La paradoja del perfeccionismo

Contrariamente a la creencia popular, las personas con actitudes y conductas perfeccionistas no son ‘perfectas’, tampoco ellas mismas se creen perfectas,  en la mayoría de los casos suele haber una evaluación siempre deficitaria por muy alto que esté su listón. Son entusiastas de la excelencia y la calidad, el buen trabajo, el rigor, la pulcritud… Sus rasgos perfeccionistas no siempre son conscientes, es un perfil con tendencias a la meticulosidad, exigencia, ansiedad, preocupación y obsesión.

La actitud perfeccionista, se diferencia del trastorno obsesivo compulsivo en algunas de las conductas y síntomas y en su gravedad. También se diferencia de la actitud orientada a la excelencia.

La conducta perfeccionista se puede entender como la actitud intransigente y rígida que impide valorar y disfrutar el momento o la situación (las cosas, personas, habilidades, actividades…) de forma realista. Esto es así por diversas razones, entre ellas, porque los fallos o déficit, que surgen en cualquier proceso, para ellos tienen un peso desproporcionado a su importancia real; también porque nunca sienten que alcanzan lo que desearían. Al mismo tiempo, devalúan lo que han logrado aunque sea correcto. Además, les resulta muy difícil ver este sesgo en sus evaluaciones y valoracions. Un fallo, un despiste, algo pendiente… acaba siendo mucho más importante que el conjunto de la tarea u obra realizada, por más que esta última sea cien veces más importante, útil y amplia que el fallo. Un ejemplo sería alguien que leyendo este texto, estuviera más pendiente de las faltas de ortografía o de la perfecta sintáxis que del contenido en su conjuto y su posible utilidad.

Paradójicamente, las personas con actitud perfeccionista pueden rendir menos de lo que su potencial, capacidad y habilidades les podrían permitir si no fuera por la preocupación, intransigencia, ansiedad, tensión, rigidez o bloqueo que les genera un exceso de auto exigencia y un déficit de valoración y disfrute. Cuando rinden de forma eficaz, muchas veces lo hacen a costa de un sufrimiento elevado.

Se diferencian de otras personas, amantes de la excelencia pero no perfeccionistas, en su actitud emocional. Las no perfeccionistas aman lo que hacen, disfrutan mientras lo hacen, sienten placer ante el buen trabajo, el rigor, la pulcritud, el detalle y la disciplina o el tesón; en definitiva, tienen una actitud mucho más lúdica ante la vida, las tareas, incluso los problemas. Los perfeccionistas, aunque sean muy entusiastas, y generalmente lo son, reducen su potencial lúdico y no son capaces de disfrutar y amar lo que hacen mientras lo llevan a cabo. La creencia (creencia irracional) de que ‘necesitan imperativamente’ (intransigencia) lograr un nivel excelente en ciertas tareas o relaciones, les impide relativizar y ser flexibles en sus objetivos y, lo que es más importante, disfrutar del proceso. En definitiva, ansían lograr pero no disfrutan plenamente del proceso.

Por regla general, cualquier proceso para lograr algo lleva mucho más tiempo que el tiempo que dura la satisfacción del logro, incluso si se disfruta de este último. El resultado final es que la persona con actitud perfeccionista vive muchos más días agobiado que feliz. La persona más realista aunque también exigente, con actitud lúdica, disfruta desde el minuto uno de los retos, procesos, tareas, dificultades y contratiempos, eliminando todos los factores ansiógenos o de tensión.

Muchas personas que ‘padecen’ perfeccionismo sufren porque no son capaces de vivir felices con lo que son, logran o tienen, y aquello que logran siempre les parece poco para lo que consideran que ‘deberían’ lograr, o lo que son no les satisface comparado con lo que creen que ‘deberían’ ser.

Las personas con rasgos de personalidad perfeccionistas creen que han de lograr un nivel concreto en cualquier actividad que realizan para sentirse a gusto y solo entonces podrán disfrutar de lo que hacen. Piensan que hasta que no logren ese nivel no se quedaran satisfechos.

