Piensa bien y acertarás

El conocido refrán nos recomienda lo contrario: “Piensa mal y acertarás” pero no puedo estar más en desacuerdo. Sé que se utiliza en dos acepciones, una es la de desconfiar y otra es la de elaborar un pensamiento objetivo y realista, funcional y eficaz. En cualquier caso, creo que conviene pensar bien. Pensar mal nos conduce a desconfiar (muchas veces de forma irracional y paranoica), nos puede conducir a una evaluación sesgada y al miedo, la preocupación y la ansiedad injustificadas.

Pensar bien es contemplar todas las opciones y evaluar racionalmente las que pueden ser más plausibles.  Pensar bien no es ser ingenuos o engañarnos, muy al contrario, es hacer un esfuerzo para ser objetivos, ecuánimes, realistas y lógicos.  Pensar bien nos facilita el desarrollo de las siguientes actitudes o conductas:

  • Apertura de mente. Comprendemos que hay más de una posible explicación para el mismo hecho. Nos abrimos a la diversidad y variedad de situaciones/opciones.
  • Criterios sólidos. A través del entrenamiento en un pensamiento racional, construiremos criterios propios y útiles, que nos valgan para muchas otras situaciones.
  • Decisiones acertadas. Pensar bien, nos hace ser mucho más objetivos con nuestras necesidades y con lo que el exterior nos ofrece. Esa objetividad nos facilita tomar decisiones coherentes y satisfactorias.
  • Emociones sanas. Un pensamiento objetivo, abierto y lógico nos produce serenidad, confianza en nuestros recursos, solidez, paz interior, equilibrio… En definitiva nos produce emociones de bienestar.
  • Conductas justas. Un buen criterio unido a la objetividad de los hechos y a la ecuanimidad en la evaluación, hará que no seamos injustos con los demás.
  • Relaciones satisfactorias. Pensar bien nos lleva a sentir y actuar en consonancia. Nuestras conductas sanas provocan que las personas de nuestro entorno quieran estar cerca nuestro, creando vínculos afectivos sólidos y constructivos.
  • Confianza en nuestros recursos para evaluar. En oposición a la desconfianza como forma de relación para defendernos de los peligros o engaños potenciales, la confianza basada en una valoración racional y realista de las situaciones, nos lleva a confiar en nosotros mismos para afrontar muchas situaciones diferentes.
  • Liberación y energía. La confianza en nuestras capacidades nos libera de muchos pensamientos negativos que restan energía a nuestra vida cotidiana. Nos deja espacio para la creatividad, los afectos, el aprendizaje y el placer.
  • Autonomía. Un pensamiento racional facilita que nos sintamos capaces de afrontar cualquier situación sin depender de decisiones o criterios ajenos.
  • Confianza. Pensar bien, nos provoca confianza en nuestra capacidad para evaluar y explorar opciones, lo que nos lleva a movilizarnos con sensatez y emprender proyectos que pueden ser satisfactorios.
  • Coherencia cognitiva. Un pensamiento racional y por lo tanto objetivo, basado en hecho, abierto y lógico, nos produce coherencia cognitiva, esa coherencia cognitiva nos produce endorfinas (serotonina, dopamina, norepinefrina) que se liberan en nuestro cerebro inundándonos de una placentera sensación de bienestar. Las endorfinas son saludables y benefician el funcionamiento de todo el organismo.

Muy al contrario, pensar mal nos va a producir malestar.

  • Pensar mal es desconfiar y/o ver solo las opciones negativas de todas las posibles. La desconfianza, basada en la información parcial o sin hechos demostrables que la sustenten, es una actitud que nos perjudica. Nos perjudica porque en vez de utilizar criterios racionales (pensar con lógica) nos dejamos llevar solo por sospechas y criterios muy poco sólidos. Si ese estilo de pensamiento irracional se constituye en un rasgo de personalidad, nos convertiremos en personas poco racionales y desconfiadas. Desarrollaremos ansiedad y otros problemas.
  • Pensar mal nos lleva a comportarnos con recelo y temor a ser engañados. Estas conductas nos separan de las personas, no nos dejan compartir aspectos que podrían ser muy satisfactorios a nivel emocional, social o intelectual.
  • Pensar mal es sacar conclusiones negativas de un hecho que puede tener otras explicaciones alternativas mucho más realistas y de carácter neutro (ni positivas ni negativas). Estas conclusiones negativas nos pueden confundir y orientar a decisiones erróneas. Si no disponemos de toda la información, es conveniente que pensemos en varias opciones explicativas, no sólo en una, no sólo en la peor posible o la más negativa.
  • Pensar mal es, por lo tanto, sesgar la información. Si sesgamos la información, también sesgamos nuestros sentimientos y nos comportamos injustamente: criticando, juzgando, distanciándonos, evitando…
  • Pensar mal nos convierte en personas sin criterio fiable para tomar decisiones.
  • Pensar mal es el germen de sentimientos muy negativos: rencor, ira, desprecio, odio, humillación, complejo, inseguridad, desorientación, baja autoestima… Todos ellos afectan, sobre todo, a quien los siente, aunque también puede afectar al entorno a través de las conductas que promueven.

