Homeostasis Social

Equilibrio y Salud

La naturaleza, la sociedad humana y las personas que la constituimos formamos un sistema en interacción. Ese sistema lo podemos comparar con un edificio, con su estructura, sus cimientos, sus materiales, su superficie, su altura, sus espacios, etc. Para que el edificio se mantenga, funcione y sea estable, es necesario que respete un principio fundamental: el equilibrio. Con los organismos vivos sucede igual, la homeostasis o equilibrio es fundamental para su supervivencia.

El equilibrio de una sociedad también es la mejor garantía para prevenir y defenderse con eficacia de los efectos de cualquier amenaza al colectivo o a sus individuos.

El desequilibrio provoca grietas, desajustes, disfunciones, vulnerabilidad, descontrol, injusticias y situaciones de caos.

La química del cerebro

Básicamente, nuestro cuerpo es química, y el cerebro es su sala de máquinas. El cerebro es una maravilla de la evolución: es química (biológia) + experiencia individual (psicología) + experiencia colectiva (sociedad y cultura). Para que un organismo funcione bien, necesita una homeostasis o equilibrio. Para que un cuerpo y una sociedad funcionen bien, necesitan un equilibrio entre esos tres elementos bio-psico-sociales.

El cerebro humano es producto de esa extraordinaria plasticidad de la química, de los procesos evolutivos, y de la interacción social.

De modo que hoy podemos hablar de cerebro colectivo, ya no somos química, somos una combinación extraordinaria bio-psico-social. Desde una simple palabra hasta una compleja fórmula para producir un medicamento, son producto de la evolución social y del ‘almacenamiento’ cultural que ha generado la humanidad en su conjunto. Ese almacenamiento se actualiza en los cerebros individuales a través de la Educación, la cultura y la socialización.

El cerebro colectivo

Cuanto más equilibrio se produzca en el sistema social, mejor se comparte el legado cultural y más individuos lograran participar de los logros colectivos. Cuantos más individuos accedan al cerebro colectivo, más contribuirán a su sostenibilidad, supervivencia y enriquecimiento.

El cerebro colectivo siempre ha querido comprender y controlar su entorno, para ello genera teorías, religiones, rituales y costumbres, la observación, la contrastación y, por último, el método científico.

El cerebro colectivo, en sus manifestaciones científica, política, académica, solidaria e incluso visionaria, ha hecho posible el avance del conocimiento, la investigación, la filosofía, las leyes, la medicina, los fármacos, la higiene, salud, alimentación, prevención, etc. Todo ello nos ha llevado a prolongar la esperanza de vida hasta duplicarla en cuestión de un siglo.

Ese cerebro colectivo también ha creado instituciones supranacionales de carácter global como la OMS (WHO en sus siglas en inglés); la FAO; Naciones Unidas; OCDE; etc., con el objetivo de crear conocimiento común, colaborando entre todos los países miembros para compartirlo y aplicarlo, persiguiendo una sociedad global más equilibrada en términos de bienestar, salud, rentas, derechos y oportunidades de todos los individuos que comparten el planeta.

La misión de estas organizaciones no es fácil, ni rápida, ni exenta de vaivenes, problemas y esfuerzo. Sin embargo, hasta la fecha, son el proyecto más ‘humanista’ y equitativo.

Una de las mayores dificultades para estas organizaciones y su misión humanista es que el cerebro colectivo no siempre rema en la misma dirección. Hay individuos y grupos que se alimentan de él en una u otra forma, pero boicotean su esencia.

Hoy en día, tenemos suficiente experiencia para ser conscientes de la importancia del equilibrio social y de preservar lo valioso de la cultura humana. Sin embargo, sigue habiendo individuos (disidentes) a quienes este principio no convence. Su visión es individualista, por egoísmo y por ceguera se olvidan de que su posición es debida al esfuerzo colectivo previo y coetáneo.

El equilibrio consiste en conjugar la evolución y cultura colectiva para proteger una evolución controlada, consciente, responsable y sostenible, al tiempo que se potencian y protegen los derechos y el desarrollo de cada persona.