¿Qué papel juega la autoestima?

Generalmente, la autoestima de las personas con conductas perfeccionistas está erróneamente vinculada con los logros, éxitos y aciertos. Es decir se aprecian solo en la medida de lo que consiguen. Tienen un concepto de autoestima poco funcional. La autoestima sana es aquella incondicional, que no depende de lo que logramos ni del reconocimiento externo o de hacer las cosas bien. Es la estima o aprecio incondicional por uno mismo tal como es, disfrutando del placer de respirar, andar, sonreír, comprender, memorizar, ver, sentir, paladear, escuchar… Es decir, estar vivo!!!!

Las personas con actitud perfeccionista, por el contrario, tienen una autoestima condicionada. Si no consiguen alcanzar ese nivel al que aspiran se sienten frustrados y decepcionados consigo mismos, y su autoestima se ve dañada. Incluso, aunque logren o se acerquen mucho al nivel deseado o planificado inicialmente, cuando llegan se suelen sentir decepcionados y no disfrutan de lo logrado. Los ‘no perfeccionistas’, buscan la excelencia pero valorando mucho lo que son, tienen o han logrado; son más objetivos a la hora de valorarse y a la hora de estimar sus recursos y habilidades.

Los ‘perfeccionistas’ se sienten defraudados, ya sea porque asocian su logro con un golpe de suerte; ya sea porque al alcanzarlo y sentir que eso no les satisface como esperaban, buscan una explicación, y la más plausible para ellos es que en el fondo lo que han logrado no vale tanto; es decir, devalúan el significado de lo que tanto ansiaban y han conseguido. Esta devaluación les provoca dudas sobre sus propios criterios para elegir proyectos, opciones o caminos y les puede llevar a cambiar o probar muchos campos de actividad distintos. Esa duda constante les atormenta.

¿Cuáles son los rasgos perfeccionistas?

Son varios los rasgos de personalidad que pueden confluir en una actitud perfeccionista, la combinación de varios de estos rasgos en una misma persona le impide disfrutar plenamente del proceso, centrándose, sobre todo, en los resultados y, lo que es menos sano aún, centrándose en que los resultados tengan un determinado nivel para poder sentirse a gusto. Obviamente, estos rasgos se combinan con otros muchos funcionales que les producen bienestar y satisfacción, dependiendo de las circunstancias y su estado de ánimo.

  • Se entusiasman con los proyectos, inicialmente, pero se suelen agobiar al poco tiempo de comenzarlos, en cuanto ven las deficiencias y no logran esa excelencia a la que aspiran.
  • Son muy vitales y ponen entusiasmo en lo que hacen pero se defraudan con facilidad y se desmoronan o enfadan.
  • Son capaces de una gran sensibilidad y su capacidad para ver los detalles y enamorarse es muy notable. Su entusiasmo puede ser muy volátil y conmovedor.
  • Tienen tendencia a cambios en el estado de ánimo, pueden pasar del entusiasmo al desánimo con facilidad.
  • Sesgan la realidad, dando más importancia al defecto que al acierto.
  • Se obsesionan con los fallos o deficiencias
  • Sienten tensión ante el desempeño de la actividad que se exigen
  • Suelen sentir obligación en vez de elección voluntaria; utilizan expresiones como «tengo que hacer esto» y «debería hacer esto» en vez de quiero hacer, me gustaría, me conviene…
  • Evalúan de forma poco justa o ecuánime
  • No utilizan criterios racionales para elegir el nivel de satisfacción idóneo
  • Son rígidos y no suelen rebajar ese nivel de exigencia
  • Se entristecen o enfadan y decepcionan cuando no logran lo que esperaban
  • Les cuesta sobreponerse al enfado o la decepción
  • Temen hacerlo mal, anticipan más problemas o dificultades que cosas a favor
  • Pueden ser muy detallistas y puntillosos con todo lo que hacen
  • Pueden lograr gran calidad en lo que producen
  • Son muy exigentes con los equipos. Si no son tiranos y logran delegar, pueden alcanzar grandes logros
  • Pueden abandonar proyectos por el temor a no lograr el nivel alcanzado.
  • Aunque busquen el reconocimiento externo, su propia insatisfacción y falta de realismo hace que no se vean con el aprecio y admiración que les muestran otras personas.
  • Pueden buscar el reconocimiento externo y sentir enfado por buscarlo, si tienen ese conflicto pueden boicotearse, practicando conductas que les distancian del entorno social del que aparentemente dependen.

