombres de forma simultánea, no se siente humillada y tampoco siente la necesidad de llorar en un banco, pedir ayuda, ir al hospital y denunciar, a no ser que hubiera actos, antes y durante que ella no hubiera consentido, a los que se hubiera visto forzada. Agresión.
6. Intimidación. Si no consintió y a pesar de eso, sucedió, es porque la intimidación implícita en la superioridad física y el pánico a un daño aún mayor, le hicieron someterse, con muy buen criterio. En este caso, hay agresión. Creo que todos los psicólogos (el Colegio de Psicólogos de Madrid así lo manifiesta públicamente) estamos de acuerdo en que la reacción de la chica coincide con la reacción tipificada en situaciones traumáticas severas. La chica muestra un estado de shock, pánico y bloqueo de cualquier respuesta defensiva ante la superioridad física de los agresores.
7. Denuncia. Si una mujer libre y voluntariamente, por iniciativa propia quiere tener relaciones sexuales con 5 hombres de forma simultánea ¿denunciaría solo por temor a que se hiciera público en las redes el vídeo? Lo dudo, tendría otras opciones mucho menos arriesgadas. Ya sé que es difícil (salvo para el juez del voto particular) pero con esfuerzo, imaginemos por un momento que ella es consciente de la grabación y además han sido relaciones sexuales consentidas y libres. Durante los 19 minutos, ella no sabe cuando la han grabado, así que habría varios momentos en los que ella explícitamente expresaría placer (no lo que el juez considera placer). ¿Alguien en su sano juicio, asesorada por un abogado se arriesgaría a que salieran esas imágenes? NO! Y mil veces no. Se cae por su propio peso.
8. El juez del voto particular entiende que cuando 5 sociopatas muestran jolgorio y la chica se muestra acorralada y sometida, ella también se lo está pasando bien!!!! Salvo que ella practicara el sadomasoquismo por iniciativa propia, es de todo punto increíble que lo pudiera estar disfrutando y que tuviera excitación sexual. Si ese fuera el caso, ella no habría llorado, no habría ido al hospital ni habría denunciado y pasado por el terrible juicio.
9. Si hay abuso en esas condiciones, hay intimidación. Se abusa cuando se pasan los limites pactados. Si se pasan esos límites reiteradamente (es el caso con 11 penetraciones) es porque a pesar de no haber consentimiento se utiliza la intimidación explícita o implícita, directa o derivada, para actuar.
10. Me pregunto cuál es el conocimiento de este juez sobre la sexualidad para realizar este tipo de interpretaciones. Me pregunto ¿concibe este juez la expresión del placer sexual de la mujer como un acto de silencio, pasividad, sometimiento, inacción, mutismo y tristeza posterior?????? !!!!!
11. El debate, en mi opinión, va más allá de cuantos años de cárcel y resocialización necesitan estos sociopatas. Creo que el verdadero debate ha sido señalado por ya en los medios: a) cambios legales en la tipificación de la agresión ; b) educación social a los hombres en el respeto a otras personas; c) capacitación especializada para los jueces que juzgan delitos específicos de violencia sexual y de género.
12. Aunque la independencia judicial absoluta fuera cierta, los jueces que imparten justicia pueden y conviene que estén sometidos a la crítica y el debate sobre sus argumentaciones e interpretaciones. Una democracia no puede excluir a jueces de la lupa que analice la pertinencia y acierto de sus actos y decisiones. Como cualquier agente o institución social. Esa crítica y debate, bien construidos, solo harán que fortalecer el rigor y profesionalización de esa institución.
13. Los votos particulares han generado una alarma social razonable y razonada. Aviso para navegantes.

Mentir como forma de vida

No solo es un problema personal.

Cuando una persona miente reiteradamente tiene un problema personal que puede afectar a su entorno. Estas personas son incapaces de vivir con la realidad y afrontarla con honestidad.
Cuando varias personas mienten reiteradamente, además del problema personal, están generando un clima de desconfianza.
Cuando muchas personas mienten, dentro de una organización, generan una cultura basada en la mentira y acaban por creer que ese es el modo de relacionarse con el mundo.
Las instituciones que se sustentan sobre ese tipo de cultura del engaño son muy peligrosas porque su tejido es frágil, como consecuencia de la vacuidad de muchos de sus fundamentos.
La fragilidad y el vértigo que sienten sus miembros, incapaces de afrontar la realidad, les hace mentir con más frecuencia, con más descaro, con más apoyo dentro de la organización, con temas cada vez más relevantes y trascendentes… Acaban por estar vendidos, en manos de cualquier estamento, institución, agente social o gobierno que conozca los hechos.
¿De qué delitos pueden ser capaces aquellos que viéndose acorralados por la potencial denuncia de sus mentiras, son chantajeados? ¿Hasta dónde pueden llegar con sus mentiras? ¿De qué son capaces?

La paradoja del perfeccionismo

Contrariamente a la creencia popular, las personas con actitudes y conductas perfeccionistas no son ‘perfectas’, tampoco ellas mismas se creen perfectas,  en la mayoría de los casos suele haber una evaluación siempre deficitaria por muy alto que esté su listón. Son entusiastas de la excelencia y la calidad, el buen trabajo, el rigor, la pulcritud… Sus rasgos perfeccionistas no siempre son conscientes, es un perfil con tendencias a la meticulosidad, exigencia, ansiedad, preocupación y obsesión.

La actitud perfeccionista, se diferencia del trastorno obsesivo compulsivo en algunas de las conductas y síntomas y en su gravedad. También se diferencia de la actitud orientada a la excelencia.

La conducta perfeccionista se puede entender como la actitud intransigente y rígida que impide valorar y disfrutar el momento o la situación (las cosas, personas, habilidades, actividades…) de forma realista. Esto es así por diversas razones, entre ellas, porque los fallos o déficit, que surgen en cualquier proceso, para ellos tienen un peso desproporcionado a su importancia real; también porque nunca sienten que alcanzan lo que desearían. Al mismo tiempo, devalúan lo que han logrado aunque sea correcto. Además, les resulta muy difícil ver este sesgo en sus evaluaciones y valoracions. Un fallo, un despiste, algo pendiente… acaba siendo mucho más importante que el conjunto de la tarea u obra realizada, por más que esta última sea cien veces más importante, útil y amplia que el fallo. Un ejemplo sería alguien que leyendo este texto, estuviera más pendiente de las faltas de ortografía o de la perfecta sintáxis que del contenido en su conjuto y su posible utilidad.

Paradójicamente, las personas con actitud perfeccionista pueden rendir menos de lo que su potencial, capacidad y habilidades les podrían permitir si no fuera por la preocupación, intransigencia, ansiedad, tensión, rigidez o bloqueo que les genera un exceso de auto exigencia y un déficit de valoración y disfrute. Cuando rinden de forma eficaz, muchas veces lo hacen a costa de un sufrimiento elevado.

Se diferencian de otras personas, amantes de la excelencia pero no perfeccionistas, en su actitud emocional. Las no perfeccionistas aman lo que hacen, disfrutan mientras lo hacen, sienten placer ante el buen trabajo, el rigor, la pulcritud, el detalle y la disciplina o el tesón; en definitiva, tienen una actitud mucho más lúdica ante la vida, las tareas, incluso los problemas. Los perfeccionistas, aunque sean muy entusiastas, y generalmente lo son, reducen su potencial lúdico y no son capaces de disfrutar y amar lo que hacen mientras lo llevan a cabo. La creencia (creencia irracional) de que ‘necesitan imperativamente’ (intransigencia) lograr un nivel excelente en ciertas tareas o relaciones, les impide relativizar y ser flexibles en sus objetivos y, lo que es más importante, disfrutar del proceso. En definitiva, ansían lograr pero no disfrutan plenamente del proceso.