Las divergencias

Las divergencias y disidencias se plasman en las ideologías, en los criterios, en las prioridades, en los valores y en las conductas y decisiones de las personas, de los grupos sociales y de los políticos y los partidos a los que representan.

Hay divergencias que se producen por ignorancia. Muchas personas piensan que la pobreza, la desnutrición, la falta de educación, el hacinamiento y la falta de oportunidades son responsabilidad del individuo, no de la sociedad.

Hay divergencias que se producen por miedos, complejos, prejuicios, cegueras y/o egoísmos. Por ejemplo, algunas personas quieren más privilegios que otros, se inventan un sistema para justificar su derecho a esos privilegios y desarrollan leyes, normas y estructuras sociales que los reproducen. Aunque no los legitimen, viven protegidos por un sistema de vasallos, adláteres y conniventes a los que alimentan.

Hay divergencias que se producen por falta de conciencia y/o ética. Por ejemplo, la utilización de los servicios de prostitución a pesar de que es una lacra social que atenta contra la salud, la dignidad, la igualdad, el desarrollo o la equidad de una gran parte de la humanidad.

Hay divergencias que se producen por sociopatía y/o psicopatía. La trata de seres humanos, la explotación de la mano de obra, las estafas, los timos, la malversación, los abusos de poder, los asesinatos…

Podría extenderme mucho más, pero creo que los ejemplos aportados ilustran con claridad el tipo de discrepancias o divergencias de ese cerebro colectivo.

Las que más me interesan aquí y ahora son el conjunto de las divergencias que se producen por la inercia. Inercia que es consecuencia de una sociedad que atiende al principio del constante movimiento y crecimiento, sin pararse a reflexionar, creando sectores de la sociedad con un inestable entramado social sin un rumbo consciente, que actúa a ciegas, con consignas en cierto grado ajenas, que producen comodidades y resultan adictivas y tóxicas a medio y largo plazo.

Esa inercia es dinámica y toma velocidad, acelera y se convierte en una avalancha. El covid-19 es un virus como tantos otros han existido en la Historia de la Humanidad. Los efectos devastadores no derivan de su propia capacidad, sino del estilo de vida y de esa inercia social. El covid-19 se ceba con los más vulnerables. ¿Quiénes son y por qué son más vulnerables?

Los más vulnerables

Las personas octogenarias que habitan residencias públicas pero de gestión privada, o privadas y públicas sin control, sin dotaciones o sin una gestión adecuada. A saber con qué tipo de alimentación, higiene, cuidados, atención médica, control, ejercicio, actividades de estimulación mental, etc. ¿Toman suficiente leche, verduras frescas, fruta, pescado fresco, carne, legumbres y aceites en buen estado?  ¿Tienen suficiente higiene? ¿Reciben el trato emocional y el respeto necesarios? ¿tienen los controles sanitarios adecuados? ¿Están atendidos como nos gustaría que nos atendieran a nosotros?

Las personas que tienen enfermedades crónicas, causadas en parte por el estilo de vida al que en su mayoría ha contribuido el modelo económico defendido por intereses de sectores privilegiados: fumar, vida sedentaria, horas de televisión, abundante y mala alimentación, colmenas de viviendas sin jardín en zonas con alta densidad de población, contaminación de ruidos y de CO2.

Las personas con enfermedades autoinmunes, en parte provocadas por el propio medio ambiente de las ciudades con la contaminación; también en parte provocadas por la alimentación, y sin duda provocadas por el estrés, la ansiedad y los problemas emocionales que los déficits educacionales (familiares y escolares) generan durante el proceso de socialización.

Son vulnerables los sanitarios en primera línea, que han sufrido los recortes ilimitados de un modelo neoliberal absurdo, deficiente, injusto y a todas luces fracasado, pero al que muchos políticos rinden pleitesía. Estos políticos vasallos de las grupos sociales privilegiados a su vez, son producto de la mediocridad, de la miseria humana, de la existencia de privilegios insostenibles. La consigna durante varias décadas, incluida la última crisis, ha sido ‘Recortes en lo Público’ ‘Facilidades a lo privado’. Los recortes se han materializado en Educación pública, en Investigación, en Sanidad, en Medio Ambiente, en Cultura. Las facilidades han alcanzado cotas de locura como apoyar hasta lo esperpéntico la construcción de un ‘Las Vegas’ Madrid.

