¿Qué es fluir, en qué consiste?
Fluir es ser uno mismo, ante sí y los demás, sin forzarse a nada ni pretrender nada distinto de lo que esencialmente se es. Fluir es presentarse sin fingimiento ante los demás y actuar con el derecho y la libertad a expresarse sin recelos, ocultaciones o mentiras. Fluir es aceptarse con los propios conflictos, dificultades e incoherencias; logrando que la propia estima sea habitante permanente de nuestro pensamiento y emociones.
Fluir en las relaciones
Fluir en las relaciones es sentirse a gusto tal como se es y que otras personas acepten del mismo modo, sin reticencias o reservas. Cuando las relaciones fluyen se genera una corriente de afinidad, comunicación, placer y bienestar. Esta corriente de bienestar que fluye, a su vez genera confianza, una sensación sólida de que se está en el buen camino y que esa relación tiene muy buenos ingredientes para fraguar un buen futuro.
Cuando las dos personas fluyen en la misma relación, se tiene la sensación de total aceptación y de interés genuino por disfrutar juntos el presente y explorar juntos el futuro. Es una de las sensaciones más gratificantes porque implica que sin necesidad de fingir o pretender dar una imagen distinta de lo que somos, otra persona está dispuesta a implicarse en nuestra vida. Nuestra autoestima (la sana autoestima) se ve reconocida. Nos aceptan y quieren tal como somos, no por nuestros logros, éxitos o lo que tenemos, si no por lo que realmente somos, incluidos nuestros problemas, dificultades y aristas.
Fluir, por lo tanto, es compartir la plenitud del ser con otra persona. Es un placer inmenso que nos produce muchísimo bienestar.
Podemos intuir con quién seremos capaces de fluir. Podemos intuir quién puede reconocernos y aceptarnos plenamente. No tenemos la certeza hasta que empezamos a caminar juntos. Cuando se empieza a caminar compartiendo el trayecto, se experimenta poco a poco la certeza de estar fluyendo, de ser uno mismo sin resquicios, reconocer al otro y ser reconocido y aceptados recíprocamente.
Por todas estas razones, es importante que las personas se den el derecho de ser y no ocultar; ser y no fingir; ser y quererse tal y como son. La única manera de fluir en las relaciones es mostrarse tal cual desde el primer momento. El único modo de no perder el tiempo o no engañarse es permitir que la otra persona nos vea tal y como somos desde el primer momento.
La compatibilidad entre personas no consiste en ser perfectos, consiste en ser altamente combinables. Esta compatibilidad la hacemos posible si nos mostramos tal cual somos. En caso de ocultaciones, representación de un papel, etc. , lo único que lograremos es crear espacios de fricción, duda o dificultad para la relación.
Fluir y la autoestima
Una sana autoestima es la habilidad de aceptarnos y querernos tal como somos. Nos aceptamos sabiendo que somos imperfectos y susceptibles de mejorar en muchos terrenos. La sana autoestima es la capacidad de vernos sin resquicios con inmensa ternura. Una sana autoestima nos permite conocernos en profundidad y ser honestos con nosotros mismos. La sana autoestima nos da estabilidad emocional y potencia nuestras capacidades para relacionarnos con los demás e incluso para desarrollar cualquier habilidad que nos parezca oportuna o útil.
La sana autoestima llevada a las relaciones, hace posible fluir a ambas personas porque hace posible el encuentro real, sincero, transparente y fértil en una relación. El interés, reconocimiento y aceptación sin reservas de la otra persona son el espejo de la sana autoestima. Si somos capaces de querernos sin fisuras, somos capaces de querer a otra persona, también sin fisuras. Lo contrario también es cierto.
Las medias aceptaciones o las reservas hacia la otra persona, hacen que las relaciones no fluyan y se generen espacios de distancia, silencio, duda, inseguridad, recelos o desconfianza. Hay, desgraciadamente, muchas relaciones en cuya base se instalan este tipo de ingredientes. Sé que estas relaciones pueden durar años sin que los miembros de la misma sepan poner remedio o decidan poner fin a las mismas. No son relaciones satisfactorias por mucho que se prolonguen en el tiempo.
¿Qué conduce a conformarse y mantener este tipo de relaciones? Muchas razones pueden explicar esta decisión pero, desde mi punto de vista, creo que hay dos o tres razones fundamentales: 1) Falta de confianza en que vamos a encontrar la persona con la que podamos fluir; 2) Falta de confianza en que podemos tener mucho bienestar aunque no la encontremos; 3) Falta de confianza en que seremos queridos tal cual somos porque cuando realmente nos conozca, no nos querrá.
Todas estas desconfianzas las podríamos convertir en confianzas desde un análisis racional. Es decir:
1) Entre tantos millones de personas qué nos hace pensar que no vamos a encontrar la persona/s que sea compatible con nosotros. Estadísticamente, hay muchas probabilidades de encontrar dos perfiles compatibles, no hace falta ningún milagro. Dicho de otro modo: siempre hay un roto para un descosido!!;
2) Nuestra vida es plena desde el momento en que la aceptamos tal cual es y nos ocupamos de disfrutar lo que tenemos, valorándolo y extrayendo el máximo placer de lo que somos y hacemos y de nuestro entorno y relaciones actuales. El problema reside, muchas veces, en pensar que son los demás los que nos hacen felices. Es una de las grandes mentiras;
3) Lo cierto es que si pensamos que tenemos algún rasgo tan horroroso como para no encontrar una persona compatible, lo primero que deberemos hacer es evaluar la gravedad de ese rasgo. Para ello, conviene utilizar una escala racional, realista y objetiva. Si 0 es el mínimo de la escala y 10 el máximo; ser un asesino sería 10. Ahora, respecto de esa ‘condición’ evalúo mi rasgo ‘horroroso’ y veo en qué medida soy tan rechazable. La mayoría de las cosas que creemos ‘horrorosas’ no lo son para los demás y no deberían serlo para nosotros. Eso no significa que no sea bueno esforzarse por pulir y mejorar habilidades, ambas actitudes: aceptación realista y pulimentado de aristas, son absolutamente compatibles. Es más, son necesarios y se retroalimentan positivamente, porque es desde la aceptación de uno con sus errores y fallos, desde donde se coge energía sana y positiva para cambiar lo que se desea.
Lo real es que cada persona tiene cualidades atractivas e interesantes y compatibles para otras personas. Dependerá de nosotros mismos que nos centremos en las que son atractivas o en las que no lo son. Centrarnos en lo más eficaz y funcional de nuestra personalidad hará que en la vida cotidiana produzcamos más bienestar que malestar a nosotros mismos y en nuestro entorno. Mientras, en vez de ocultar nuestros rasgos más disfuncionales, conviene ponerlos sobre la mesa, advertir de ellos a la otra persona y responsabilizarnos de ellos para tratar de compensarlos y/o corregirlos. Tenemos toda la vida por delante para aprender a ser más funcionales.
El proceso puede ser un proyecto muy interesante, tanto en solitario como en pareja, o alternando ambos estados a lo largo del mismo. Lo importante es vivir plenamente, con plena conciencia de quién soy y qué necesito para satisfacer a ese ser.