¿Cuáles suelen ser las consecuencias de esta actitud perfeccionista?

Son variadas ya que dependen en gran parte de la tipología de enfrentamiento a la auto exigencia, la ansiedad, frustración y decepción. Esta tipología de enfrentamiento también va a depender de otros rasgos de la personalidad. Vamos a describir algunas, las más comunes.

Además de las consecuencias, existen una serie de actitudes y hábitos de conducta que pueden correlacionar con las conductas perfeccionistas, bien sea como consecuencia o bien como confluencia.

Bloqueo o inacción. Consiste en una especie de parálisis ante el proyecto o la tarea que tienen delante. La búsqueda de excelencia convertida en actitud perfeccionista, les lleva a ver una montaña muy elevada delante de ellos. En resumen, se lo ponen muy difícil. Por otra parte, el historial previo de decepciones con otros proyectos, en los que nunca alcanzan el nivel deseado (la perfección o la excelencia) o no sienten la satisfacción esperada, les boicotea la posible ilusión y les deja sin ánimo. Todo en conjunto les hace pensar que van a tener otro fracaso o que van a sufrir muchísimo hasta lograr lo que desean, o que no merece la pena porque es demasiado costoso para luego no obtener la satisfacción deseada. El conflicto que viven entre su impulso entusiasta y los temores a la insatisfacción es tortuoso y no saben cómo solucionarlo. El bloqueo les paraliza y no acaban de arrancar. Si logran iniciar el camino, lo hacen con una carga muy pesada, lo que les supone un coste añadido. No disfrutan del camino, más bien lo padecen.

Depresión. Su autoestima está muy vinculada a los logros. No tienen una autoestima sana y funcional, que esté relacionada con los fundamentos de estar vivo como ser humano. No se quieren por el mero hecho de vivir. Tienen asociada la propia estima a todo lo que tiene que ver con el éxito, el logro, las metas conseguidas, la competición ganada, el reconocimiento externo… La vivencia de la decepción, la duda sobre sus propios criterios, la insatisfacción y la falta de hábitos eficaces de racionalización, les llevan a pensar que no valen, que no merecen la pena, que son fracasados, que nunca van a lograr ser lo que querían, que la vida les ha defraudado, que los demás les compadecen,… Pierden la motivación; pierden la ilusión por las cosas, las relaciones, las personas, las actividades… Comienzan hábitos insanos de ingesta de alimentos (en exceso o en defecto); desarrollan hábitos poco higiénicos con el sueño; la tristeza, el decaimiento, la falta de ganas… se van apoderando de ellos.

Narcisismo. Una necesidad excesiva de reconocimiento externo. Es muy típico en personas que eligen profesiones con un alto componente de reconocimiento público directo (actrices, actores, cómicos, músicos, escritores, profesores…) pero no únicamente. Desarrollan una dependencia muy grande de las fuentes externas de atención, reconocimiento y aplauso. Pueden desarrollar habilidades importantes para atraer esa atención : oratoria, canto, instrumento musical, chistes y anécdotas… Necesitan ser centro de atención para sentir que están y que valen algo. Si han tenido éxito y por lo tanto reconocimiento en algún campo, van a tender a desarrollar más ese campo que otros aunque la satisfacción sea muy efímera y les distraiga de otros campos que les llenan más. Por ejemplo, un perfeccionista-narcisista muy atractivo y con éxito entre las chicas, es fácil que dedique gran parte de su tiempo a buscar satisfacciones en el juego seductor, ya que en esos procesos encuentra rápida respuesta y mucho placer, por muy efímero que este sea.

