- Cuando cae el ánimo
- No te maltrates
- Mensajes realistas para el cambio
- Socialización y aprendizaje
- Factores sociales que influyen
- Cambios
Cuando cae el ánimo
Depresión, estado depresivo, falta de motivación … Todos estos términos se utilizan coloquialmente para etiquetar un ‘estado de ánimo decaído’ que nos produce malestar y que nos impide afrontar la vida con ilusión, placer, satisfacción y energía. Esto puede sucedernos en distinto grado, intensidad, severidad, frecuencia y continuidad en el tiempo.
Con independencia de la cuantificación de estos parámetros, el estado de ánimo decaído se caracteriza por unos síntomas: tristeza, cansancio, falta de energía, hipersomnia o insomnio, desesperanza, visión negativa de la realidad, falta de efusividad en los afectos, falta de ilusión por las cosas, falta de sentido y significado en nuestra vida, irritabilidad, dificultades de concentración, pérdida de memoria, pérdida de interés, dificultades analíticas…
No te maltrates
Nuestro diálogo interior, lo que hablamos en silencio con nosotros mismos, está cargado de mensajes que actúan a modo de ‘instrucciones’ o ‘directivas’ que orientan, dirigen, interpretan y dan significado a nuestras vidas. También afectan a nuestro estado de ánimo. Si el pensamiento que tenemos y las instrucciones o mensajes que nos damos tienen un carácter tóxico, deterioramos nuestra motivación y energía, lenta y progresivamente, hasta un estado que puede ser crítico. Así mismo, lastimamos nuestra autoestima y desenfocamos la visión objetiva de la realidad.
Esta tabla reproduce algunos ejemplos:
Diálogo/mensajes/ Instrucciones
“Debería ser capaz de resolver esto solo/a” “No debo pedir ayuda a nadie” “No debería estar aprendiendo a estas alturas, debería saberlas”
“Tengo que demostrar que soy lo que se espera de mi” “Tengo que satisfacer los deseos de los demás”
“Tengo que ser mejor que los demás”, Tengo que sobresalir”, “Debo destacar”, “Tengo que sacar la mejor calificación”
“No voy a ser capaz de manejar esta situación”, “No puedo soportar esta situación”,
“Es terrible lo que me está sucediendo”; “Es insoportable que las personas se comporten así”; “Es inaguantable lo que está pasando”
“Qué vergüenza el error que he cometido”; “Qué pensaran de mi después de este error”;
Orientación
Exigencia, Culpabilidad, Castigos, Maltratarnos, Ser injustos.
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Falta de criterios propios, Depender del reconocimiento externo, No satisfacer nuestras necesidades, Exigirnos sin tener en cuenta nuestras necesidades.
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Falta de confianza en mis recursos. Falta de confianza en mi capacidad para vivir el dolor, la frustración y el malestar. Dramatización, exageración
Idealización del mundo: el mundo debería ser… Falta de realismo, falta de ACEPTACIÓN, me empeño en que las cosas sean como yo quiero.
Exageración, Intransigencia, Intolerancia, falta de realismo, Dependencia del criterio externo
Significado
No valoro el aprendizaje como parte de la vida. Hay que ser perfecto y hacerlo todo bien para sentirse satisfecho y ser alguien merecedor de reconocimiento.
Mi bienestar radica en obtener el reconocimiento de los demás, sin ese reconocimiento voy a sentirme mal.
Lo importante en la vida es el resultado final. Es necesario obtener más que los otros para sentirse admirado y reconocido. Lo que importa es el éxito no el proceso o cómo lo consiga.
Focalizo el problema, no las opciones de solución ni mis recursos y capacidad de aprendizaje. Evalúo de forma poco realista mis habilidades para aprender a gestionar la contrariedad y dificultad.
Me entreno en la evaluación negativa, pesimista y dramática de mi situación, de la vida y de mi capacidad para aprender y superar.
No me entreno en la aceptación, realismo y búsqueda de soluciones.
Evalúo el error como un desastre inaceptable al tiempo que me juzgo según los criterios que me imagino que tienen los otros (se los adjudico, aunque en realidad son míos). .
