¿Qué espero?

Dar o Recibir

Imaginemos la siguiente conversación entre los dos miembros de una pareja (en este caso hetero, por simplificar el diálogo):

  1. Ella: ¿Por qué no me respondes a los mimos que te hago?
  2. Él: ¿Por qué me haces mimos?
  3. Ella: Hombre… porque me apetece darte cariño y que te sientas querido
  4. Él: Bien, entonces ya has hecho lo que querías. ¿Quieres algo más?
  5. Ella: Si, que tú me respondas.
  6. Él: Ah… ¿entonces tú me haces mimos para que yo te haga mimos?
  7. Ella: No exactamente. A mí me apetecía hacerte mimos pero además me apetece que tú me hagas mimos.
  8. Él: Ah… ¿entonces, en cualquiera de los dos casos has hecho lo que a ti te apetecía?
  9. Ella: Si, claro, me apetece pero lo hago para que tú te sientas bien
  10. Él: Ah… ¿Me has preguntado cómo me siento yo bien?
  11. Ella: Pues no, chico, qué complicado eres… Supongo que te sientes bien como todo el mundo, cuando le hacen mimos.
  12. Él: Creo que confundes lo que a ti te apetece y necesitas con lo que yo necesito y me apetece. No siempre me apetece que me hagan mimos. Hay veces que me apetece muchísimo y no me los hacen… ¿Me conoces lo suficiente como para saber cuando sucede todo eso?
  13. Ella: Pues supongo que sí, después de 15 años juntos…
  14. Él: Entonces ¿por qué no me has observado lo suficiente para darte cuenta de que en estos momentos yo no necesitaba mimos y lo que quería era una escucha atenta al problema que te estaba planteando?
  15. Ella: Pues, no sé, quizás he dado por hecho que preferías un mimo.
  16. Él: ¿Y no será que proyectabas sobre mí lo que tú hubieras deseado en esos momentos?

En realidad cuando ‘damos’ cariño ¿cuál es nuestra intención, darlo o recibirlo? Si yo me acerco a mi pareja mimosa/o, qué objetivo persigo:

  • ¿Qué se sienta bien porque he detectado que necesitaba de mis mimos?
  •  ¿Sentirme yo bien porque necesito o me apetece proximidad?

Creo que en las relaciones afectivas y en las relaciones amorosas es importante saber qué es lo que realmente motiva nuestras acciones. Las consecuencias de desconocerlo son, por ejemplo, que creemos que estamos ‘dando’ y que no recibimos a cambio, cuando en realidad estamos siempre tratando de recibir, aunque no nos demos cuenta de ello.

Esta actitud ‘ciega’ suele  provocar en la otra persona irritación, incomodidad o rechazo. Puede que no sea consciente de lo que está pasando, puede que no lo haya racionalizado pero a nivel intuitivo y sensitivo lo vive como una especie de ‘uso’ indebido de su intimidad.

Esta misma actitud se da en las relaciones sexuales. ¿Cuántas veces nos acercamos a nuestra pareja con ánimo de tener RRSS para satisfacer nuestro propio deseo pero no estamos considerando lo que desea la otra persona ni cómo lo desea?

Un tema para reflexionar

Saludos

Mi diálogo neu-erótico

Hoy me he vuelto a descubrir en un diálogo interior mientras estaba en la intimidad con mi pareja. Cuando me doy cuenta, me paro a escuchar el runrún de mi mente y empiezo a recordar las últimas frases que me estaban bombardeando casi al ritmo del pulso:

  • «Nunca lograré alcanzar el orgasmo, por más que se empeñe»
  • «¿Qué corte, ahora cómo digo que quiero utilizar preservativo?»