Adicciones. La adicción al sexo, a las drogas, al juego, al trabajo, al público, al teléfono, a la pornografía, a la televisión, al juego amoroso…son rasgos muy típicos en los perfeccionistas. A través de esa obsesión, liberan gran parte de la ansiedad que les genera la insatisfacción, la duda o la frustración. Por otra parte, las actividades adictivas que eligen les suelen generar una gratificación (placer psicológico, físico, o ambos) inmediata, accesible, fácil, que compensa, siquiera momentáneamente, la frustración, decepción o desgana. Si el campo en el que desarrollan la adicción es un campo en el que se sienten especialmente ‘hábiles’ , esa adicción arraigará más aún en la persona. En algunos casos, pueden engañarse y convencerse de que tienen habilidades extraordinarias para ese campo (juego con máquinas, bingo, no les afecta la droga…)

Abandono. Como tienen una necesidad imperiosa de satisfacer sus objetivos de excelencia, muchas personas perfeccionistas dejan de lado proyectos o relaciones interesantes por miedo a no dar la talla, por miedo a no estar a la altura, por temor a sentirse inferiores, por temor a ser rechazados, por dificultad para compartir en un equipo o por celos e inseguridad.

Amor condicionado. Al igual que en otros campos, la inseguridad y la falta de valoración propia y sana autoestima, les puede producir desconfianza, temiendo que les puedan dañar, herir y traicionar. Esa desconfianza les puede llevar a escoger relaciones en las que sientan mucha seguridad. La seguridad que buscan tiene mucho que ver con la necesidad de compensar su autoestima y obtener estabilidad, control… Las relaciones amorosas pueden ser, para muchas personas, una fuente de desconcierto e inestabilidad ya que, sobre todo al principio, requieren de negociación, tanteo, exploración, incertidumbre; y las conductas perfeccionistas tienen a buscar la certeza y la permanencia… de sus condiciones!! La incertidumbre y la flexibilidad necesarias en toda relación les puede llevar a sentir la necesidad de romper las relaciones, ya que pueden experimentar una falta de aceptación total y absoluta, lo cual es una imperfección.

Celos. Les puede resultar difícil aceptar y compartir el cariño que la persona amada siente por otras personas. Si su dificultad para amar de forma incondicional, debido a su ‘desconfianza’, les lleva a elegir la seguridad como modo de relación, cualquier muestra de afecto a un tercero por parte de su pareja la interpretan como un peligro o bien como una sanción negativa hacia ellos: algo no hago bien (recordemos el sistema de sanción emocional de la infancia) .

Todas estas consecuencias o conductas concomitantes, pueden darse combinadas en la misma persona.

¿Cuál suele ser el origen de estas conductas perfeccionistas?

Pueden ser varios pero por lo general hay factores clave en la infancia o juventud que puede originar y desarrollar este tipo de actitudes. 1) Educación excesivamente normativa o bien muy aleatoria, sin criterios racionales sólidos; 2) Falta de autonomía y racionalidad en los procesos de elección, evaluación y decisión; 3) Vínculos emocionales distorsionados por una función competitiva (se compite por el amor, la atención, el cuidado..); 4) Un sistema muy exigente y rígido de premios y castigos (sanciones) en función de los logros y del desempeño.

Es decir, al niño se le entrena en un claro conductismo para que haga lo que los adultos le indican y refuerzan mediante sanciones afectivas o materiales. Al niño no se le entrena para que desarrolle un criterio de decisión, evaluación y valoración autónomos ni para que desarrolle su propio sistema de satisfacción también autónomo. Esto puede producirse tanto si el sistema es muy normativo con reglas rígidas y no razonadas, como si el sistema es aleatorio y sin criterios sólidos y permanentes de los que el niño/a pueda obtener pautas claras. Por otra parte, el educador o la figura educadora de más influencia en el niño (emocional, social, intelectualmente) tiende a ser muy exigente y poco dado a las reflexiones y procesos de decisión racionales, sancionando emocionalmente los aciertos y errores. La autoestima del niño va a construirse dependiente del adulto y su modo de educar.