Todos estos mensajes son una muestra de cómo nos tratamos en nuestro diálogo interior. Como resultado, nos juzgamos, nos castigamos, nos culpabilizamos, nos exigimos, desconfiamos de nuestra capacidad, no nos queremos, no nos cuidamos…: Es decir, nos MALTRATAMOS. Nos relacionamos con nosotros mismos de una forma injusta, intolerante, sesgada, falta de cariño… Ese maltrato, muchas veces inconsciente, otras muy consciente, nos genera un estado de ánimo decaído, nos provoca desesperanza, nos quita energía y nos conduce a la apatía y a la inacción. Es decir, nos produce depresión.
Mensajes ‘realistas’ para el cambio
Puedo cambiar mi diálogo con mensajes mucho más realistas, ecuánimes, sanos, autónomos y eficaces. Por ejemplo:
- “Puedo lograr muchas cosas que me propongo, otras en realidad no me interesan lo suficiente, aunque socialmente tengan mucho reconocimiento”
- “Hay información y conocimientos que desconozco y puedo aprender, seguro que me ayudarán a entender mejor el entorno y mis propios sentimientos y conductas” “Tengo todo un mundo por descubrir y una vida para hacerlo”
- “Tengo derecho a utilizar los recursos que la sociedad pone a mi alcance para mi desarrollo personal” “La vergüenza o los estereotipos no van a ser mis consejeros y no voy a permitir que limiten mi libertad y opciones”
- “Valoro todo lo que he hecho hasta ahora, lo que soy y lo que hago”
- “Soy responsable de mi bienestar y por lo tanto soy yo quien decide qué necesito para lograrlo”
- “Puedo pensar en mis necesidades, qué es lo que realmente me gustaría, al tiempo que respeto las de otras personas, ya encontraré el modo de combinar ambas si es necesario”
- “Me siento contento/a de haber intentado cosas y de seguir intentándolo”
- “Voy a disfrutar de lo que hago y también mientras intento algo nuevo”;
- “Creo que soy capaz de alcanzar objetivos importantes. El camino es más importante que la meta, en el camino aprenderé sobre mí mismo/a”
- “Voy desarrollando mis criterios, ajustándolos y aprendiendo a vivir”
- “Habrá situaciones de frustración y seré capaz de aprender a transitar y superar la frustración, el dolor de perder algo o la sensación de impotencia”
- “Conocerme, estimarme, valorarme como ser humano es un objetivo que conviene no perder de vista nunca”
- “Confío en mi capacidad de aprender y en mi capacidad de ampliar mis capacidades”
- “Puedo aprender de los errores, probablemente voy a cometer errores y es bueno que esté abierto/a a verlos y aceptarlos para poder aprender a rectificar”
- “Me fijaré objetivos y paso a paso aprenderé a ser tenaz, coherente y realista”
- “No es imprescindible que logre la meta más ambiciosa, lograré objetivos intermedios y disfrutaré de ellos, y aunque no lo logre soy único/a, tengo todo el derecho a quererme y la responsabilidad de estimarme y cuidarme, sin importar lo que logre”
- “Tengo mucho potencial que puedo desarrollar”
- “Me mido y comparo conmigo mismo/a, mi referencia soy yo, dónde me hallo y hacia dónde quiero llegar”, “No compito con nadie, esto no es una competencia para sobresalir, es un reto para desarrollar mis habilidades y lograr mis propios objetivos y metas”.
- “Soy igualmente valioso/a aunque no demuestre nada a nadie, no necesito el reconocimiento de los demás para sentirme bien, solo necesito disfrutar de quién soy, aceptarme, cuidarme y valorar el día a día”
- “Si no me comparo con los demás, si no compito con ellos, si soy tolerante y respetuoso/a, puedo disfrutar de la compañía de otros; puedo desarrollar vínculos y afectos sólidos y muy satisfactorios”
- “Puedo buscar consejo, ayuda y apoyo cuando lo crea conveniente, forma parte de mis derechos y de las oportunidades que me quiero dar”
Estos ejemplos de diálogo/instrucciones son mucho más realistas, sanos y eficaces para afrontar la vida cotidiana y orientar nuestra vida. Si entreno este tipo de pensamiento y las conductas asociadas, estaré generando energía, motivación, expectativas positivas, cambio, esperanza, confianza… etc. En definitiva, estaré promoviendo un estado de ánimo energético y proactivo.
