Hoy me he vuelto a descubrir en un diálogo interior mientras estaba en la intimidad con mi pareja. Cuando me doy cuenta, me paro a escuchar el runrún de mi mente y empiezo a recordar las últimas frases que me estaban bombardeando casi al ritmo del pulso:
- «Nunca lograré alcanzar el orgasmo, por más que se empeñe»
- «¿Qué corte, ahora cómo digo que quiero utilizar preservativo?»
Me esfuerzo un poco más y me doy cuenta de que llevo un rato con este tipo de pensamientos mientras se supone que estoy compartiendo (¿?) juegos eróticos con mi pareja. Tiro del hilo y he aquí lo que sale…
- «Tengo que meter la tripa para disimular mis kilos de más»
- «No puedo poner esa postura porque con mi torpeza seguro que parezco un pato mareado”
- «Qué vergüenza, no tengo ni idea de cómo empezar pero tengo que disimularlo si no va a pensar que no tengo experiencia»
- «Siempre empieza del mismo modo, debería saber que no me gusta nada y tendría que prestar más atención…»
- “ Qué horror, tiene ganas de jugar y yo sin ducharme, ¿No puedo parar ahora para asearme un poco voy a cortar todo el rollo?»
Cada día voy tomando mayor conciencia de estos diálogos que mantengo en silencio y también me doy cuenta de cómo me afectan. Parece mentira que en una situación erótica mi mente esté produciendo discursos neu(e)róticos, como yo les llamo.
Hoy, no sólo es que me hayan distraído como en otras ocasiones, hoy han supuesto que me sienta con inseguridad, sin ganas, sin deseo, que pierda la ilusión por el juego y que me dé vergüenza compartir la intimidad y el erotismo con mi pareja.
Me doy cuenta de que en este diálogo interior estoy negándome la posibilidad de disfrutar y ser yo mismo/a:
- me maltrato (“Tengo que disimular”…, “con mi torpeza”…) y maltrato mi autoestima
- dramatizo (“qué horror”) y desestabilizo mi bienestar
- veo la vida como una obligación (“tengo que”, “no puedo” … ) y no me implico verdaderamente
- creo que mi placer depende de la otra persona (“debería saber”, “tendría que” …) y pienso/siento que no tengo el timón de mi bienestar
- veo la vida en blanco y negro (“siempre”, “nunca”) y me siento frustrado/a
- Etc.
He aprendido que soy responsable de mis diálogos, de cómo me afectan y de sus consecuencias en mi vida diaria, en mi estado de ánimo y en mis relaciones.
He aprendido que conviene que los escuche y trate de pararlos, tomando las riendas de mis pensamientos, emociones-sentimientos y conductas
¿Y si vamos un paso más allá y tratamos de cuestionarnos ese tipo de ideas negativas o bloqueantes?
El próximo artículo “Cómo vaciar la papelera” lo dedicaré a este tema.