Me esfuerzo un poco más y me doy cuenta de que llevo un rato con este tipo de pensamientos mientras se supone que estoy compartiendo (¿?) juegos eróticos con mi pareja. Tiro del hilo y he aquí lo que sale…

  • «Tengo que meter la tripa para disimular mis kilos de más»
  • «No puedo poner esa postura porque con mi torpeza seguro que parezco un pato mareado”
  • «Qué vergüenza, no tengo ni idea de cómo empezar pero tengo que disimularlo si no va a pensar que no tengo experiencia»
  • «Siempre empieza del mismo modo, debería saber que no me gusta nada y tendría que prestar más atención…»
  •  Qué horror, tiene ganas de jugar y yo sin ducharme, ¿No puedo parar ahora para asearme un poco voy a cortar todo el rollo?»

Cada día voy tomando mayor conciencia de estos diálogos que mantengo en silencio y también me doy cuenta de cómo me afectan. Parece mentira que en una situación erótica mi mente esté produciendo discursos neu(e)róticos, como yo les llamo.

Hoy, no sólo es que me hayan distraído como en otras ocasiones, hoy han supuesto que me sienta con inseguridad, sin ganas, sin deseo, que pierda la ilusión por el juego y que me dé vergüenza compartir la intimidad y el erotismo con mi pareja.

Me doy cuenta de que en este diálogo interior estoy negándome la posibilidad de disfrutar y ser yo mismo/a:

  • me maltrato (“Tengo que disimular”…, “con mi torpeza”…) y maltrato mi autoestima 
  • dramatizo (“qué horror”) y desestabilizo mi bienestar 
  • veo la vida como una obligación (“tengo que”, “no puedo” … ) y no me implico verdaderamente
  • creo que mi placer depende de la otra persona (“debería saber”, “tendría que” …) y pienso/siento que no tengo el timón de mi bienestar
  • veo la vida en blanco y negro (“siempre”, “nunca”) y me siento frustrado/a
  • Etc.

He aprendido que soy responsable de mis diálogos, de cómo me afectan y de sus consecuencias en mi vida diaria, en mi estado de ánimo y en mis relaciones.

He aprendido que conviene que los escuche y trate de pararlos, tomando las riendas de mis pensamientos, emociones-sentimientos y conductas

¿Y si vamos un paso más allá y tratamos de cuestionarnos ese tipo de ideas negativas o bloqueantes?

El próximo artículo “Cómo vaciar la papelera” lo dedicaré a este tema.

Enamorarse no es amar

 

Existe una gran confusión entre ambos conceptos y también entre las experiencias que dan lugar a su formulación.

Existe el enamoramiento sin amor y el amor sin enamoramiento. También es bueno saber que hay muchas formas de expresar tanto el enamoramiento como el amor, en función de la personalidad, edad, cultura, tipo de relación…

La mayor diferencia que podemos señalar es que el enamoramiento puede tener bastantes más ingredientes proyectivos, mientras que el amor tiene más dinámicas compartidas o interactivas. Pero hay más diferencias.

En ambos casos puede existir un sano egoísmo. Sin embargo, el egoísmo más insano no se puede dar cuando se ama profundamente pero sí se puede dar durante el enamoramiento.

De hecho, durante el enamoramiento se pueden dar la posesividad, los celos, la desconfianza, la mentira, el rencor…  Cuando se ama profundamente, todos estos sentimientos quedan al margen porque el amor se fundamenta en sentimientos de generosidad, bondad y confianza.

Durante la fase de enamoramiento, por regla general, aún no conocemos lo suficiente a la persona elegida, por lo que nuestro deseo de estar con esa persona y nuestro interés están basados en muchas suposiciones que todavía hay que confirmar. Solo el trato a través del tiempo nos dirá si nuestro interés y afinidad con esa persona estaban fundamentados en la realidad o por el contrario, eran solo ilusiones e imaginación nuestra, llevados por la grata sensación de la atracción, deseo, seducción, curiosidad… El tiempo nos dirá si hemos sido capaces de construir algo con esa ilusión inicial y los mimbres que tenemos.

A pesar de que en la fase de enamoramiento se pueden generar unos sentimientos muy intensos y eso nos hace creer que estamos amando sin embargo, la realidad nos demuestra que, solo cuando hemos avanzado en esa primera etapa del enamoramiento, entonces podemos empezar a amar y profundizar en el amor. En las primeras etapas del enamoramiento, no amamos con profundidad, claridad y amplitud a esa persona porque sin conocer a alguien ampliamente es muy difícil amarla de forma realista.