Por regla general, cualquier proceso para lograr algo lleva mucho más tiempo que el tiempo que dura la satisfacción del logro, incluso si se disfruta de este último. El resultado final es que la persona con actitud perfeccionista vive muchos más días agobiado que feliz. La persona más realista aunque también exigente, con actitud lúdica, disfruta desde el minuto uno de los retos, procesos, tareas, dificultades y contratiempos, eliminando todos los factores ansiógenos o de tensión.

Muchas personas que ‘padecen’ perfeccionismo sufren porque no son capaces de vivir felices con lo que son, logran o tienen, y aquello que logran siempre les parece poco para lo que consideran que ‘deberían’ lograr, o lo que son no les satisface comparado con lo que creen que ‘deberían’ ser.

Las personas con rasgos de personalidad perfeccionistas creen que han de lograr un nivel concreto en cualquier actividad que realizan para sentirse a gusto y solo entonces podrán disfrutar de lo que hacen. Piensan que hasta que no logren ese nivel no se quedaran satisfechos.

¿Qué papel juega la autoestima?

Generalmente, la autoestima de las personas con conductas perfeccionistas está erróneamente vinculada con los logros, éxitos y aciertos. Es decir se aprecian solo en la medida de lo que consiguen. Tienen un concepto de autoestima poco funcional. La autoestima sana es aquella incondicional, que no depende de lo que logramos ni del reconocimiento externo o de hacer las cosas bien. Es la estima o aprecio incondicional por uno mismo tal como es, disfrutando del placer de respirar, andar, sonreír, comprender, memorizar, ver, sentir, paladear, escuchar… Es decir, estar vivo!!!!

Las personas con actitud perfeccionista, por el contrario, tienen una autoestima condicionada. Si no consiguen alcanzar ese nivel al que aspiran se sienten frustrados y decepcionados consigo mismos, y su autoestima se ve dañada. Incluso, aunque logren o se acerquen mucho al nivel deseado o planificado inicialmente, cuando llegan se suelen sentir decepcionados y no disfrutan de lo logrado. Los ‘no perfeccionistas’, buscan la excelencia pero valorando mucho lo que son, tienen o han logrado; son más objetivos a la hora de valorarse y a la hora de estimar sus recursos y habilidades.

Los ‘perfeccionistas’ se sienten defraudados, ya sea porque asocian su logro con un golpe de suerte; ya sea porque al alcanzarlo y sentir que eso no les satisface como esperaban, buscan una explicación, y la más plausible para ellos es que en el fondo lo que han logrado no vale tanto; es decir, devalúan el significado de lo que tanto ansiaban y han conseguido. Esta devaluación les provoca dudas sobre sus propios criterios para elegir proyectos, opciones o caminos y les puede llevar a cambiar o probar muchos campos de actividad distintos. Esa duda constante les atormenta.

¿Cuáles son los rasgos perfeccionistas?

Son varios los rasgos de personalidad que pueden confluir en una actitud perfeccionista, la combinación de varios de estos rasgos en una misma persona le impide disfrutar plenamente del proceso, centrándose, sobre todo, en los resultados y, lo que es menos sano aún, centrándose en que los resultados tengan un determinado nivel para poder sentirse a gusto. Obviamente, estos rasgos se combinan con otros muchos funcionales que les producen bienestar y satisfacción, dependiendo de las circunstancias y su estado de ánimo.

  • Se entusiasman con los proyectos, inicialmente, pero se suelen agobiar al poco tiempo de comenzarlos, en cuanto ven las deficiencias y no logran esa excelencia a la que aspiran.
  • Son muy vitales y ponen entusiasmo en lo que hacen pero se defraudan con facilidad y se desmoronan o enfadan.
  • Son capaces de una gran sensibilidad y su capacidad para ver los detalles y enamorarse es muy notable. Su entusiasmo puede ser muy volátil y conmovedor.
  • Tienen tendencia a cambios en el estado de ánimo, pueden pasar del entusiasmo al desánimo con facilidad.
  • Sesgan la realidad, dando más importancia al defecto que al acierto.
  • Se obsesionan con los fallos o deficiencias
  • Sienten tensión ante el desempeño de la actividad que se exigen
  • Suelen sentir obligación en vez de elección voluntaria; utilizan expresiones como «tengo que hacer esto» y «debería hacer esto» en vez de quiero hacer, me gustaría, me conviene…
  • Evalúan de forma poco justa o ecuánime
  • No utilizan criterios racionales para elegir el nivel de satisfacción idóneo
  • Son rígidos y no suelen rebajar ese nivel de exigencia
  • Se entristecen o enfadan y decepcionan cuando no logran lo que esperaban
  • Les cuesta sobreponerse al enfado o la decepción
  • Temen hacerlo mal, anticipan más problemas o dificultades que cosas a favor
  • Pueden ser muy detallistas y puntillosos con todo lo que hacen
  • Pueden lograr gran calidad en lo que producen
  • Son muy exigentes con los equipos. Si no son tiranos y logran delegar, pueden alcanzar grandes logros
  • Pueden abandonar proyectos por el temor a no lograr el nivel alcanzado.
  • Aunque busquen el reconocimiento externo, su propia insatisfacción y falta de realismo hace que no se vean con el aprecio y admiración que les muestran otras personas.
  • Pueden buscar el reconocimiento externo y sentir enfado por buscarlo, si tienen ese conflicto pueden boicotearse, practicando conductas que les distancian del entorno social del que aparentemente dependen.

¿Cuáles suelen ser las consecuencias de esta actitud perfeccionista?

Son variadas ya que dependen en gran parte de la tipología de enfrentamiento a la auto exigencia, la ansiedad, frustración y decepción. Esta tipología de enfrentamiento también va a depender de otros rasgos de la personalidad. Vamos a describir algunas, las más comunes.

Además de las consecuencias, existen una serie de actitudes y hábitos de conducta que pueden correlacionar con las conductas perfeccionistas, bien sea como consecuencia o bien como confluencia.

Bloqueo o inacción. Consiste en una especie de parálisis ante el proyecto o la tarea que tienen delante. La búsqueda de excelencia convertida en actitud perfeccionista, les lleva a ver una montaña muy elevada delante de ellos. En resumen, se lo ponen muy difícil. Por otra parte, el historial previo de decepciones con otros proyectos, en los que nunca alcanzan el nivel deseado (la perfección o la excelencia) o no sienten la satisfacción esperada, les boicotea la posible ilusión y les deja sin ánimo. Todo en conjunto les hace pensar que van a tener otro fracaso o que van a sufrir muchísimo hasta lograr lo que desean, o que no merece la pena porque es demasiado costoso para luego no obtener la satisfacción deseada. El conflicto que viven entre su impulso entusiasta y los temores a la insatisfacción es tortuoso y no saben cómo solucionarlo. El bloqueo les paraliza y no acaban de arrancar. Si logran iniciar el camino, lo hacen con una carga muy pesada, lo que les supone un coste añadido. No disfrutan del camino, más bien lo padecen.

Depresión. Su autoestima está muy vinculada a los logros. No tienen una autoestima sana y funcional, que esté relacionada con los fundamentos de estar vivo como ser humano. No se quieren por el mero hecho de vivir. Tienen asociada la propia estima a todo lo que tiene que ver con el éxito, el logro, las metas conseguidas, la competición ganada, el reconocimiento externo… La vivencia de la decepción, la duda sobre sus propios criterios, la insatisfacción y la falta de hábitos eficaces de racionalización, les llevan a pensar que no valen, que no merecen la pena, que son fracasados, que nunca van a lograr ser lo que querían, que la vida les ha defraudado, que los demás les compadecen,… Pierden la motivación; pierden la ilusión por las cosas, las relaciones, las personas, las actividades… Comienzan hábitos insanos de ingesta de alimentos (en exceso o en defecto); desarrollan hábitos poco higiénicos con el sueño; la tristeza, el decaimiento, la falta de ganas… se van apoderando de ellos.