El niño o joven va a crecer con una visión de sí mismo poco realista porque el criterio que adopta no está construido sobre su experiencia global y sus procesos de aprendizaje autónomo, sino sobre los criterios externos, exigentes o deficitarios de adultos que, con buenas intenciones pero con pocos conocimientos sobre inteligencia emocional, han tratado de dirigir su vida y opciones.

¿Cómo se puede corregir esa actitud perfeccionista?

  • Tomar conciencia de que este es el problema que tenemos
  • Comprender el modelo en toda su extensión: origen, rasgos, consecuencias, actitudes y conductas. Ponernos ejemplos propios que nos ayuden a identificar con claridad los rasgos de personalidad propios, presentes en nuestras conductas y hábitos perfeccionistas así como las consecuencias.
  • Trabajar para analizar los conceptos básicos: autoestima, racionalidad, excelencia, actitud lúdica, adicción, narcisismo, bloqueo, depresión.
  • Ponernos objetivos a corto, medio y largo plazo. Accesibles, realistas, pautados y acotados temporalmente. Al principio elegiremos un solo objetivo, cuando lo hayamos conseguido, el siguiente. Empezaremos por los más fáciles y accesibles.
  • Obviamente, nos entrenaremos en disfrutar del proceso que tenemos delante, no de lograr el objetivo!!! Aprenderemos a desarrollar una actitud lúdica, de esperanza y motivación en cada objetivo que nos marquemos.
  • Conviene que los objetivos estén relacionados con tareas en las que somos hábiles, por las que sentimos interés, curiosidad o afinidad.
  • Analizaremos nuestras reacciones más pequeñas, nuestros impulsos y conductas ante esos objetivos y los procesos que llevamos a cabo. Aprenderemos de nuestros propios errores. Aprenderemos a aceptar los errores al tiempo que nos queremos, estimamos, apreciamos y cuidamos.
  • Es decir, aprenderemos a separar nuestra autoestima de los logros. Eliminaremos poco a poco el sistema de sanción emocional ante el desempeño y sus resultados. Trabajaremos una sana autoestima, una autonomía de criterios racionales y unas conductas coherentes.
  • No tiraremos la toalla, superaremos el desánimo, releyendo este escrito cuantas veces sea necesario. Encontraremos motivos para seguir trabajando e identificar recursos propios que nos den confianza.
  • Nos apoyaremos en las personas que nos puedan ayudar y que entiendan nuestro problema pero el trabajo es nuestro, autónomo aunque puede estar orientado y monitorizado.
  • Trataremos de alejarnos de las prácticas adictivas o de las conductas reactivas que formaban parte de nuestros hábitos perfeccionistas. Si caemos en ellas, utilizaremos esos escenarios de ‘recaída’ para analizarnos, comprendernos mejor y aprender de todo ello.
  • Por último, una de las acciones más importantes: nos daremos el RECONOCIMIENTO, realista y adecuado a nuestros esfuerzos y al modo en que estamos abordando el camino hacia nuestros objetivos. Este reconocimiento ha de ser propio, no de terceros (si lo buscamos, hemos de tomar conciencia y reorientarlo hacia uno mismo a través del pensamiento racional). Ha de ser diario, constante y con fundamento. Ha de ser profundo, no superficial. Si vemos que es superficial y no nos cala (en el fondo no lo creemos), haremos una parada y analizaremos qué está fallando en esa práctica de reconocimiento.

En este trabajo podemos necesitar ayuda. Es conveniente que nos planteemos contar con alguien profesional para que nos oriente y acompañe en todo el proceso, nos resultará mucho más eficaz. Tener la ayuda o el apoyo de alguien no significa depender de esa persona, significa elegir el modo más funcional para solucionar mi problema.

Buen viaje!!!

 

 

 

 

 

 

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