Son vulnerables la inmensa mayoría de mujeres que practican la prostitución, expuestas a las demandas y exigencias de sus clientes. Mujeres que en gran parte han accedido a este tipo de actividad porque carecen de estudios y oportunidades y prefieren la explotación de los hombres a ser explotadas por otras mujeres en trabajos mal remunerados, exigentes y poco valorados (trabajadoras del hogar).

Son vulnerables las parejas y familias (hijos, padres, madres…) de todos esos hombres que utilizan la prostitución. Parejas y familias a las que se miente, a quienes no se les informa de esta práctica ni del peligro que comporta, con quienes se ejerce una gran deslealtad, y, por lo tanto, a las que se expone a un peligro constante de contagio del covid-19 o transmisión de enfermedades de todo tipo.

Son vulnerables las sociedades que han dedicado su capital humano, inteligencia, conocimiento y recursos a desarrollar modelos económicos basados fundamentalmente en un solo sector, como por ejemplo el turismo o la construcción y especulación, frenando e incluso boicoteando irracionalmente iniciativas con gran futuro (energía solar), o desestimando la importancia de desarrollar más y mejor industria energética, textil, alimentaria, farmacéutica, investigación, tecnológica… o a desarrollar sectores de ‘reflexión’ potenciando en las distintas etapas educativas asignaturas como la filosofía, la sociología, la psicología… o apoyando sin resquicios la cultura a través de la música, la literatura, el teatro, el cine, la danza, la creatividad, las artes plásticas… Paradójicamente, estas últimas, hoy nos ayudan a sobrellevar el confinamiento.

En otros grupos la droga les impide el auto control, una vida saludable y un buen sistema autoinmune, muchas de estas personas, desarrollan problemas mentales que les impiden tomar decisiones racionales y funcionales. Otros sencillamente se sienten marginados, olvidados de la sociedad, excluidos de las ventajas y privilegios que exhiben muchos de los que les piden la responsabilidad de protegerse y proteger.

También son vulnerables aquellos que no tienen suficientes conocimientos y por lo tanto no disfrutan de una verdadera y suficiente autonomía, ni capacidad para acceder a la información veraz. Estos y otros son marionetas, títeres sin voluntad a los que en estas circunstancias es difícil hacerles llegar mensajes de responsabilidad, solidaridad, prevención de la salud y confinamiento. Son hijos de la publicidad, las redes sociales, el postureo, los cotilleos, la banalidad y el vaciamiento intelectual. No tienen más rumbo que el reconocimiento social. La adicción está presente y les convierte en carne de cañón para las ventas de casi cualquier cosa: tecnología, fitness, dietas, imagen, moda, deporte, alcohol, fiestas, drogas…

Hay más grupos vulnerables, no es mi deseo ser exhaustiva nombrándolos a todos, porque con total seguridad vendrán casos y ejemplos a nuestras mentes.

Todos estos grupos vulnerables, deben su situación a la inercia de una sociedad orientada al desequilibrio, a las desigualdades, al individualismo, a la cobardía, al egoísmo… En definitiva, una inercia de destrucción de la sociedad sostenible. Una inercia que alimenta el desequilibrio y el desajuste, y por lo tanto la disfuncionalidad del sistema social.

Estos son avisos claros de que el desequilibrio genera grietas y puede comprometer las estructuras aparentemente sólidas, llevando al desajuste y al precipicio a sistemas enteros.

Reorientemos, de nuevo, nuestro modelo de sociedad hacia una sociedad equilibrada, para evitar que estos avisos sean cada vez más frecuentes, hasta que sea imposible controlarlos.

Tenemos una oportunidad, de nuevo, para reflexionar y cambiar el rumbo. Hagámoslo entre todos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *