La negación

Una trampa emocional

¿En qué consiste la negación?

Es la actitud y conducta de actuar y pensar como si una realidad no formara parte de nuestra vida, como si no existiera.

La negación se puede practicar en ámbitos de las relaciones, del aprendizaje, de la vida laboral o académica, de la salud, etc.

Puede formar parte de nuestro estilo de pensamiento y por lo tanto de nuestra personalidad o puede ser una respuesta concreta en un momento de nuestra vida.

La negación puede ser una estrategia individual o puede ser el resultado de un aprendizaje familiar.

¿Cómo es el proceso de la negación?

El proceso de la negación tiene un origen, un mantenimiento o afrontamiento y una cronificación o disolución. Obviamente, si mantenemos la negación, se cronificará, influyendo en nuestra vida de modo que no nos permitirá resolver los problemas. Si tomamos conciencia y la afrontamos, podremos disolver la negación y gestionar el problema satisfactoriamente.

La negación puede tener distintos orígenes:

  1. El dolor, el miedo al dolor y el temor a no ser capaces de gestionar el dolor.
  2. La falta de confianza en nuestros recursos para superar una situación.
  3. La falta de motivación para realizar los cambios necesarios para solucionar un problema.
  4. La soberbia
  5. La ignorancia  

La negación como estrategia para huir o paliar el dolor es muy frecuente. Deriva de un déficit en habilidades emocionales o cognitivas para gestionar el dolor. El dolor se puede producir por un hecho ajeno a nosotros o por nuestra propia conducta.

Si es un hecho ajeno a nosotros, como el dolor de una pérdida, de un rechazo o de una enfermedad, la negación comienza cuando no queremos admitir la realidad. No la queremos admitir porque anticipamos todas las consecuencias negativas, tristes, dolorosas, incomodas… que esa nueva situación -no deseada- nos va a causar, y anticipamos también que nuestra vida va a ser casi ‘imposible’ o muy difícil con esa nueva realidad que nos disgusta. Un claro ejemplo sería cuando nos dan un diagnóstico grave, cuando nos despiden del trabajo o cuando fallece un ser querido.

Si la negación deriva de un hecho provocado por nuestra propia conducta, el proceso comienza cuando no queremos hacernos responsables de haber cometido un error. Este miedo a la asumción de responsabilidades puede estar provocado por la soberbia (narcisismo) o falta de humildad, o puede estar provocado por un pobre autoconcepto y la desconfianza en nuestros propios recursos para solucionar la situación creada por nuestra conducta. El miedo a reconocer nuestra responsabilidad nos puede llegar a negar nuestra implicación. Como ejemplo clásico de este tipo de negación serviría el de muchos políticos que echan siempre balones fuera.

Muchas veces, la ignorancia sobre aspectos importantes de la conducta humana, las relaciones sociales, los códigos de actuación, los protocolos, las jerarquías, etc., hacen que no veamos la realidad con toda su complejidad, incluso negando aspectos de la misma que parecen obvios ante una visión más perspicaz. Un ejemplo de este tipo de negación sería la postura que defiende una explicación únicamente biológica (genética, fisiológica) como causa de los problemas mentales.

En ocasiones, la falta de motivación para hacer un esfuerzo personal y poner en marcha los mecanismos de cambio, llevan a que las personas optemos por negar el problema, tratando de ese modo de liberarnos (siquiera superficialmente) del problema. Un caso típico de esta tipología de negación es el sobrepeso o cualquier otro tipo de adicción (alcohol, tabaco, otras drogas, juego…)

Cómo afrontar la negación

Hay que tener en cuenta que este proceso de afrontamiento se puede realizar con la ayuda de un/a psicólogo/a que nos puede orientar y acompañar para hacer nuestro camino de forma muy eficaz.

El primer paso consiste en entrenar la confianza en nuestros recursos para manejar el malestar (dolor, miedo, inquietud, impaciencia…) o para aprender técnicas y desarrollar habilidades que nos capaciten para gestionar esas emociones de forma funcional, sana y eficaz. Tendré presente en todo momento que voy a ser capaz de transitar y experimentar el dolor o la molestia y superarlos.

El segundo paso es aprender a identificar esa conducta, que a veces puede ser muy sutil o estar tan arraigada que nos cuesta ser conscientes de su existencia.

Una técnica bastante eficaz para detectar un proceso de negación es ‘escuchar’ nuestras emociones y algún diálogo interior o auto instrucción. Ciertas emociones como la inquietud, la angustia y la irascibilidad, nos pueden estar indicando que hay un conflicto interior que no hemos resuelto. Conviene intentar identificar ese diálogo interior y ver qué estamos ‘silenciando’. Eso que tratamos de silenciar, es un proceso de negación. Otras veces, el insomnio o la falta de relajación, también nos están indicando que hay algo ‘pendiente’ de abordar y que estamos evitando.

El tercer paso consiste en analizar las causas que me llevan a la negación. Este paso lo haré teniendo siempre presente mi confianza y capacidad para aprender. A veces es doloroso identificar las razones que me conducen a la negación. Otras veces es muy liberador. En cualquier caso, aprender a analizarlo y a afrontar su superación, será siempre liberador, satisfactorio y nos capacitará para vivir con mayor serenidad, responsabilidad y satisfacción.

El cuarto paso consiste en planificar las acciones que me van a llevar a superar el problema que estaba negando.

El quinto paso será ponerlas en práctica. Mientras las practicamos, evaluamos la eficacia de nuestro plan, las dificultades, ventajas y progresos que estamos realizando. Nos daremos el reconocimiento que nos merecemos por nuestro trabajo y esfuerzo. Reforzaremos la confianza en nuestra capacidad de cambiar, aprender y mejorar conductas.

Consecuencias negativas de la negación

La negación no resuelve el problema ni elimina la realidad, por lo tanto, cuando negamos estamos posponiendo la solución o estamos agravando y cronificando nuestro dolor.

Si pensamos (creemos) que vamos a ser incapaces de resolver ese dolor o solucionar el problema que nos aflige, estamos reduciendo la confianza en nuestras capacidades y potencial de afrontamiento, nos estamos generando una indefensión ante la vida. Esta sensación de indefensión es probable que afecte a más áreas de nuestra vida.

Por otra parte, si mantenemos la negación, podemos incurrir con frecuencia en conductas indeseables (adicción, violencia, irresponsabilidad, victimismo, posposición, impulsividad…) que nos van a dificultar el bienestar, la integración y la satisfacción personal.

Cuanto más tiempo neguemos una realidad, más difícil será afrontarla. Para mantener la negación habremos creado todo una andamiaje (estructura) de autoengaño, evitación, ocultamiento… que nos habrá supuesto un gran desgaste de energía. También habremos desarrollado actitudes, pensamientos y conductas colaterales de apoyo a la negación, para hacer posible la existencia. Este tipo de apoyos pueden ser, la falta de reflexión, la falta de autocrítica, la falta de entrenamiento en habilidades de afrontamiento, la mentira, la ocultación, la desconfianza hacia nosotros, la desconfianza en otros, conductas obsesivas…

Ninguna de estas actitudes y conductas de apoyo a la negación es saludable para nosotros. Ninguna de ellas va a contribuir a nuestra integración social ni a nuestra sensación de bienestar.

Os animo a que trabajéis para resolver vuestras áreas de negación. Es un gran paso para la aceptación de uno mismo y para el cambio.