Narcisismo. Una necesidad excesiva de reconocimiento externo. Es muy típico en personas que eligen profesiones con un alto componente de reconocimiento público directo (actrices, actores, cómicos, músicos, escritores, profesores…) pero no únicamente. Desarrollan una dependencia muy grande de las fuentes externas de atención, reconocimiento y aplauso. Pueden desarrollar habilidades importantes para atraer esa atención : oratoria, canto, instrumento musical, chistes y anécdotas… Necesitan ser centro de atención para sentir que están y que valen algo. Si han tenido éxito y por lo tanto reconocimiento en algún campo, van a tender a desarrollar más ese campo que otros aunque la satisfacción sea muy efímera y les distraiga de otros campos que les llenan más. Por ejemplo, un perfeccionista-narcisista muy atractivo y con éxito entre las chicas, es fácil que dedique gran parte de su tiempo a buscar satisfacciones en el juego seductor, ya que en esos procesos encuentra rápida respuesta y mucho placer, por muy efímero que este sea.

Adicciones. La adicción al sexo, a las drogas, al juego, al trabajo, al público, al teléfono, a la pornografía, a la televisión, al juego amoroso…son rasgos muy típicos en los perfeccionistas. A través de esa obsesión, liberan gran parte de la ansiedad que les genera la insatisfacción, la duda o la frustración. Por otra parte, las actividades adictivas que eligen les suelen generar una gratificación (placer psicológico, físico, o ambos) inmediata, accesible, fácil, que compensa, siquiera momentáneamente, la frustración, decepción o desgana. Si el campo en el que desarrollan la adicción es un campo en el que se sienten especialmente ‘hábiles’ , esa adicción arraigará más aún en la persona. En algunos casos, pueden engañarse y convencerse de que tienen habilidades extraordinarias para ese campo (juego con máquinas, bingo, no les afecta la droga…)

Abandono. Como tienen una necesidad imperiosa de satisfacer sus objetivos de excelencia, muchas personas perfeccionistas dejan de lado proyectos o relaciones interesantes por miedo a no dar la talla, por miedo a no estar a la altura, por temor a sentirse inferiores, por temor a ser rechazados, por dificultad para compartir en un equipo o por celos e inseguridad.

Amor condicionado. Al igual que en otros campos, la inseguridad y la falta de valoración propia y sana autoestima, les puede producir desconfianza, temiendo que les puedan dañar, herir y traicionar. Esa desconfianza les puede llevar a escoger relaciones en las que sientan mucha seguridad. La seguridad que buscan tiene mucho que ver con la necesidad de compensar su autoestima y obtener estabilidad, control… Las relaciones amorosas pueden ser, para muchas personas, una fuente de desconcierto e inestabilidad ya que, sobre todo al principio, requieren de negociación, tanteo, exploración, incertidumbre; y las conductas perfeccionistas tienen a buscar la certeza y la permanencia… de sus condiciones!! La incertidumbre y la flexibilidad necesarias en toda relación les puede llevar a sentir la necesidad de romper las relaciones, ya que pueden experimentar una falta de aceptación total y absoluta, lo cual es una imperfección.

Celos. Les puede resultar difícil aceptar y compartir el cariño que la persona amada siente por otras personas. Si su dificultad para amar de forma incondicional, debido a su ‘desconfianza’, les lleva a elegir la seguridad como modo de relación, cualquier muestra de afecto a un tercero por parte de su pareja la interpretan como un peligro o bien como una sanción negativa hacia ellos: algo no hago bien (recordemos el sistema de sanción emocional de la infancia) .

Todas estas consecuencias o conductas concomitantes, pueden darse combinadas en la misma persona.

¿Cuál suele ser el origen de estas conductas perfeccionistas?

Pueden ser varios pero por lo general hay factores clave en la infancia o juventud que puede originar y desarrollar este tipo de actitudes. 1) Educación excesivamente normativa o bien muy aleatoria, sin criterios racionales sólidos; 2) Falta de autonomía y racionalidad en los procesos de elección, evaluación y decisión; 3) Vínculos emocionales distorsionados por una función competitiva (se compite por el amor, la atención, el cuidado..); 4) Un sistema muy exigente y rígido de premios y castigos (sanciones) en función de los logros y del desempeño.

Es decir, al niño se le entrena en un claro conductismo para que haga lo que los adultos le indican y refuerzan mediante sanciones afectivas o materiales. Al niño no se le entrena para que desarrolle un criterio de decisión, evaluación y valoración autónomos ni para que desarrolle su propio sistema de satisfacción también autónomo. Esto puede producirse tanto si el sistema es muy normativo con reglas rígidas y no razonadas, como si el sistema es aleatorio y sin criterios sólidos y permanentes de los que el niño/a pueda obtener pautas claras. Por otra parte, el educador o la figura educadora de más influencia en el niño (emocional, social, intelectualmente) tiende a ser muy exigente y poco dado a las reflexiones y procesos de decisión racionales, sancionando emocionalmente los aciertos y errores. La autoestima del niño va a construirse dependiente del adulto y su modo de educar.

El niño o joven va a crecer con una visión de sí mismo poco realista porque el criterio que adopta no está construido sobre su experiencia global y sus procesos de aprendizaje autónomo, sino sobre los criterios externos, exigentes o deficitarios de adultos que, con buenas intenciones pero con pocos conocimientos sobre inteligencia emocional, han tratado de dirigir su vida y opciones.

¿Cómo se puede corregir esa actitud perfeccionista?

  • Tomar conciencia de que este es el problema que tenemos
  • Comprender el modelo en toda su extensión: origen, rasgos, consecuencias, actitudes y conductas. Ponernos ejemplos propios que nos ayuden a identificar con claridad los rasgos de personalidad propios, presentes en nuestras conductas y hábitos perfeccionistas así como las consecuencias.
  • Trabajar para analizar los conceptos básicos: autoestima, racionalidad, excelencia, actitud lúdica, adicción, narcisismo, bloqueo, depresión.
  • Ponernos objetivos a corto, medio y largo plazo. Accesibles, realistas, pautados y acotados temporalmente. Al principio elegiremos un solo objetivo, cuando lo hayamos conseguido, el siguiente. Empezaremos por los más fáciles y accesibles.
  • Obviamente, nos entrenaremos en disfrutar del proceso que tenemos delante, no de lograr el objetivo!!! Aprenderemos a desarrollar una actitud lúdica, de esperanza y motivación en cada objetivo que nos marquemos.
  • Conviene que los objetivos estén relacionados con tareas en las que somos hábiles, por las que sentimos interés, curiosidad o afinidad.
  • Analizaremos nuestras reacciones más pequeñas, nuestros impulsos y conductas ante esos objetivos y los procesos que llevamos a cabo. Aprenderemos de nuestros propios errores. Aprenderemos a aceptar los errores al tiempo que nos queremos, estimamos, apreciamos y cuidamos.
  • Es decir, aprenderemos a separar nuestra autoestima de los logros. Eliminaremos poco a poco el sistema de sanción emocional ante el desempeño y sus resultados. Trabajaremos una sana autoestima, una autonomía de criterios racionales y unas conductas coherentes.
  • No tiraremos la toalla, superaremos el desánimo, releyendo este escrito cuantas veces sea necesario. Encontraremos motivos para seguir trabajando e identificar recursos propios que nos den confianza.
  • Nos apoyaremos en las personas que nos puedan ayudar y que entiendan nuestro problema pero el trabajo es nuestro, autónomo aunque puede estar orientado y monitorizado.
  • Trataremos de alejarnos de las prácticas adictivas o de las conductas reactivas que formaban parte de nuestros hábitos perfeccionistas. Si caemos en ellas, utilizaremos esos escenarios de ‘recaída’ para analizarnos, comprendernos mejor y aprender de todo ello.
  • Por último, una de las acciones más importantes: nos daremos el RECONOCIMIENTO, realista y adecuado a nuestros esfuerzos y al modo en que estamos abordando el camino hacia nuestros objetivos. Este reconocimiento ha de ser propio, no de terceros (si lo buscamos, hemos de tomar conciencia y reorientarlo hacia uno mismo a través del pensamiento racional). Ha de ser diario, constante y con fundamento. Ha de ser profundo, no superficial. Si vemos que es superficial y no nos cala (en el fondo no lo creemos), haremos una parada y analizaremos qué está fallando en esa práctica de reconocimiento.