El enamoramiento es un proceso que tiene principio y por regla general tiene fin. El amor tiene principio pero si es un amor sólido no tiene por qué tener fin aunque cambie su orientación, escenario y contenidos.

El principio del enamoramiento es un estado de activación y reorientación emocional de cierta intensidad, donde la ilusión y expectativas juegan un papel fundamental. Entre el principio y el fin del enamoramiento transcurren fases en las que vamos consolidando o desestimando esos cambios emocionales. El enamoramiento incluye fundamentalmente:

  • ilusión, expectativas, interés, curiosidad,
  • atracción, afinidad, deseo
  •  emotividad, ternura, empatia
  • dudas, incertidumbre, inseguridad, descubrimiento, sorpresa
  • juego, seducción, negociación, adaptación
  • vulnerabilidad, tanteo, exploración, prevención, observación
  • intercambio información, acceso al conocimiento, aprendizaje de significados, interpretación
  • imaginación, proyección, fantasía
  • esperanza, sueño,
  • marketing  para mostrar lo mejor de sí mismos. Esta dinámica puede llegar a la ocultación, mentira y engaño

Quiere esto decir que no se pueda amar desde el primer momento de enamoramiento, no, pero el hecho de estar en un proceso de conocimiento y adaptación mientras se sienten emociones muy intensas -despertadas por el interés, la afinidad, la atracción y la curiosidad- hacen muy difícil que despleguemos simultáneamente nuestra capacidad de amar, con el realismo, el sosiego y la generosidad necesarias.

El fin del enamoramiento puede incluir desde la desilusión total hasta un amor que se va consolidando con más o menos profundidad, compromiso y pasión; entre medias caben muchas fórmulas. Es difícil que una relación mantenga el estado de enamoramiento inicial, por lo general,  las emociones pasan a ser de carácter más profundo y estable (sentimientos sólidos); hay menos factores de ilusión y expectativas y más factores de compromiso y lealtad.

El amor incluye conocimiento, aceptación, reconocimiento y respeto por lo que es cada persona. Sin un conocimiento amplio, es difícil que se dé la aceptación real y profunda de esa persona. Amar incluye, sobre todo, los siguientes factores:

  • aceptar, apreciar, estimar, querer
  • confiar, admirar, creer, disfrutar
  • desear, satisfacer, jugar, seducir, explorar
  • atender, cuidar, ocuparse, dedicarse… a la otra persona
  • comunicarse, compartir, proyectar, construir
  • compromiso, lealtad, honestidad, respeto, tolerancia
  •  apoyo, generosidad, bondad, flexibilidad, negociación, cesión
  •  aprender, crecer, acompañar, observar, escuchar
  • potenciar, reconocer, ayudar, implicarse

Amar es la capacidad de tratar bien a las personas a quienes tratamos. La profundidad y amplitud del amor estarán en consonancia con los contenidos de la relación que mantengamos. Podemos tratar bien (amar) de un modo ocasional a personas con las que apenas tenemos trato, relación o compromiso y podemos tratar bien a personas con las que hemos creado un vínculo muy estrecho de convivencia, afecto, interés y proyecto de vida.  Es decir, ser honestos, respetar, atender o escuchar a un compañero del trabajo, son dinámicas amables que pueden ser el resultado de un afecto, aprecio y actitud hacia el buen trato, aunque no mantengamos ninguna relación amorosa.

El amor, el arte de amar, no es un reducto que solo se exprese en nuestras relaciones más íntimas y comprometidas. De hecho, el respeto y consideración hacia otros semejantes, hace recomendable que practiquemos el arte de cuidar bien a los demás, en cualquier ocasión y circunstancia. Cuanto más lo practiquemos más fácil nos resultará que se manifieste de forma espontánea.