Socialización y Aprendizaje
Nuestro diálogo interior es reflejo de las relaciones, los diálogos, expresiones, expectativas, valores y creencias a los que hemos estado expuestos durante la infancia y la adolescencia. Es decir, dependen de factores sociales, tales como el entorno, la cultura (creencias, valores, normas…), la educación, mi posición socio económica, etc.
Hoy ya es evidente para la comunidad científica que hay determinantes sociales promotores de la salud. Esta evidencia rompe por fin con la tradición (tozuda) que defendía como únicos o determinantes los factores causales de carácter genético y biológico, digamos hereditario, o puramente fisiológico.
Superando la vieja dicotomía entre educación vs naturaleza, hoy sabemos qué factores de carácter social son determinantes de la salud (física, mental, emocional, cognitiva, conductual). Hay evidencias de que ciertas condiciones socio económicas determinan el estado de salud de las personas. Por ejemplo, el nivel de ingresos; las condiciones de trabajo; las condiciones de habitacionalidad (vivienda, barrio, asfaltado, agua potable, electricidad, calefacción…); la educación; la red social; la violencia; el abuso; la discriminación; la marginalidad; la situación socio-política (guerras, dictaduras, derechos humanos…); la accesibilidad a drogas; la accesibilidad a delincuencia; etc. Todos estos factores son la causa de que muchas personas estén en desventaja en términos de salud, y por lo tanto puedan desarrollar enfermedades y/o enfrentarse con menos recursos a las dificultades cotidianas y a las enfermedades que surgen.
Si bien estos determinantes sociales son ciertos para todas las sociedades y culturas, sin embargo, cada sociedad tiene sus características específicas con creencias, valores, costumbres, normas, expectativas e instituciones diferentes.
En nuestra sociedad, por poner un ejemplo, los roles y expectativas asociados a hombres y mujeres están cambiando desde principios del siglo pasado pero el reajuste y adaptación del sistema y su interacción con las personas, está causando problemas de salud. También ha cambiado la estructura, modelo y estilo de vida familiar, las actividades de ocio, la imagen pública, las expectativas educativas, académicas y laborales, los sistemas políticos, los derechos laborales, el acceso a la información, los principios y valores, las relaciones en la comunidad… y un larguísimo etc.
Todos estos cambios, originan nuevos retos y ‘presiones’ o condiciones ambientales que requieren conocimientos, habilidades y recursos para poder adaptarse satisfactoriamente. La sociedad no siempre anticipa y analiza los cambios necesarios en los factores y procesos de socialización requeridos para que este reajuste y adaptación sean un logro.
Por esta razón, surgen nuevos retos para la salud pública. Se trata de promover la salud, analizando cuáles son los determinantes sociales que generan salud y cuáles originan la enfermedad.
Factores sociales
Estadísticamente, la depresión es más frecuente en mujeres que en hombres. En los hombres es más habitual la adicción al alcohol y drogas. ¿Qué factores sociales contribuyen a estas diferencias?¿Qué factores sociales promoverían la salud de estas personas? La desigualdad social (clase, género, edad, etnia..) es un factor determinante de la salud/enfermedad.
- La educación (creencias, valores, actitudes, conocimientos);
- Las expectativas y estereotipos sociales (valor, riesgo, resistencia física, poder, prestigio… para los chicos; bondad, amabilidad, belleza, generosidad, solidaridad para las chicas) que entran en conflicto con las verdaderas necesidades de cada persona, sus habilidades y sus recursos;
- Las normas implícitas con sesgo de género: deberes, obligaciones, moral…;
- La discriminación salarial;
- Los techos profesionales;
- Etc.
Si la sociedad promueve creencias, valores y actitudes diferentes respecto a hombres y mujeres, es lógico pensar que las niñas y niños, los interiorizan y construyen ‘estrategias’ inconscientes de afrontamiento para vivir sus experiencias cotidianas.