En este trabajo podemos necesitar ayuda. Es conveniente que nos planteemos contar con alguien profesional para que nos oriente y acompañe en todo el proceso, nos resultará mucho más eficaz. Tener la ayuda o el apoyo de alguien no significa depender de esa persona, significa elegir el modo más funcional para solucionar mi problema.

Buen viaje!!!

 

 

 

 

 

 

La madurez, qué es y para qué nos sirve

La madurez no tiene por qué llegar con la vejez, ni la juventud es necesariamente incompatible con ella. La madurez no es vejez, es plenitud. La plenitud no significa ‘terminado’, significa capacidad plena, plenas habilidades, plenas oportunidades, pleno disfrute, plena conciencia… La madurez nos regala con una ‘segunda’ juventud mucho más sabia.

La madurez es la habilidad para aceptar la realidad tal como es, no como nos gustaría; y responder a ella con la mejor de nuestras actitudes. La madurez es aprender a gestionar con buen ánimo, confianza y esperanza las contrariedades, desafíos o la frustración de nuestros deseos, expectativas u objetivos más inmediatos.

La madurez es la habilidad para conjugar la honestidad, la sinceridad, la vitalidad y entusiasmo por la vida con la sensatez, el equilibrio, el bienestar y nuestras metas a medio y largo plazo.

La madurez es la capacidad para dejarnos sorprender por la vida, la belleza, la bondad, el juego, la atracción, el deseo, el amor… y estar abiertos a lo que pueda suceder, sin prejuicios, corsés, miedos o represiones.

La madurez es saber amar en cualquier circunstancia, es tratar bien a las personas que estimamos, con independencia del grado de implicación que tengamos con ellas, el tipo de expectativas que generamos hacia ellas y con independencia de si éstas se cumplen o no.

La madurez es disfrutar de la soledad y la autonomía emocional, no depender de nadie para experimentar la paz, el sosiego y la plenitud. Es también, saber compartir esa autonomía sin renunciar a sus fundamentos y respetando el espacio y tiempos de los que nos comparten las suyas.

La madurez es conocernos sin engañarnos, sin falsos estereotipos, sin miedos, sin exigencias paralizantes, sin idealización, sin dejar de querernos, sin esperar nada que no seamos ya, sin compararnos con nuestras pretensiones, sin humillarnos o acomplejarnos por lo que no hemos logrado.

La madurez es domar la sobervia, la ira, la impaciencia, la intolerancia, el rencor, la frustración, la desconfianza, la envidia, el miedo, la exigencia, la temeridad, la imprudencia, el egoísmo insano…

La madurez es disfrutar de las más pequeñas cosas: el olor del pan, descubrir un nuevo vegetal comestible, ser capaces de interesarnos por una canción, bailar a solas, mirar la luz a través de la ventana, pasear sobre la hojarasca en otoño, sentir la brisa con los primeros rayos templados de la primavera, escuchar algo gracioso, reírnos de nuestras tonterías…

La madurez es no victimizarnos, no culpabilizarnos … La madurez es coger las riendas, responsabilizarnos de la vida que nos queda por vivir. La madurez es no recrearnos en el fracaso y ver lo que podemos hacer con los pedazos de lo que se rompió o dejamos caer. La madurez es comprender el mundo, nuestro entorno y saber qué papel queremos y podemos tener en ello.

La madurez es aprovechar cualquier situación para aprender a ser. Aprender a navegar por nuestra vida; aprender a a respirar, escuchar y utilizar nuestro cuerpo; aprender  a vivir; aprender  a amar, a aceptar, a tolerar, a comprender  a otros; aprender a empatizar; aprender a afrontar; aprender a esperar; aprender a valorar; aprender a aprender….

La madurez es responsabilizarnos de obtener bienestar en la incertidumbre, la contrariedad, el problema y el duelo. La madurez es tomar conciencia de que estás  vivo, no caer en la desesperanza ni  esperar que nadie nos salve de la desilusión, la tristeza, el decaimiento, el sufrimiento o la desorientación.

La madurez es la integridad, lograr que convivan en paz todos nuestros rasgos, habilidades, vivencias, errores, aciertos y esperanzas.

La madurez es darte derecho a disfrutar, buscar lo que te complace y hacerte responsable de intentar conseguirlo. La madurez es aceptar un no o un basta por respuesta, es respetar los límites que otras personas te ponen cuando tus objetivos se internan en su camino.

La madurez es aprender a decir no y basta, es saber poner límites sin herir los sentimientos ni  menospreciar a aquellos con quién interactuamos. La madurez es  ser honestos y no confundir, engañar o  hacer perder el tiempo a los demás.

La madurez es aprender a valorar lo que otras personas ofrecen, con independencia de si nos sentimos afines o no, de si es o no beneficioso para nosotros, de si va acompañado de otras cosas que no nos placen.

La madurez nos sirve para aprovechar el tiempo, para lograr el equilibrio y el bienestar, para crear lazos sólidos, para rendir cuentas a la vida y saber que no la hemos desperdiciado, para ser eficaces satisfaciendo nuestras necesidades, para desarrollar todo nuestro potencial, para que nuestra felicidad sea sólida y solo dependa de nosotros.

Podemos alcanzar la madurez en muchos aspectos o en unos pocos. De esa amplitud va a depender nuestro bienestar global.

Dar por hecho

Uno de los errores más comunes en nuestras relaciones, tanto en las nuevas como en las más trilladas, es dar por hecho lo que la otra persona nos quiere decir.

Dar por hecho significa que a pesar de que puede haber varias interpretaciones, significados o intenciones, el interlocutor que escucha (mejor decir el que’oye’) cree saber sin lugar a dudas lo que se está diciendo, y actúa en consecuencia.

Este error tan frecuente en las relaciones es causa de malos entendidos, conductas inadecuadas  y también de frustración. Desde luego, causa incomunicación porque los actos y lo que decimos pueden tener diversos significados y, sin embargo, solo se escoge uno como válido.

Ejemplos hay muchos en la vida cotidiana, creo que todos hemos padecido/aplicado esta conducta que implica una escucha sesgada y filtrada de la realidad que nos están transmitiendo y una cristalización precipitada de la información.

En el día a día de la consulta he de ser muy prudente con este tipo de sesgos porque me puede llevar a sacar conclusiones basadas en mis propios prejuicios, esquemas o limitaciones. Quizás porque en este entorno soy muy consciente del posible perjuicio hacia mis clientes,  procuro estar muy alerta y evitar este tipo de conductas. Esa alerta no impide que cometa errores.

En la vida personal, me despisto mucho más sin desearlo. Aunque también trato de evitarlo, cometo ese sesgo y doy por hecho que sé lo que me están diciendo, cuando a la larga se puede demostrar que, incluso en el mejor de los casos, me faltaba información para concluir tal cosa.

Este sesgo al analizar la información que nos transmiten/transmitimos, se basa generalmente en varios rasgos de personalidad y en algunos hábitos y creencias. La impaciencia y la rigidez son dos rasgos típicos que provocan que no escuchemos  adecuadamente y demos cosas por hecho. Otros rasgos pueden ser la ansiedad, el temor y la necesidad de certezas. También la creencia de que conocemos muy bien a la otra persona o el tema del que se habla y por lo tanto, nos podemos permitir anticipar de forma concluyente lo que nos va a decir. En otros casos, un afán por la ‘falsa’ eficacia nos empuja a tratar de ir al grano o pasar rápidamente a otro tema que consideramos más relevante, como resultado, también nos puede llevar a cometer este error tan frecuente. La soberbia, el orgullo y ciertos complejos también pueden llevar a un déficit en la actitud de escucha.

Para evitar caer en esta conducta tan poco eficaz para la comunicación y las relaciones de todo tipo (pareja, amistad, familia, profesionales) es conveniente adoptar varias técnicas. En primer lugar, tomar conciencia de que cometemos ese error. Para ello, basta con preguntar a nuestro entorno, y comprobar que ellos tienen la experiencia frecuente de que no les hemos escuchado ni hemos asignado significados adecuados a su transmisión. Nos pueden poner ejemplos. La toma de conciencia es necesaria para empezar a cambiar esa actitud/conducta.

En segundo lugar, plantearme en cuántas ocasiones he tenido dificultades, problemas o frustraciones porque no he sabido interpretar adecuadamente algo debido a esa conducta de dar por hecho. Los errores pueden ser de mayor o menor nivel, desgraciadamente hay veces que ese error me hace perder alguna oportunidad. Tomar conciencia de ello me puede ayudar al tercer paso.

La tercera cosa que podemos hacer es ejercitar la paciencia, respirar relajadamente, eliminar cualquier tipo de prisa e incorporar la creencia de que nos podemos perder algo muy importante o que podemos cometer un error significativo. Algunos errores se pueden subsanar, otros es muy difícil cambiarlos. Si tomo conciencia de este hecho, estaré ayudándome a establecer mecanismos de alerta y vigilancia sobre esas conductas sesgadas.

En cuarto lugar, ante cada conversación, conviene que pregunte siempre para asegurarme de que he entendido bien. Aunque considere que he entendido, como sé que tengo un sesgo, trataré de cerciorarme. Las preguntas pueden ser repitiendo lo que la otra persona me ha dicho o bien, introduciendo posibles variaciones en el significado –buscando activamente esas variantes- y preguntando a cuál de todos ellas se refiere mi interlocutor.

Por ejemplo, Inter1: “Necesito tiempo para decidirme”; Inter2: “ Me gustaría saber si te estoy entendiendo bien, ¿Quieres decir que te falta información o tal vez quieres decir que tienes dudas y necesitas resolverlas o quizás  quieres decir que tienes todo claro y necesitas evaluar qué te conviene? ¿Te puedo ayudar en algo?¿Crees que te puedo dar más información? Me gustaría comprenderte bien ¿me puedes avanzar en qué punto estas de tu evaluación y qué opciones estás barajando?”… etc.

Una misma afirmación puede significar cosas distintas, incluso para personas que llevan conviviendo muchos años, mucho más para personas que apenas se conocen.

En quinto lugar, cuando terminamos una conversación de cierta trascendencia, conviene que ambas partes repasen lo que se ha dicho y traten de descubrir si han contemplado todas las posibles opciones de significado. Identificar posibles lagunas o errores de interpretación es una dinámica muy saludable que nos permite proponer una nueva conversación sobre la base de las dudas que hemos detectado.

Este tipo de entrenamiento o práctica en la vida cotidiana nos puede conducir a reducir errores, a estar más cerca de las personas, a conocer mejor a los que nos rodean y compartir con ellos espacios y escenarios que antes se nos ocultaban.

En algunas ocasiones, transcurrido un tiempo de la última conversación o encuentro, quizás nos empieza a invadir la sensación de incertidumbre, falta de información, dudas, lagunas, ambigüedades…sobre esa información que inicialmente dimos por entendida. Esa sensación de que el puzle no está completo, es un síntoma de que nuestra inteligencia funciona bien y gana en objetividad a medida que nos distanciamos de la situación y permitimos que toda la información se reconstruya en nuestro cerebro sin corsés, esquemas rígidos, prejuicios, prisas o impaciencias. Es un excelente síntoma de que nuestro sistema cognitivo busca la coherencia el rigor y la  racionalidad, por lo tanto la máxima objetividad.

La búsqueda de la coherencia cognitiva no es otra cosa que la búsqueda de una visión realista, sin sesgos, donde el puzle encaje perfectamente, sin que falten piezas fundamentales y sin distorsionar, ocultarlas  o encajarlas a la fuerza. Merece la pena hacernos eco de esta necesidad y satisfacerla del modo más sano, posible y constructivo.

Amar sin reservas

Amar sin reservas implica que esa relación admite a cada individuo al 100%. Sin reservas significa transparencia pero no significa diluirse en el otro.

Muchas personas confunden esta expresión con la idea de gregarismo, es decir, hacerlo todo juntos y no tener espacios ni tiempos de soledad, autonomía o privacidad individual. Muy al contrario.

Amar sin reservas es basar la relación en la honestidad y la mutua confianza.  Para amar sin reservas es necesario que cada persona pueda ejercer y expresar lo que piensa, siente o desea sin temor a ser juzgado y descalificado o ‘destronado’. Es necesario que sea fiel a sí mismo/a.

La relación basada en el amor sin reservas incluye dos seres completos, no dos medias naranjas. La compatibilidad de una relación solo se puede dar cuando las dos personas se pueden manifestar total y abiertamente, si no, lo que se produce es un acoplamiento pero no se comprueba que sean compatibles.

Amar sin reservas es considerar que la otra persona tiene derecho a conocerme y saber dónde estoy en la relación, qué espero de la misma, qué estoy dispuesto a aportar, qué cambios se están produciendo en mi, qué dudas se me generan…Amar sin reservas conlleva un esfuerzo por la comunicación, por mantener a la otra persona al corriente de nuestra vida, inquietudes, proyectos, emociones, actividades, relaciones y deseos.

En la vida práctica significa que cada persona pueda dar continuidad a su vida individual, sus actividades, compromisos, responsabilidades y proyectos, al tiempo que comparte con la otra persona actividades nuevas o parte de las actividades anteriores. Es sano y funcional para construir el amor que cada persona pueda desarrollar y dar continuidad, sin ocultación, a toda la actividad que venía realizando hasta que inició la nueva relación.

Ocultar, callar, mentir, esconder… son reservas que estamos haciendo a la relación. Pueden ser de tipo psicológico, por ejemplo, me callo que soy muy perfeccionista o que soy muy impuntual por miedo a que me rechace la otra persona. Trato de ocultar lo que yo considero mis defectos o mis aristas para resultar más atractivo/a o porque me avergüenzo. Hay más campos sobre los que podemos establecer reservas. Por ejemplo, en el campo de las relaciones cuando evito introducir a esa persona con determinados amigos por miedo a que no se caigan bien o a que me califique negativamente debido a mis amistades. En el campo laboral, también puedo ocultar aspectos de mi trabajo que me avergüenzan, etc.

Una relación que se basa en las reservas es una relación donde las personas no se sienten aceptadas ni respetadas. Con independencia de que la causa sea uno mismo y sus temores o complejos, o sea la actitud crítica, intolerante o incompatible de la otra persona, o ambas, lo cierto es que si no podemos mostrarnos sin reservas en una relación de amor, sentiremos que se genera un espacio de distancia entre ambos, un espacio donde nos sentimos aislados aunque estemos en la relación. Esa sensación es un aspecto vulnerable de la relación, convirtiendo en grieta y resquicio lo que convendría que fuera fundamento sólido. Esas grietas en la base de una relación amorosa pueden dar al traste con la relación porque la comunicación se hace difícil (silencios, ausencias, distracciones…) y las personas nos acercamos a quien sabe escucharnos.

De este modo, el amor sin reservas conlleva el respeto a la situación de la otra persona, por eso es fundamental que cada miembro de la relación muestre abiertamente su situación y la comparta. Compartir no significa actuar gregariamente o implicarse desde un inicio. Este podría ser el siguiente paso en una relación que avanza. Compartir en unos casos puede ser hablar y escuchar, en otros apoyo emocional, en otros reflexionar juntos, etc. Hay muchas maneras de compartir.

En definitiva, sin reservas significa ser uno mismo y sentir que nos podemos expresar y manifestar mostrándonos y mostrando nuestro mundo. Sin reservas significa que no importa cuál sea nuestra situación, si hemos de explorar las posibilidades de una relación amorosa, es mejor que nos sintamos libres y con derecho a ser. No es bueno tener miedo a mostrarnos tal cual.

Sin reservas, implica que escuchamos las necesidades que nos manifiesta la otra persona y evaluamos sin juzgar y sin engañarnos la compatibilidad con nuestras propias necesidades. Sin reservas significa honestidad para con nosotros y para con la otra persona.

El duelo y la pérdida. Afrontamiento.

El afrontamiento de la pérdida y el duelo desde la psicología  positiva se podría describir en un proceso de cuatro fases:  1) aceptación de la realidad: comprender las consecuencias de esa pérdida y aceptarlas; 2) afrontar el duelo: aceptar el dolor y otros sentimientos ; 3)  buscar el placer y el afecto: 4) realizar actividad satisfactoria : tratar de mantener las actividades satisfactorias habituales y crear nuevas .

Para explicar estos pasos, empecemos con un ejemplo menos grave como puede ser una desilusión amorosa. Esos cuatro pasos se traducen en afrontar la pérdida o desilusión en una dimensión equilibrada en el conjunto de mi vida y de otras ilusiones, proyectos y objetivos que ya existían o que puedo generar desde hoy. Se trata de vivir conscientemente la sensación de dolor, decepción e insatisfacción que me genera la pérdida de una ilusión y todas las vivencias que la acompañan, comprendiendo el significado que tiene en mi vida y dándole una importancia relativa, realista, racional y saludable. El análisis de la situación ha de ser objetivo, sólido y racional. Eso incluye comprender mis propias emociones -las ilusionantes y las decepcionantes- y vivirlas de forma sana. Por ejemplo, razonar que «si antes de conocer a esta persona era razonablemente feliz, también puedo serlo ahora», o bien, «yo soy la única responsable de mi bienestar, las riendas de mi bienestar están en mis manos, no pueden estar en una relación ni en manos de la suerte».

Afrontar el duelo (toda pérdida en el terreno emocional supone un duelo de mayor o menor intensidad y alcance) supone aceptar el dolor que me produce lo que no voy a poder disfrutar; requiere aceptar la pérdida del placer que me generaba; conlleva comprender cómo esa desilusión va a modificar mi situación y supone aprender a conocerme mejor y tratar de identificar que otras actividades pueden compensarme esa pérdida.

Aceptar, abordar y transitar por el duelo, significa vivir mi tristeza, dolor, desengaño o frustración pero sin dramatizar ni exagerar, hacerlo de un modo responsable. Es decir, tampoco negándolo ni huyendo. Significa afrontar y superar mis propios miedos, utilizar esa experiencia de duelo para seguir madurando y responsabilizandome de mi felicidad.

Aceptar el duelo supone perder el miedo a atravesar ese dolor y esa pérdida de ilusión o placer, supone tener confianza en mi capacidad para seguir creciendo y construir mi presente de forma autónoma. Muchas personas se bloquean ante el miedo que les produce sentir dolor. Es necesario afrontarlo para descubrir que es menos doloroso transitar por el dolor que intentar rechazarlo. Tenemos capacidad para atravesar el dolor. El dolor es algo natural cuando perdemos lo que nos hacía sentir bienestar. Huir del dolor no elimina el dolor y prolonga el sufrimiento innecesariamente, provocando otras disfunciones emocionales y/o cognitivascognitivos.

El duelo también  requiere un compromiso personal para no dramatizar y no caer en el victimismo, la pasividad, inacción o el dramatismo. Significa que me esfuerzo por ver el presente y el futuro con una visión más esperanzada, confiando en mis recursos para hacer que lo malo o lo peor pase a un segundo plano, dejando espacio a otros sentimientos y aspectos alegres y estimulantes de mi vida. El compromiso personal es una suerte de disciplina diaria para mantener otras ilusiones, proyectos y placeres, mediante la objetividad, la coherencia, el esfuerzo y el trabajo mental.

Aunque de modo muy resumido, he tratado de reflejar el enfoque que la psicología positiva daría a una situación de pérdida no muy grave.

Como vemos, la psicología positiva es todo menos una receta simplona de felicidad.

La psicología positiva nos propone responsabilizarnos de nuestro bienestar en todo aquello que sí depende de nosotros. Hay cosas que aunque no sean graves no dependen directa o únicamente de nosotros  pero aquellas que si dependen de mí (amarme yo, cuidarme, disfrutar, hacer cosas satisfactorias, comprometerme con mi bienestar, enfocar de modo objetivo, no victimizarme, aceptar la realidad y aprender a convivir con ella obteniendo placer), son mi responsabilidad y la clave de mi bienestar, estabilidad y crecimiento personal.

Para responsabilizarme de ellas he de evitar caer en las excusas y justificaciones. No conviene que me justifique en esa desilusión para andar triste por las esquinas, llorando mi mala suerte. No hay excusa para dejar de quererme, no cuidarme o no hacer aquello que me conviene.

Sin duda hay situaciones de pérdida mucho más graves como una guerra, la necesidad de asilo, un crimen, la muerte de un niño, un deshaucio… En todas ellas hay un alto porcentaje de algún condicionante o causante externo, que no depende de mí.

En estos casos, el duelo y la aceptación de la realidad van a suponer un esfuerzo y compromiso exponencialmente mayores. Mi desgaste va a ser muchísimo mayor y la experiencia me va a marcar para siempre con una huella profunda. En estas situaciones, realmente dramáticas, voy a necesitar de un trabajo emocional profundo, intenso y prolongado para aceptar la realidad. También voy a necesitar un fuerte y sólido compromiso para construir una cotidianidad con actividades que me reporten pequeños placeres  y satisfacciones. Necesitaré reforzar mi memoria para recordar todos los recursos que tengo y puedo utilizar para construir bienestar en esa nueva realidad hostil y difícil.

Requeriré de grandes dosis de esperanza, confianza y paciencia para visualizar las cosas gratas del presente y lo que puedo esperar del futuro. En estas circunstancias de pérdida dramática, he de convertir cada gesto del presente en algo vital y necesario para superar la gravedad adversa de la realidad, al tiempo que he de confiar en un futuro mejor. La creatividad, el humor, el cariño, la fantasía, los recuerdos… son en estos casos estrategias muy útiles para sobrellevar esa penosa realidad. La vida es bella, es una película que refleja con gran acierto y ternura la sabiduría de una persona ante la situación más dramática que puede vivir un ser humano.

Hay quien entiende mal el concepto y la práctica de la psicología positiva, sobre todo ante situaciones emocionales de dolor, pérdida y tristeza. A menudo simplificando, se ha interpretado erróneamente como una ‘filosofía’ de vida en la que no se permiten las emociones llamadas ‘negativas’, y se reprimen o niegan para experimentar sólo aquellas emociones que nos producen placer. También se ha dicho que la psicología positiva no tiene en consideración el papel de la cultura y la sociedad en el malestar del individuo.

La simplificación lleva a etiquetar esta orientación psicológica como superficial e inmadura ante los verdaderos problemas de las personas y la sociedad. Nada más lejos de la realidad.

La psicología positiva en ningún caso nos recomienda la negación de la realidad, el despecho, el rencor, la agresividad, el decaimiento o cualquier otra forma de huida del dolor. La gravedad de la pérdida y la intensidad del dolor varían y por lo tanto las estrategias de afrontamiento también van a requerir esfuerzos diferenciados. No obstante, los fundamentos de afrontamiento son similares.

La psicología positiva no simplifica o reduce la gravedad de ciertos hechos, pero nos ayuda a sacar nuestras mejores herramientas para afrontar las adversidades de la vida, sean estás muy livianas o sean muy dramáticas.

 

La fantasía y la satisfacción vital

Hacen falta dosis elevadas de sensatez y madurez para no dejarse socializar por millones de imágenes (fotos, revistas, cómics) y secuencias (pantalla grande y pequeña) que nos muestran una humanidad idealizada o brutalizada. Ambos extremos están presentes en un siglo de ‘personajes’ casi perfectos, idolatrados, que gracias a su belleza física, a su espontánea inteligencia o a sus poderes físicos extraordinarios son héroes del escenario en que se mueven.

Ambas fantasías han calado hondo en las mentes infantiles y poco formadas de millones de personas, creando ilusiones que han interiorizado como realidad. En muchísimos casos esa ilusión les ha alejado de la posibilidad de integrarse y encontrar satisfacción en el mundo real que les rodea: nada se parece a sus ilusiones, sueños y fantasías, tan fáciles, tan agradables, tan prometedores… Todo es frustrante. Sus fantasías, germinadas y reforzadas en el mundo de los cuentos,  les impiden relacionarse con personajes de carne y hueso o gestionar los problemas cotidianos con habilidades ‘normales’.

La fantasía puede constituir un ámbito de bienestar siempre que no suplante el mundo de la realidad. Es saludable si está contextualizada como tal fantasía y no permitimos que inunde y sustituya la realidad.

Fantasías y sueños, no son la misma cosa. Los sueños son saludables si desde el realismo somos capaces de lograr ilusiones con las que habíamos soñado. No son saludables si los sueños nos adormecen y gratifican emocionalmente a través de la ilusión de estar haciendo algo, cuando en realidad nos entretienen y alejan de los pasos y conductas que hay que dar para lograr nuestros sueños. Soñar con una casa mientras no ponemos los ladrillos es construir una frustración, nunca tendremos la casa pero tendremos una sensación muy grande de decepción.

La sociedad de la imagen ha provocado estragos en el imaginario de millones de personas prácticamente indefensas ante el aluvión de ‘alpiste’ emocional y mental con que la industria ha inundado el mercado. Ese imaginario conforma el marco de valores, expectativas y sueños de muchas personas que vivirán frustradas porque la realidad no es como se la pintan.

La función de la fantasía es que la persona pueda evadirse de la realidad, pueda olvidarse por momentos de sus problemas y viajar por un mundo ajeno. Esta función es terapéutica siempre que: 1) La persona vuelva a su realidad y la comprenda; 2) Aprenda a identificar y disfrutar de las cosas sanas, reales y satisfactorias;  3) Practique una actitud crítica y constructiva para promover cambios; 4) Encuentre las vías reales para gestionarla y encontrar el modo de satisfacer sus necesidades; 5) Realice el esfuerzo para desarrollar las habilidades necesarias para afrontar esa realidad.

Por esa razón, es de agradecer un buen cine, realista y humano. La película ‘Una casa junto al mar’ es un buen ejemplo de ese cine. Hay miles de excelentes películas ‘humanas’ que reflejan la realidad, pero son minoría respecto de las otras.

Resolver un conflicto

Para resolver un conflicto, siempre hay que satisfacer a ambas partes, aunque para ello sea necesario renunciar al logro de un porcentaje de aquello a lo que se aspira o se cree tener derecho. La madurez, responsabilidad y sensatez de ambas partes, hará posible la negociación y la aceptación del logro de ciertas aspiraciones aunque no pueda ser en su totalidad. Lograr la totalidad para ambas partes, suele ser imposible porque en un conflicto, siempre hay que ceder algo, de lo contrario, se imposibilitaría que la otra parte también quedara  razonablemente satisfecha y el conflicto continuaría vivo.  El modo de satisfacerlo también va a ser importante.

Se puede dar satisfacción mediante el logro de lo deseado y reivindicado o mediante la compensación justa, honesta y respetuosa.

Cada parte del conflicto cree tener sus objetivos, intereses, derechos y razones, sean estas últimas explícitas o implícitas, ya que no siempre se defiende abiertamente lo que realmente se pretende.

Un conflicto es un proceso con distintas fases, la última es la resolución del conflicto. Esta última fase puede no llegar nunca, va a depender de la voluntad y habilidad de los implicados. Un conflicto se puede enquistar y perdurar toda la vida. Un conflicto que perdura es un síntoma inequívoco de la falta de voluntad  y habilidades de los implicados para resolverlo de forma inteligente. Todos tienen responsabilidad en las situaciones que se generan.

Un conflicto puede generar cada vez más partes implicadas, más problemas y más complejidad. Los responsables de un conflicto elaboran estrategias para lograr sus objetivos. Cada cual despliega lo que considera más eficaz. Las estrategias no siempre son acertadas o  eficaces, y tampoco siempre son honestas. Uno de los problemas más habituales en los conflictos es subestimar a la otra parte.

Se puede subestimar su poder, su capacidad, sus habilidades, sus derechos, sus apoyos… Si se elabora una estrategia errónea que parte de una mala estimación de la otra parte, se corre el riesgo de dar pasos en falso, ir más allá de lo que sería conveniente, correr demasiado, humillar al otro, ser injusto o implicar irresponsablemente a terceros.

En una mediación para resolver el conflicto se ha de empezar por reconocer el derecho de ambas partes a defender lo fundamental de esos intereses. También es imprescindible, que cada parte identifique: 1) Los errores cometidos y las consecuencias de esos errores; 2) Los aspectos de sus reivindicaciones que pueden ser negociados, de modo que cada parte se descartará de algunas aspiraciones equiparables.

Los tiempos de respuesta en un conflicto pueden ser distintos para cada parte. El tiempo de respuesta puede ser parte de la estrategia planificada o bien una forma habitual de ser y responder. Las distintas fases del conflicto van a durar en función de los tiempos de cada parte.

Muchos conflictos se enquistan porque esa es parte de la estrategia de una o ambas partes. Dado que los intereses reales que motivan los conflictos no necesariamente son explícitos, en un conflicto entre partes siempre cabe preguntarse qué es lo que realmente se está persiguiendo.

Lo que si podemos identificar a través de los conflictos es cuáles son los valores, principios e intereses que se están defendiendo en el día a día del proceso de conflicto, con total independencia de lo que se defiende verbalmente. Nos podemos sorprender al caer en la cuenta de que lo que se expresa como un deseo a alcanzar y lo que se hace para alcanzarlo, no van de la mano, es más, se dan de narices.

La contradicción entre lo que se expresa como objetivo y derecho y la conducta que se sigue para lograrlo es una pista muy fiable para saber si en realidad lo que se defiende es genuino o es una excusa para lograr otras cosas menos ‘defendibles’ o que tendrían menos aceptación por parte de los interesados. La honestidad es una clave fundamental que facilita la resolución de conflictos.

La coherencia también es fundamental. Las alianzas para el proyecto con falsos compañeros pueden ser muy costosas en términos de credibilidad y en términos de negociación. La utilización de mentiras y falsos testigos también son piedras en los procesos de resolución. Las alianzas con instituciones, autoridades y poderes públicos que deberían estar al servicio de toda la población y no solo de una parte del conflicto, también tiene unos constes muy elevados en distintos e importantes ámbitos.

La justicia, proporcionalidad, respeto y equidad también son fundamentales para la resolución de un conflicto. Los actos injustos, desproporcionados y que sólo tratan de servir como pruebas de fuerza y/o escarmiento, solo conducen a la escalada de los mismos. Son una prueba de la ignorancia e incapacidad de los responsables para anticipar la capacidad de reaccionar del otro, además de ser en sí mismos contrarios a una ética socialmente inteligente.