El trato incorrecto o el mal trato hacia los demás, es un síntoma de algún tipo de disfuncionalidad socio-emocional. Es un síntoma de desamor, ya sea por un problema personal puntual o por una trayectoria emocional poco sana. El mal trato indica nuestro propio malestar o nuestra falta de empatía y consideración hacia el otro.

Tratar bien a los demás (amar) nos produce sensación de libertad y de bienestar; nos genera alegría y energía, nos da optimismo y esperanza. Tratar bien a los demás es hacer un ejercicio por el bienestar común, es cuidar el entorno, es cuidarnos a nosotros mismos.

Por lo tanto, cuando nos enamoramos también podemos tratar bien a la persona a quien van destinados nuestros sentimientos, es decir, podemos amarla, pero lo estaremos haciendo sin la amplitud y contenidos del amor profundo que ancla en el conocimiento, la realidad y el compromiso.

De nuevo, menciono la idea inicial que señalaba la posibilidad del enamoramiento sin amor y el amor sin enamoramiento. Creo que es una distinción muy útil cuando iniciamos relaciones ‘amorosas’. También cuando las terminamos!!!

Muchas relaciones terminan con malos sentimientos, discusiones, enfrentamientos, conflictos, desamor, distanciamiento, frialdad, rencor… Muchas personas creen que esto es lo ‘normal’ y que es lógico terminar ‘mal’ una relación porque hay razones para acabarla. Nada más lejos de la realidad. Si aplicamos la idea que venimos trabajando en esta reflexión sobre el buen trato hacia los demás, una separación puede realizarse bajo el paraguas del buen trato, es decir, del amor. Se puede terminar una relación y permitir que el amor continúe presente, de otra forma pero presente. Si esto no es posible, habrá que cuestionarse si de verdad existía amor.

Si el amor ha estado presente en una relación de amor (por algo se llamará así), ¿por qué razón tendría que desaparecer al separarse las personas? Puede que una pareja ya no esté en condiciones de convivir porque sus vidas hayan tomado caminos divergentes; puede que se separen porque alguno de los dos se ha enamorado de otra persona; puede que se separen por muchos otros motivos. Ninguno de estos motivos –si existe el amor- debería implicar el desamor, es decir, el mal trato hacia alguien a quien hemos amado. Implicará un cambio de relación y un cambio de contenidos (convivencia, relaciones sexuales, compartir proyectos, vivienda, etc.); puede implicar distancia durante un tiempo para curar heridas y cicatrizar o para evitar herir sensibilidades (buen trato);  puede implicar divorcio y abogados que lleven las causas; puede implicar separación de bienes; puede implicar negociaciones, etc. Todo ello será mucho más sano si se hace con un trato exquisito, es decir tratando bien a la persona de la que nos separamos.

Una buena relación de amor, después de una separación y sus tiempos razonables de duelo y reajuste, puede derivar en una excelente relación de amigos, ex, familia… o como se quiera etiquetar. Que exista buena relación entre parejas ya separadas es un buen síntoma de que esas dos personas saben quererse, se respetan, tienen cierta madurez y dan prioridad a los buenos sentimientos. Es un excelente indicador para futuras parejas, o debería serlo. Sin embargo, el tipo de creencias  que hemos mencionado antes, llevan a muchas personas a sentir celos o inseguridad y desconfianza cuando se encuentran con personas que mantienen estas excelentes relaciones. Creo que ese error en la interpretación es muy común. La mayor parte de la gente se asombra de que pueda haber cariño después de la separación (¡!!)

La vida, al final, es el resultado de cómo la vivimos tanto o más que el resultado de lo que vivimos. De una vida de respeto, cariño y apoyo a familia, amigos, parejas, compañeros, clientes… obtendremos un saldo emocional y social muy positivo.

Amar sin reservas

Amar sin reservas implica que esa relación admite a cada individuo al 100%. Sin reservas significa transparencia pero no significa diluirse en el otro.

Muchas personas confunden esta expresión con la idea de gregarismo, es decir, hacerlo todo juntos y no tener espacios ni tiempos de soledad, autonomía o privacidad individual. Muy al contrario.