Pensar bien es un hábito que se aprende, como aprendemos a leer, escribir, hablar, calcular, conducir o cocinar.

A diferencia de los hábitos que aprendemos cuando somos bebés o niños, establecer un nuevo hábito cuando somos adultos conlleva mayor toma de conciencia y más esfuerzo. Muchas personas se echan para atrás cuando comprenden que los nuevos hábitos requieren esfuerzo, disciplina y tesón.

Sin embargo, tenemos toda la vida por delante, cuanto antes empecemos antes habremos avanzado hacia una vida más satisfactoria, equilibrada y autónoma.

El temor al rechazo

El temor al rechazo, a no ‘dar la talla’ o a no ‘estar a la altura’ es una de las principales razones que dificultan las relaciones, en todos los ámbitos (trabajo, social, amor, amigos).  El miedo sólo es útil en contadas ocasiones donde existe un peligro real, racional; es decir, cuando las consecuencias de una situación pueden ser realmente perjudiciales, dañinas o dolorosas. El miedo sólo es útil como sistema de alarma pero no como rasgo de personalidad ni como dinámica de una relación.

Al contrario, las relaciones marcadas por la confianza en uno mismo, la libertad de elegir y una sana asertividad, por ambas partes, son satisfactorias porque permiten crecer a los miembros de esa relación.

El miedo consiste, sobre todo, en pensar que uno/a no es capaz de gestionar de forma satisfactoria la situación que afronta o que no va a ser capaz de superar los posibles retos que esa situación le presenta. El temor a no ser capaz de afrontar con éxito la situación o a no poder superar el dolor del rechazo, produce un estado de ansiedad y bloqueo de las habilidades. A la larga produce frustración, rencor, falta de confianza en uno mismo y baja autoestima.

Ese miedo puede llevar a las personas, paradójicamente, a rechazar situaciones  por muy atractivas y deseables que se presenten, perdiendo oportunidades o rompiendo relaciones.

La mayor parte de las veces esos temores no tienen una base real pero la persona que los experimenta no se cuestiona la verdad de lo que piensa y siente. Los mecanismos del miedo y el temor enraízan en la personalidad y se convierten en verdaderos tiranos que dirigen la vida de la persona en la que habitan. Sienten que la vida está llena de riesgos y situaciones arriesgadas. Tienen la sensación de que las relaciones son como una batalla donde hay ganadores y vencidos, y ellos creen que pueden ser los vencidos.

Las personas que viven con miedo a ser rechazados o que sienten que no están a ‘la altura’ de las circunstancias desarrollan estrategias de modo consciente o inconsciente para evitar la ansiedad que les produce ese temor. La mayor parte de las estrategias no van dirigidas a superar el miedo y afrontarlo de forma eficaz y sana. En su mayoría, las estrategias consisten en actitudes y conductas poco eficaces a medio y largo plazo, e incluso muy tóxicas para el bienestar del individuo.

Las estrategias más habituales son:

  • Concebir las situaciones como tableros de ajedrez donde cada movimiento ha de ser planificado para anticipar los peligros, retirarse antes de ser vencido o atacar antes de ser atacado y vencer a ser posible.
  • Evitar las situaciones en las que pueden sentir miedo al rechazo o a no dar la talla
  • No evitar las situaciones, incluso buscarlas, pero protegiéndose con una impostada actitud de distancia, ausencia de verdadero interés, ambigüedad, falta de implicación, crítica, control, posesión… También pueden ser los eternos ‘dubitativos’ y se ponen excusas que justifican sus dudas, su falta de decisión y compromiso.
  • Si superan los miedos iniciales y se ‘arriesgan’ porque les merece la pena el objetivo, reaccionan con retraimiento, soberbia o con orgullo ante cualquier signo que ellos interpretan como un rechazo o una humillación.
  • Son capaces de perder oportunidades o de romper relaciones con tal de no experimentar las emociones que les produce sentirse rechazados/as o sentir que no son lo que les gustaría ser. Sin duda, como en todo, el perfil de las personas con miedo al rechazo o a no dar la talla, es muy amplio y se da en una línea continua graduada, de modo que hay personas con miedo nivel 1, 2, 3… hasta 10. La misma persona puede experimentar distintos niveles.
  • Como no suelen tener mucha confianza en sí mismos y su autoestima está muy dañada, les va a resultar difícil expresarse y comunicar sus temores y miedos. Con frecuencia pueden confiárselos  a amigos o personas con las que sientan mucha confianza pero más difícilmente a las personas de las que intentan protegerse.
  • Por falta de confianza en sus capacidades de superar el miedo y fortalecer su autoestima, suelen elegir relaciones (amor, trabajo, amigos) en las que se sienten ‘superiores’. Obviamente, estas relaciones no satisfacen sus necesidades, no les hacen sentirse vivos y felices. A no ser que exista una falta absoluta de conciencia de sus miedos y de las propias estrategias (cosa muy difícil), estas personas saben que no han apostado por lo que realmente quieren y eso les lleva a sentir una profunda insatisfacción, ansiedad y rencor contra sí mismos y contra un entorno al que suelen culpabilizar de sus ‘fracasos’.
  • Si no realizan un análisis realista sobre su propia personalidad, ese miedo al rechazo y la frustración resultante les puede conducir a una crítica injusta del exterior y a un rencor hacia personas que sí han logrado sus objetivos. Se pueden convertir en personas con un rasgo de cinismo importante.