Es triste ver cómo nos enfangamos en conflictos que producen tanto malestar y pérdida de tiempo, esfuerzo, ilusión…  No todas las personas están preparadas para resolver un conflicto y hay que esperar a que exista una mediación o las personas implicadas pasen por un entrenamiento. En conflictos sociales, generalmente, hay que esperar a que vengan otras con más habilidades cognitivas y sociales, así como más voluntad para llevarlo a cabo. Mientras, pueden suceder muchas cosas. Desgraciadamente, hay fases del proceso conflictivo en que la mayoría de lo que sucede es negativo.

Fluir en las relaciones

¿Qué es fluir, en qué consiste?

Fluir es ser uno mismo, ante sí y los demás, sin forzarse a nada ni pretrender nada distinto de lo que esencialmente se es. Fluir es presentarse sin fingimiento ante los demás y actuar con el derecho y la libertad a expresarse sin recelos,  ocultaciones o mentiras. Fluir es aceptarse con los propios conflictos, dificultades e incoherencias; logrando que la propia estima sea habitante permanente de nuestro pensamiento y emociones.

Fluir en las relaciones

Fluir en las relaciones es sentirse a gusto tal como se es y que otras personas acepten del mismo modo, sin reticencias o reservas. Cuando las relaciones fluyen se genera una corriente de afinidad, comunicación, placer y bienestar. Esta corriente de bienestar que fluye,  a su vez  genera confianza, una sensación sólida de que se está en el buen camino y que esa relación tiene muy buenos ingredientes para fraguar un buen futuro.

Cuando las dos personas fluyen en la misma relación, se tiene la sensación de total aceptación y de interés genuino por disfrutar juntos el presente y explorar juntos el futuro. Es una de las sensaciones más gratificantes porque implica que sin necesidad de fingir o pretender dar una imagen distinta de lo que somos, otra persona está dispuesta a implicarse en nuestra vida. Nuestra autoestima (la sana autoestima) se ve reconocida. Nos aceptan y quieren tal como somos, no por nuestros logros, éxitos o lo que tenemos, si no por lo que realmente somos, incluidos nuestros problemas, dificultades y aristas.

Fluir, por lo tanto, es compartir la plenitud del ser con otra persona. Es un placer inmenso que nos produce muchísimo bienestar.

Podemos intuir con quién seremos capaces de fluir. Podemos intuir quién puede reconocernos y aceptarnos plenamente. No tenemos la certeza hasta que empezamos a caminar juntos. Cuando se empieza a caminar compartiendo el trayecto, se experimenta poco a poco la certeza de estar fluyendo, de ser uno mismo sin resquicios, reconocer al otro y ser reconocido y aceptados recíprocamente.

Por todas estas razones, es importante que las personas se den el derecho de ser y no ocultar; ser y no fingir; ser y quererse tal y como son. La única manera de fluir en las relaciones es mostrarse tal cual desde el primer momento. El único modo de no perder el tiempo o no engañarse es permitir que la otra persona nos vea tal y como somos desde el primer momento.

La compatibilidad entre personas no consiste en ser perfectos, consiste en ser altamente combinables. Esta compatibilidad la hacemos posible si nos mostramos tal cual somos. En caso de ocultaciones,  representación de un papel, etc. , lo único que lograremos es crear espacios de fricción, duda o dificultad para la relación.

Fluir y la autoestima

Una sana autoestima es la habilidad de aceptarnos y querernos tal como somos. Nos aceptamos sabiendo que somos imperfectos y susceptibles de mejorar en muchos terrenos. La sana autoestima es la capacidad de vernos sin resquicios con inmensa ternura. Una sana autoestima nos permite conocernos en profundidad y ser honestos con nosotros mismos. La sana autoestima nos da estabilidad emocional y potencia nuestras capacidades para relacionarnos con los demás e incluso para desarrollar cualquier habilidad que nos parezca oportuna o útil.

La sana autoestima llevada a las relaciones, hace posible fluir a ambas personas porque hace posible el encuentro real, sincero, transparente y fértil en una relación.  El interés, reconocimiento y aceptación sin reservas de la otra persona son el espejo de la sana autoestima. Si somos capaces de querernos sin fisuras, somos capaces de querer a otra persona, también sin fisuras. Lo contrario también es cierto.

Las medias aceptaciones o las reservas hacia la otra persona, hacen que las relaciones no fluyan y se generen espacios de distancia, silencio, duda, inseguridad, recelos o desconfianza. Hay, desgraciadamente, muchas relaciones en cuya base se instalan este tipo de ingredientes. Sé que estas relaciones pueden durar años sin que los miembros de la misma sepan poner remedio o decidan poner fin a las mismas. No son relaciones satisfactorias por mucho que se prolonguen en el tiempo.

¿Qué conduce a conformarse y mantener este tipo de relaciones? Muchas razones pueden explicar esta decisión pero, desde mi punto de vista, creo que hay dos o tres razones fundamentales: 1) Falta de confianza en que vamos a encontrar la persona con la que podamos fluir; 2) Falta de confianza en que podemos tener mucho bienestar aunque no la encontremos; 3) Falta de confianza en que seremos queridos tal cual somos porque cuando realmente nos conozca, no nos querrá.

Todas estas desconfianzas las podríamos convertir en confianzas desde un análisis racional. Es decir:

1) Entre tantos millones de personas qué nos hace pensar que no vamos a encontrar la persona/s que sea compatible con nosotros. Estadísticamente, hay muchas probabilidades de encontrar dos perfiles compatibles, no hace falta ningún milagro. Dicho de otro modo: siempre hay un roto para un descosido!!;

2) Nuestra vida es plena desde el momento en que la aceptamos tal cual es y nos ocupamos de disfrutar lo que tenemos, valorándolo y extrayendo el máximo placer de lo que somos y hacemos y de nuestro entorno y relaciones actuales. El problema reside, muchas veces, en pensar que son los demás los que nos hacen felices. Es una de las grandes mentiras;

3) Lo cierto es que si pensamos que tenemos algún rasgo tan horroroso como para no encontrar una persona compatible, lo primero que deberemos hacer es evaluar la gravedad de ese rasgo. Para ello, conviene utilizar una escala racional, realista y objetiva. Si 0 es el mínimo de la escala y 10 el máximo; ser un asesino sería 10. Ahora, respecto de esa ‘condición’ evalúo mi rasgo ‘horroroso’ y veo en qué medida soy tan rechazable. La mayoría de las cosas que creemos ‘horrorosas’ no lo son para los demás y no deberían serlo para nosotros. Eso no significa que  no sea bueno esforzarse por pulir y mejorar habilidades, ambas actitudes: aceptación realista y pulimentado de aristas, son absolutamente compatibles. Es más, son necesarios y se retroalimentan positivamente, porque es desde la aceptación de uno con sus errores y fallos, desde donde se coge energía sana y positiva para cambiar lo que se desea.

Lo real es que cada persona tiene cualidades atractivas e interesantes y compatibles para otras personas. Dependerá de nosotros mismos que nos centremos en las que son atractivas o en las que no lo son. Centrarnos en lo más eficaz y funcional de nuestra personalidad hará que en la vida cotidiana produzcamos más bienestar que malestar a nosotros mismos y en nuestro entorno. Mientras, en vez de ocultar nuestros rasgos más disfuncionales, conviene ponerlos sobre la mesa, advertir de ellos a la otra persona y responsabilizarnos de ellos para tratar de compensarlos y/o corregirlos. Tenemos toda la vida por delante para aprender a ser más funcionales.

El proceso puede ser un proyecto muy interesante, tanto en solitario como en pareja, o alternando ambos estados a lo largo del mismo. Lo importante es vivir plenamente, con plena conciencia de quién soy y qué necesito para satisfacer a ese ser.