Por ejemplo:
- Un juego con muñecos/as, donde el acento se pone en que las niñas aprendan a cuidar de sus muñecas, no en el juego mismo, nos está enseñando a poner en segundo plano la importancia de ‘disfrutar’ con el juego, haciendo del ‘deber’ y del ‘cuidado’ un mayor protagonismo que el de satisfacer la necesidad de juego, desarrollo y placer de la niña. Lo razonable sería que ambos, disfrute y aprendizaje fueran de la mano para lograr el crecimiento, la autonomía y la satisfacción en la infancia y otras edades.
- Educar a las niñas para que sean dóciles y bondadosas, haciéndolas ver que es muy feo que discutan, contradigan o defiendan una idea… puede interiorizarse de distintos modos y generar estrategias distintas de adaptación, pero una de las consecuencias puede ser la ‘inhibición de los propios deseos o pensamientos’ o la ‘indefensión aprendida’. Cualquiera de ellas, puede conducir al desánimo, la falta de confianza en una misma, la desesperanza, la pérdida de ilusión… y la depresión.
- Si por el contrario, la sociedad promueve valores asociados a los niños tales como la fuerza física, la necesidad de desapego afectivo, la valentía ante el riesgo, la iniciativa propia, el derecho a pensar en sus necesidades… etc., lo más probable es que en entornos de peligro y con falta de atención y ‘control’ social, estén más expuestos a problemas relacionados con la conducta social, las adicciones, la delincuencia, la criminalidad…
Estos factores sociales, estrechamente vinculados con la educación -juegos, roles, etc.- y desarrollo durante la infancia, pueden determinar que en etapas más adultas las personas se sientan en desventaja para afrontar las demandas de un entorno con reglas diferentes, complejas y exigentes.
Cambios
Siguiendo con los ejemplos anteriores. Las mujeres necesitaran ajustar sus creencias, actitud y conductas ante la necesidad de defender una idea, un proyecto o una estrategia de negocio en el entorno laboral o financiero. Necesitarán poner en cuestión ideas erróneas sobre la imagen que se espera de ellas. Necesitarán aprender nuevas habilidades para poner límites ante los abusos o las injusticias y defender sus derechos. Necesitarán desarrollar nuevos criterios para diseñar sus proyectos y lograr sus objetivos.
En el caso de los chicos, también necesitarán de un reajuste para desarrollar las habilidades necesarias para negociar, dialogar, ponerse en el lugar del otro, respetar, escuchar, comprender sus propias emociones, auto regular conductas, gestionar la frustración y la ira, aprender a posponer gratificaciones, etc. De lo contrario, entrarán en conflicto con el entorno, tendrán problemas para acabar los estudios; les resultará difícil encontrar un trabajo; serán vulnerables a las adicciones más accesibles en su entorno (drogas, alcohol, tabaco, juego, apuestas); abusarán y maltratarán a su entorno (familia, pareja, amigos), etc.
Este aprendizaje necesita del reconocimiento, recursos y apoyo del propio sistema a todos los niveles. De otro modo, la/el joven que se enfrenta al mundo laboral y a las responsabilidades de sus múltiples roles (pareja, familia propia, trabajo, propiedades…) puede sentir que le faltan las herramientas (habilidades, recursos, conocimientos, entrenamiento) adecuadas para afrontar estos retos sin un desgaste, un sufrimiento, frustración y coste excesivo.
Cuando este reconocimiento, recursos y apoyo no se dan -situación muy frecuente-, el temor, la ansiedad, la angustia, la falta de herramientas, la impotencia y la frustración pueden conducir a estados depresivos.
De modo que una sociedad responsable, sana y equitativa, tratará de promover escenarios (entornos, programas, estrategias, acciones, leyes…) que faciliten el desarrollo de la autonomía y el bienestar personal, dotando a todas las personas de un nivel adecuado de socialización a través del acceso pleno y satisfactorio a recursos necesarios como la educación (conocimientos, valores, herramientas), vivienda, trabajo, ingresos, medio ambiente, alimentación…