Amar sin reservas es basar la relación en la honestidad y la mutua confianza.  Para amar sin reservas es necesario que cada persona pueda ejercer y expresar lo que piensa, siente o desea sin temor a ser juzgado y descalificado o ‘destronado’. Es necesario que sea fiel a sí mismo/a.

La relación basada en el amor sin reservas incluye dos seres completos, no dos medias naranjas. La compatibilidad de una relación solo se puede dar cuando las dos personas se pueden manifestar total y abiertamente, si no, lo que se produce es un acoplamiento pero no se comprueba que sean compatibles.

Amar sin reservas es considerar que la otra persona tiene derecho a conocerme y saber dónde estoy en la relación, qué espero de la misma, qué estoy dispuesto a aportar, qué cambios se están produciendo en mi, qué dudas se me generan…Amar sin reservas conlleva un esfuerzo por la comunicación, por mantener a la otra persona al corriente de nuestra vida, inquietudes, proyectos, emociones, actividades, relaciones y deseos.

En la vida práctica significa que cada persona pueda dar continuidad a su vida individual, sus actividades, compromisos, responsabilidades y proyectos, al tiempo que comparte con la otra persona actividades nuevas o parte de las actividades anteriores. Es sano y funcional para construir el amor que cada persona pueda desarrollar y dar continuidad, sin ocultación, a toda la actividad que venía realizando hasta que inició la nueva relación.

Ocultar, callar, mentir, esconder… son reservas que estamos haciendo a la relación. Pueden ser de tipo psicológico, por ejemplo, me callo que soy muy perfeccionista o que soy muy impuntual por miedo a que me rechace la otra persona. Trato de ocultar lo que yo considero mis defectos o mis aristas para resultar más atractivo/a o porque me avergüenzo. Hay más campos sobre los que podemos establecer reservas. Por ejemplo, en el campo de las relaciones cuando evito introducir a esa persona con determinados amigos por miedo a que no se caigan bien o a que me califique negativamente debido a mis amistades. En el campo laboral, también puedo ocultar aspectos de mi trabajo que me avergüenzan, etc.

Una relación que se basa en las reservas es una relación donde las personas no se sienten aceptadas ni respetadas. Con independencia de que la causa sea uno mismo y sus temores o complejos, o sea la actitud crítica, intolerante o incompatible de la otra persona, o ambas, lo cierto es que si no podemos mostrarnos sin reservas en una relación de amor, sentiremos que se genera un espacio de distancia entre ambos, un espacio donde nos sentimos aislados aunque estemos en la relación. Esa sensación es un aspecto vulnerable de la relación, convirtiendo en grieta y resquicio lo que convendría que fuera fundamento sólido. Esas grietas en la base de una relación amorosa pueden dar al traste con la relación porque la comunicación se hace difícil (silencios, ausencias, distracciones…) y las personas nos acercamos a quien sabe escucharnos.

De este modo, el amor sin reservas conlleva el respeto a la situación de la otra persona, por eso es fundamental que cada miembro de la relación muestre abiertamente su situación y la comparta. Compartir no significa actuar gregariamente o implicarse desde un inicio. Este podría ser el siguiente paso en una relación que avanza. Compartir en unos casos puede ser hablar y escuchar, en otros apoyo emocional, en otros reflexionar juntos, etc. Hay muchas maneras de compartir.

En definitiva, sin reservas significa ser uno mismo y sentir que nos podemos expresar y manifestar mostrándonos y mostrando nuestro mundo. Sin reservas significa que no importa cuál sea nuestra situación, si hemos de explorar las posibilidades de una relación amorosa, es mejor que nos sintamos libres y con derecho a ser. No es bueno tener miedo a mostrarnos tal cual.

Sin reservas, implica que escuchamos las necesidades que nos manifiesta la otra persona y evaluamos sin juzgar y sin engañarnos la compatibilidad con nuestras propias necesidades. Sin reservas significa honestidad para con nosotros y para con la otra persona.