Hay muchas personas que deciden afrontar esos miedos de una forma sana, abordando el reto de construir estrategias mucho más sanas. Para abordar el cambio es necesario identificar las causas que generan esos miedos y sus conductas o estrategias asociadas. Como hemos mencionado anteriormente, los ingredientes de ese miedo suelen ser: una baja autoestima; una concepción perfeccionista del ser; una vivencia competitiva de las relaciones; un concepto erróneo de felicidad y satisfacción.

El primer paso es construir una sana autoestima que no esté basada en los logros sino en la satisfacción propia de existir. Una autoestima que enraíce con la esencia del ser: estoy vivo, pienso, siento, tengo capacidad de disfrutar, tengo derecho a ser y soy consciente, tengo capacidad de aprender y crecer… Una autoestima que se aleje de la competitividad, el éxito social y el tener. Es decir, eliminar el concepto de ‘talla’ y ‘altura’: todos damos la talla y la altura necesaria para encajar en muchos sitios y con muchas personas. No se trata de talla y altura sino de compatibilidad. En la fórmula de la compatibilidad entran en la ecuación ingredientes de ambas partes, y no porque sean mejores o peores, sino porque sean combinables. A veces son combinables dos personas muy desordenadas, a veces no son combinables dos perfeccionistas.

El segundo paso es aprender a dar un significado menos dramático al rechazo. Por un lado, es importante que afrontemos el rechazo como algo normal y sano en la vida para fortalecer nuestra personalidad y ser menos vulnerables. Por otra parte, es importante que no anticipemos el rechazo como estrategia de defensa o evitación porque así nos daremos la oportunidad de vivir experiencias que antes nos negábamos.

El rechazo no significa que no valgamos como personas. El rechazo significa que no somos lo que esa persona o esa organización necesitan para un tipo de puesto o relación. Eso no nos descalifica para el resto de relaciones, puestos, actividades… Si damos demasiada importancia a ese puesto o relación estamos sesgando la realidad, convirtiendo ese objetivo en algo mucho más importante y trascendente de lo que en realidad es. En estas situaciones, es necesario relativizar, dimensionar bien la situación y no dramatizar. No hay nada tan importante que deba hacernos sentir que no valemos.

Si anticipamos y nos centramos casi exclusivamente en que vamos a ser rechazados o que no vamos a dar la talla, estamos visualizando la opción menos estimulante de todas las alternativas posibles, lo cual no es nada motivador y nos reduce todo nuestro potencial para disfrutar, ser creativos, ser comunicativos, afectuosos , divertidos e interesantes. Es decir, estamos boicoteando nuestro proyecto.

La soberbia y el orgullo son con frecuencia productos paradójicos de la baja autoestima. Son reacciones que actúan a modo de armas ofensivo/defensivas. Estos rasgos pueden darse en las personas con temor al rechazo o a no dar la talla. Este tipo de reacciones se caracterizan por respuestas desproporcionadas, no justificadas y que no van acompañadas de una explicación ni una comunicación serena y racional. Suelen acompañarse de reacciones de dureza (silencios repentinos,  rechazos intencionados, críticas, menosprecio…). Estas actitudes nos muestran a personas con baja autoestima pero con una necesidad muy notable de protegerse y defender su parcela de integridad. En realidad, lo más probable es que nadie intente vulnerar esa parcela pero la subjetividad puede interpretar que sí. En cualquier caso, ese tipo de reacciones no son las más aconsejables para contestar a un potencial menosprecio o rechazo, sea o no intencionado.  Hay otros modos más eficaces de gestionar estas situaciones.

La soberbia y el orgullo, siempre provocan sobreactuación,  traen consecuencias inmediatas porque conllevan actitudes y conductas hostiles, tensas, faltas de afecto y empatía con la otra persona. Estas no son actitudes eficaces en una relación porque pueden provocar sorpresa, falta de afinidad, distanciamiento o cansancio. La soberbia y el orgullo puede engañarnos y hacernos creer que hemos ‘vencido’ porque hemos sido más agresivos o más rápidos en reaccionar que la otra persona. En realidad, nos hace perder oportunidades de relacionarnos de una forma madura y satisfactoria. Nos hace perder relaciones que merecen la pena y que nos pueden producir honda satisfacción.

Vivir con temor, sea a lo que sea, es una forma de limitar la vida y las posibilidades de satisfacción. El temor a… si no es gestionado de forma sana y por lo tanto superado, produce frustración y ansiedad.

No es bueno esconderlo o huir hacia delante. La vida es corta, hay que vivirla plenamente, y eso significa experimentar, explorar, construir… sin miedos, sin límites irreales, imaginarios, castradores.

Cuando se supera el miedo, la sensación de bienestar, libertad, autonomía, serenidad y fortaleza crecen exponencialmente. Todas estas sensaciones se retroalimentan y logran que la vida tenga mucho más sentido.

Perfiles de enamoramiento

¿Con qué perfil de enamorado/a te identificas?

Nos hace falta un tercer planeta !!!! Marte y Venus NO son suficientes para reflejar la diversidad que muestran los distintos patrones de enamoramiento.

Creo que muchas de las diferencias que suelen simplificarse en dos patrones, que a través del humor se hacen corresponder con estas dos deidades, en realidad consisten en patrones que podemos encontrar tanto en un género (planeta/deidad) como en el otro. Es decir, no tiene que ver con el género sino con la personalidad del individuo en cuestión.

Hay hombres y mujeres que se parecen mucho más entre ellos en su patrón emocional de lo que se asemejan a sus propios congéneres.

Por simplificar y atendiendo a la velocidad de cristalización de las emociones y su relativa solidez, se podría decir que hay tres patrones de enamoramiento:

Enamoramiento inmediato
Enamoramiento dubitativo
Enamoramiento paulatino

1. En el enamoramiento inmediato, apenas hay evaluación o valoración de la realidad. El sujeto que se enamora, sea del género que sea, solo necesita unas pocas señales para enamorarse y desplegar todos sus sentimientos al servicio de ese nuevo amor. Suelen ser personas enamoradizas, con gran facilidad para enamorarse y también desenamorarse. Hoy te aman y mañana están totalmente decepcionados. Se enamoran de una ilusión basada en cuatro señales pero sin tener en cuenta toda la realidad. Por eso, cuando la realidad se hace patente, con facilidad se desenamoran. Suelen tender a idealizar. Por lo general, no ven al sujeto del que se enamoran, solo ven lo que les encaja con su idealización. Suelen ser entusiastas, optimistas y muy halagadores en los primeros encuentros. Pasados estos momentos, suelen cambiar la actitud y pasar a ser distantes, mohínos, desconsiderados e incluso pueden ser groseros. En el trasfondo de estas conductas está la decepción, culpabilizando al otro de su desilusión.
2. En el Enamoramiento dubitativo, hay una constante fluctuación emocional entre la ilusión de estar enamorados, la inseguridad de sus emociones, y la sensación de no estarlo. Suele darse en personas con baja tolerancia a la incertidumbre y con gestión poco eficaz de procesos ambiguos. Por decirlo con una metáfora, no se encuentran a gusto en aguas templadas: necesitan calor o frío. Estas personas viven episodios de ilusión y episodios de desilusión en el mismo día. Ven señales positivas y negativas que les hace posicionarse en uno u otro estado emocional en muy poco tiempo. Son conscientes de que les falta información, datos y tiempo pero el hecho de no gestionar bien los periodos de incertidumbre lógica en todo proceso, les lleva a cristalizar ante los signos más inmediatos, tanto en sentido positivo (inclinación al enamoramiento) como en sentido negativo (inclinación al desenamoramiento). Suelen empatizar y sufren mostrando sus dudas. Viven el proceso de enamoramiento en una constante fluctuación que no termina de resolverse.
3. Enamoramiento paulatino. Suele darse en personas con bastante equilibrio emocional, conscientes de su personalidad y necesidades y respetuosas con las del otro sujeto. No suelen fantasear sobre la otra persona. Se enamoran a medida que conocen bien a la otra persona. Necesitan tiempo y experiencias para comprender al otro y experimentar las emociones adecuadas. No se reprimen en sus expresiones pero no sienten impulsos que respondan a una señal fugaz, suelen tener respuestas y conductas que responden a señales duraderas. Cuando se enamoran, lo hacen de forma sólida, saben por lo general qué rasgos y conductas de la otra persona les han provocado el enamoramiento.

Por descontado, si escogemos otro criterio distinto a la velocidad y solidez de cristalización, encontraremos otros patrones de enamoramiento con otras categorías posibles. La combinación de todos los criterios (rasgos) posibles que entran en la ecuación del enamoramiento nos facilitan un mapa bastante preciso de la personalidad de cada individuo con independencia de su género. Del mismo modo, el análisis de la personalidad puede predecir con bastante acierto el modelo de enamoramiento que va a seguir cada persona.

Estas categorías, por otra parte, no son excluyentes. Sobre todo las dos que están más cercanas: Inmediat-dubitativo; dubitativo-paulatino. Esto significa que una misma persona, con un patrón generalmente paulatino, en función de un cambio emocional puede atravesar otra categoría, deteniéndose más en aquella que refleje mejor su personalidad. Un estado de ánimo alterado puede generar el patrón dubitativo para dejar paso al patrón paulatino una vez restablecida la estabilidad.

Lo que resulta más difícil, es que alguien que tenga el patrón paulatino pueda experimentar el patrón inmediato y viceversa.

Por lógica, el patrón que mejor se adapta a la estabilidad, el bienestar y el equilibrio es el patrón paulatino. Eso no significa ausencia de emociones, significa vivir las emociones con intensidad, solidez y realismo. Los patrones paulatinos se pueden entrenar, facilitando madurez y solidez a nuestras conductas.

Enamoramiento

Enamorarnos con realismo

El enamoramiento es el proceso en que emociones muy positivas hacia otra persona se despiertan e intensifican, al tiempo que sentimos mucho interés, curiosidad y deseo de estar con ella, produciéndonos mucho placer y satisfacción, cuando es correspondido.

Alegría, ilusión, expectativas positivas, afinidad, admiración, complicidad, motivación, energía, deseo de compartir, afecto, ternura, erotización… son algunas de las emociones y actitudes que nos inundan, creando un estado muy placentero.

Son emociones que generalmente se acompañan con la creencia de que esa otra persona puede llegar a significar algo importante en nuestra vida.

El enamoramiento puede contener dosis más o menos altas de realismo. Dosis altas,  porque las emociones que sentimos estén fundamentadas en la realidad y nuestro conocimiento racional de esa persona; o bien, al contario, bajas dosis de realismo, porque nuestras emociones no respondan a hechos, información o datos reales y sean producto de nuestras fantasías, idealizaciones o sesgos. Obvio es decir que cuanto más realismo fundamente nuestras emociones, más probabilidades tendrá el enamoramiento de ser satisfactorio y/o consolidarse en amor y en una relación solida y duradera.

La alegría e ilusión que provoca el estado de enamoramiento son un aliciente para sentirnos enamorados. Esa ilusión es tan grata y estimulante  durante el proceso de enamoramiento que deseamos sentirla y nos revelamos ante la idea de que se termine. Por esa razón, el enamoramiento puede tener bastante de adictivo si no somos capaces de situarnos en la realidad y nos dejamos llevar por las fantasías.

Hay ocasiones en que las circunstancias de una o ambas personas impiden que un enamoramiento que es realista se pueda disfrutar. Para enamorarse de forma realista no basta con que entre las dos personas exista una gran atracción, afinidad y deseo, es necesario que se den las circunstancias para que ese enamoramiento pueda desarrollarse.

En qué medida el enamoramiento responde a la realidad o a nuestros deseos de sentirnos enamorados, es algo que debemos descubrir nosotros mismos. Sin embargo, hay ciertas reglas, por así llamarlas, que nos van a facilitar la labor para discriminar si nos hemos enamorado sobre bases reales.

Las reglas del realismo

  • Coherencia entre conductas. Las conductas de la persona a quien va dirigido nuestro enamoramiento son muy similares en distintos ambientes y escenarios: con nosotros, con su familia, con sus amigos, con sus colegas, etc. No hay discrepancias notables.
  • No hay parcelas de su vida que queden ocultas a nuestra mirada o interés. Su trayectoria y su explicación de la misma nos resultan coherentes.
  • Sentimos que nos abre su mundo adulto sin reservas. Las reservas injustificadas indican reparos, dudas, contradicciones, ocultaciones…
  • Sentimos que encaja en nuestro mundo sin reservas.
  • No hay conductas suyas que nos resulten chirriantes, desagradables, muy difíciles de aceptar, etc.
  • No invade nuestra privacidad; no da muestras de querer controlarnos; no da señales de celos o desconfianza;
  • Sentimos que tiene interés real por conocernos y por saber de nuestra vida: pregunta, escucha, siente curiosidad pero sin intimidar, sin presionar…
  • Sus manifestaciones de afecto se dan en todos los escenarios compartidos, no sólo en la intimidad o la soledad de ambos. Su afecto lo muestra en situaciones de cariño y en situaciones de deseo sexual, no sólo en uno de los dos ámbitos.
  • Notamos su interés por tener contacto y por vernos.
  • Se manifiesta claramente sobre sus sentimientos, sin ambigüedades, sin remilgos, sin recelos, aunque con su propio estilo; pudiendo ser una persona más o menos extrovertida, expresiva…
  • Nos sentimos a gusto, sentimos que todo fluye, sentimos que hay cabida para nuestra personalidad, no necesitamos fingir.
  • Nos sentimos alegres, contentos, ilusionados, confiados. El enamoramiento nos añade bienestar, no nos lo quita. No sentimos ansiedad, no sentimos tristeza, no sentimos inseguridad, no sentimos desconfianza…

Probablemente habrá otras ‘reglas’ también útiles. En principio, si todas estas reglas se cumplen, son un indicador muy fiable de que nuestro enamoramiento tiene una base real sólida. Notaremos que todo fluye, que cada vez estamos más seguros y que la ilusión se ve reforzada y la relación se hace más sólida y fuerte.

Si hay varias de estas reglas que no se cumplen satisfactoriamente o no lo hacen en ninguna medida, nos deberemos replantear si queremos invertir tiempo, emociones, esfuerzo e ilusión en algo que no se ajusta a un patrón satisfactorio de enamoramiento.

Obviamente, para explorar todos estos aspectos, evaluarlos y tomar decisiones al respecto, necesitamos un tiempo prudencial. No conviene que nos precipitemos ni que alarguemos ese tiempo si durante el proceso, nos damos cuenta que no avanzamos y que hay barreras infranqueables o situaciones estancadas (comunicación, encuentros, afecto, deseo sexual, espacios compartidos, discusiones, etc.). No es muy saludable empeñarse en algo que no está funcionando.

Si se pueden hablar estas cuestiones, mucho mejor. Es muy positivo que nos podamos explicar y que nos demos el derecho de expresar abiertamente lo que queremos, lo que esperamos y lo que necesitamos y no se está produciendo. De esas conversaciones puede que surja el encuentro o puede que el desencuentro se haga más evidente. Si no podemos hablarlo, se pone de manifiesto una dificultad añadida.

Las confluencias y las divergencias, van a darnos muchas pistas sobre la idoneidad o no de nuestro enamoramiento.

El ejercicio de poner fin a una ilusión es un ejercicio personal, solo se pone fin cuando uno así lo decide y lo aplica. De hecho, hay relaciones cuya ruptura se ha producido y sin embargo no es aceptada por uno de sus miembros. En estos casos, una de las dos personas se empeña en continuar con expectativas, ilusiones y fantasías cuando la evidencia le niega esa posibilidad. Es una conducta muy insana que puede deteriorar la autoestima de quien la ejerce.

Es necesario, ineludible, que se produzca la aceptación de la desilusión, el desencuentro, la imposibilidad, la ruptura o la incompatibilidad dentro de una relación. Esta aceptación es un ejercicio de responsabilidad con uno mismo y también con los demás. Es una actitud de respeto y de sana autoestima. Puede ser difícil o costoso en términos emocionales pero el resultado a corto plazo es muy liberador, produce paz interior y bienestar, nos ayuda a confiar en nuestra capacidad para dirigir nuestra vida y orientarla hacia donde más conviene.

La desilusión es pasajera, es como un pequeño duelo porque perdemos algo que nos alegraba y producía mucho placer. La no aceptación produce efectos negativos a corto, medio y largo plazo; sus consecuencias no son pasajeras.

Cuanto antes aceptamos las desilusiones, antes nos centramos en todo lo bueno y satisfactorio que tiene nuestra vida. Si no somos capaces de ver todas las cosas buenas de nuestra vida, el problema no está en la desilusión, está en nuestra dificultad para que la vida nos motive lo suficiente. En este caso, conviene que tomemos medidas para cambiar esa actitud desmotivada. El enamoramiento nunca va a ser la solución a nuestra desmotivación o a nuestros problemas.

Principios para el bienestar

El ajuste psico-social evita la mayor parte de los problemas emocionales, conductuales y psíquicos.

Hay una serie de actitudes que garantizan ese bienestar. La pirámide del ajuste emocional y social nos muestra esos principios. Si queremos equilibrio y bienestar, necesitamos desarrollar todos esos principios, de nada sirve desarrollar mucho algunos de ellos pero no hacerlo con otros. En la medida en que nos ajustemos a estos principios, lograremos nuestro bienestar.

Actitudes y Conductas para el equilibrio, bienestar y salud

  • Aprecio por uno mismo y por los demás.

En primer lugar, me acepto y me quiero incondicionalmente, me intereso por mí, estoy contento/a por vivir y poder disfrutar de ser, pensar, sentir, amar… Este afecto por mi (auto estima) no puede estar ligado a mis logros, éxitos, destrezas, habilidades, conocimientos, etc. Para que sea una auto estima sana, solo ha de estar basada en el hecho de que soy un ser que existe y que se merece todos mis cuidados y afecto. Soy lo más importante de mi vida ya que toda mi experiencia vital depende de mi propia existencia.

En segundo lugar, respeto y me intereso por los demás. Acepto las diferencias y la diversidad. Desarrollo relaciones de afecto, aprecio, cariño, amor… en función de los grados de afinidad con los otros. Formo parte de una sociedad y distintos grupos sociales en los que me integro, coopero y contribuyo con interés, solidaridad y adaptación. El bienestar de la sociedad en la que me integro es en parte responsabilidad y proyecto míos.

  • Responsabilidad:
    1. Yo decido mis creencias y tomo conciencia y regulo mis pensamientos y emociones, identificando mis necesidades, mis recursos y condiciones
    2. Yo actúo conforme a mis objetivos, necesidades y principios
    3. Yo elijo mis relaciones, mis proyectos, mis compromisos y responsabilidades
    4. Yo asumo las consecuencias de mis actos y mi forma de pensar
    5. No responsabilizo a los demás de mis emociones ni de mis pensamientos o conductas.
    6. Responsabilizo a la sociedad y a las instituciones de los sistemas que afectan a muchas personas creando las condiciones necesarias para una vida digna, justa y sostenible. Formo parte de esa responsabilidad.
    7. Soy crítico/a con las ideologías, creencias, costumbres y normas. Soy responsable de asumir o no la cultura de mi entorno social. Elijo lo que considero saludable y óptimo para el bienestar mío y de la comunidad.
  • Objetivos: La vida es una oportunidad para disfrutar, crecer, mejorar, madurar, prosperar, integrarse y cooperar al bienestar de todos.
    1. Me pongo objetivos, metas y proyectos realistas que contribuyan a mi bienestar y madurez. Los planifico y desarrollo, responsabilizándome del proceso y consecuencias.
    2. Me marco objetivos personales, profesionales, de relación y sociales. Colaboro y coopero con la sociedad.
    3. No hay una edad límite para aprender, mejorar y madurar. El tiempo de aprender y trabajar se acaba cuando dejo de existir.
  • Realismo: Soy consciente de quién soy, qué necesito, cuál es mi entorno.
    1. Mi relato y visión de los hechos se ajusta a la realidad, eliminando sesgos o distorsiones producidas por una visión limitada o afectada por emociones o creencias erróneas.
    2. Utilizo la lógica y no me permito conclusiones irracionales
    3. Evalúo de forma objetiva sin engañarme
    4. Planifico mis proyectos, objetivos y conductas sin dejar que los impulsos, caprichos o deseos efímeros me desvíen de mis necesidades.
    5. Tengo en consideración cómo mis conductas pueden afectar en mi entorno y tomo conciencia de las consecuencias que puede tener en mí.
    6. No idealizo mi persona ni la de los demás. Soy consciente de los recursos y limitaciones
  • Flexibilidad: La rigidez, la fijación, las obsesiones y el inmovilismo no se adaptan a la realidad ni producen resultados satisfactorios.
    1. Acepto los cambios que no dependen de mí, elaborando estrategias para adaptarme, superar escollos y lograr mis objetivos.
    2. Cambio los aspectos que se manifiestan innecesarios o incompatibles con mis objetivos.
    3. Tolero los contratiempos y las dificultades, desarrollando la paciencia, y la resiliencia.
    4. Desarrollo la creatividad para resolver dilemas, dificultades o conflictos. Imagino y visualizo otras posibilidades innovadoras, rupturistas y eficaces para responder a las nuevas condiciones o a los cambios.
    5. Respeto los criterios diferentes o divergentes, elaboro argumentos lógicos y utilizo ejemplos reales para ofrecer alternativas y/o plantear debate y discusión.
    6. Negocio, estoy dispuesto/a a ceder algo a cambio de algo. Soy considerada/o con los intereses de los demás.
  • Confianza: Acepto la incertidumbre y el riesgo
    1. Evalúo sin temeridad los riesgos de mis proyectos o decisiones. Analizo racionalmente si estoy en condiciones de asumir las consecuencias.
    2. Asumo riesgos confiando en mi capacidad y recursos para responsabilizarme de consecuencias no deseables o insatisfactorias.
    3. Tomo conciencia de mis recursos actuales y los pongo al servicio de las contingencias
    4. Me adapto a un grado de incertidumbre, comprendiendo que no puedo controlarlo todo y que se producen cambios y sorpresas.
    5. Confío en mi resiliencia y en mi capacidad de adaptación, crear, innovar, construir y responder a las dificultades y contratiempos.
  • Reconocimiento: Tomo conciencia de mi aprendizaje y la adquisición de habilidades, experiencia y recursos.
    1. Evalúo con frecuencia mis objetivos y el grado de logro. Analizo de forma realista y racional el proceso, sus virtudes y defectos. Identifico errores y aciertos.
    2. Me doy el reconocimiento (sin medallas ni halagos o presunción) que corresponde a lo que he aprendido. Desde la humildad reconozco la importancia de haber logrado algo.
    3. Hago lo mismo con los esfuerzos, trabajo, conductas y logros de los demás. Soy consciente de su importancia. No halago, no pongo medallas ni trato de manipular mediante el reconocimiento. Ha de ser genuino.

 

Perfiles de Maltrato Emocional

Maltrato Emocional

Hay diversas clases de maltrato: físico, emocional, psicológico y social.

En muchos casos pueden confluir todos ellos con un potencial de generar malestar muy considerable.

El potencial para generar malestar depende de la autonomía, preparación y resiliencia de la víctima. Obvio es decir que cuanto menor es el nivel en cada una de estas características, mayor es la influencia y daños que se pueden ejercer sobre ella.

En esta ocasión quiero reflexionar sobre el maltrato emocional como resultado de la inmadurez, soberbia, frustración, exigencia, egoísmo y rigidez de quién lo ejerce.

La persona que ejerce maltrato emocional lo expresa con la retirada del afecto; el ejercicio de la frialdad y el distanciamiento; el ensañamiento en lograr herir los sentimientos de la otra persona; la acusación más o menos velada de errores, faltas, defectos o déficits; la culpabilización de lo que sucede…

El ejercicio del maltrato emocional puede estar producido por la combinación entre varios factores (rasgos de personalidad, conductas, educación…). Cuantos más factores confluyan más tóxico es el cóctel. Estos son algunos de los factores más frecuentes:

  1. La soberbia;
  2. El rencor;
  3. Los conflictos personales sin resolver;
  4. La falta de madurez;
  5. Una necesidad imperiosa de llevar la razón;
  6. Un impulso muy fuerte de satisfacer deseos, la insatisfacción de los mismos y las consiguientes dificultades para gestionar la frustración;
  7. La responsabilización del entorno sobre la felicidad de uno mismo;
  8. La intransigencia sobre los actos de los demás;
  9. La demanda de atención sin considerar a los otros;
  10. La rigidez en los planteamientos de cómo tiene que ser el mundo y cómo tienen que comportarse los demás;
  11. La creencia de que los demás tienen que hacer las cosas al estilo de la persona que maltrata;
  12. La creencia de que para los demás no debería haber nada más importante que atender esas demandas.
  13. Además, interviene también la creencia de que con el maltrato emocional la otra persona va a doblegarse a las expectativas y exigencias de la persona maltratadora y va a satisfacer finalmente sus demandas.

Esta última creencia está basada probablemente en que la estrategia del maltrato le ha dado el resultado esperado con otras personas, sobre todo niños (hijos, hermanos menores, alumnos, amigos…) o personas con un déficit de autonomía emocional y/o dependencia económica.

La forma de defenderse de este maltrato y no sucumbir a sus peligrosos y tóxicos efectos consiste en saber distinguir e identificar con claridad los siguientes fenómenos:

  1. Que en esa actitud no existe AMOR hacia la potencial víctima, en su lugar existe posesividad y/o utilitarismo, combinado con una habilidad grande para manipular a través de las emociones.
  2. No muestran RESPETO por la personalidad, necesidades, opciones y elecciones de la potencial víctima.
  3. No conciben una relación de IGUALDAD, donde las dos personas tienen el mismo derecho y la misma oportunidad para lograr sus deseos.
  4. No ven sus SESGOS, por lo tanto no son capaces de ver la OTRA REALIDAD.
  5. Utilizan la culpabilidad de forma más o menos explícita. Querrán que la víctima se sienta CULPABLE de su propia infelicidad, sus problemas o su insatisfacción. Son incapaces de responsabilizarse de su situación, sentimientos, elecciones y trayectoria.
  6. No tienen interés por la FELICIDAD de la potencial víctima si ellos no se benefician de algún modo, mucho menos si les perjudica.
  7. Suelen utilizar la CRÍTICA más o menos velada por cualquier cosa: cómo viste la víctima, cómo se peina, qué cosas hace, cómo las hace. Son críticos expertos en sacar defectos de los demás.
  8. No soportan una CRÍTICA.
  9. No soportan que se les lleve la CONTRARIA.
  10. No soportan un NO por respuesta.

Obviamente, no tienen por qué darse todos los factores mencionados ni en todas las ocasiones los mismos pero suelen estar bastante presentes casi siempre.

Conviene no caer en la trampa, mantenerse firme en las convicciones y criterios propios, emplear siempre el ejercicio de la racionalidad y aprender a detectar los 10 factores que se han mencionado. Si existe la presencia de cualquier de ellos, conviene advertirlo y no sucumbir ante sus efectos. Una actitud que integre cualquiera de esos factores, por muy loable que quieran vendérnosla, queda invalidada por el mero hecho de acompañar una conducta o una intención de maltrato.

Hay personas con una habilidad especial para hacer creer a la potencial víctima que está en un error, logrando que comulgue con ruedas de molino.

Tratar con este tipo de personalidades es muy difícil, requiere mucho entrenamiento, dosis muy elevadas de paciencia, fortaleza, autonomía y cariño. Si usted no se ve capaz, no se fuerce a ello, hay muchas personas en el mundo, deje paso a otras personas en su vida que no sean tan complicadas. Si no considera oportuno distanciarse definitivamente, procure mantener una relación poco implicada, procure no depender emocional, social o económicamente. Aún así, si continúa la relación, habrá ocasiones en que sienta cómo la persona que maltrata intenta ejercer su estrategia de manipulación emocional. Esté alerta y recuerde el decálogo. No se aparte de su propio rumbo, mantenga sus criterios, no sucumba a los argumentos o el chantage emocional.

Aplicando esta estrategia no espere que la otra persona cambie, ese no es su objetivo. Su objetivo es no convertirse en su víctima. La persona maltratadora cambiará o no en función de muchos aspectos, no por el sólo hecho de que usted se muestre impermeable a su manipulación. Tenga en cuenta que para la persona maltratadora siempre hay otras víctimas sobre las que ejercer su influencia y renovar sus conductas, habilidades y creencias.

No se considere tan influyente como para cambiar a esa persona maltratadora. Una sola persona no lo logra, sería necesaria la confluencia de todo el entorno.

Por lo tanto, no espere un cambio. Solo protéjase de esas personas y busque relaciones implicadas con personas que no tengan este tipo de perfil.

Lola Salinas (julio 2017)