Disonancias psicológicas

Qué es una disonancia psicológica

Las disonancias psicológicas son discrepancias no resueltas entre dos tendencias, necesidades, creencias o conductas. Por ejemplo, puede haber disonancia entre mi necesidad de cariño, por una parte, y una conducta excesivamente severa con alguien cuando se equivoca en algo, por otra.  Otro ejemplo puede ser mi necesidad de que respeten y escuchen mis ideas, de un lado, y mi actitud de no dejar hablar o de devaluar las ideas de los demás, de otro. Un tercer ejemplo, podría ser, el deseo de que mi trabajo se valore, pero una constante crítica o falta de valoración al trabajo de los demás. Hay miles de ejemplos de disonancias que probablemente todos hemos experimentado en alguna ocasión.

Las disonancias se pueden producir de diversos modos, lo más habitual es una carencia en la toma de conciencia de nuestras actitudes o conductas. Esa carencia produce una visión sesgada con puntos ciegos, donde no soy capaz de verme con suficiente amplitud, objetividad y ecuanimidad, para tener claridad y honestidad con mis conductas y actitudes. Esa ‘ceguera’ o visión sesgada me impide conocerme con plenitud de conciencia, impidiéndome crecer y superar contradicciones o disonancias.

Resolver disonancias

Cuando logramos identificar, afrontar y resolver disonancias, logramos un estado de paz y bienestar muy gratificante. No es necesario lograr la perfección (tarea imposible) para obtener la paz. Podemos obtener un grado muy elevado de paz interior, aunque exista alguna disonancia de pequeña importancia. Conviene atender a las disonancias de mayor relevancia y también a la cantidad de disonancias, para evitar grandes cantidades y grandes conflictos. El bienestar o la paz (sosiego) se logran cuando no hay disonancias relevantes en nuestra conciencia o en nuestros procesos automatizados de conducta (sean ideas, imágenes, pensamientos, actitudes, emociones o respuestas).

El sosiego o la paz no tienen por qué producir ‘felicidad’, ni la necesitamos, pero produce bienestar y correlaciona con la calma, la concentración, la serenidad, la ecuanimidad, etc.

Para eliminar las disonancias es importante practicar la coherencia. Esta coherencia consiste en comprometernos con practicar la congruencia entre nuestras necesidades más importantes (valores, principios, objetivos, relaciones, emociones…) y nuestras conductas para satisfacerlas.

De modo que, por ejemplo, si considero que para mi bienestar es importante que las personas a mi alrededor estén bien, mis conductas estarán orientadas a respetar a los demás, tener en consideración sus propias necesidades, sus puntos de vista, su derecho a exponerlos y defenderlos, así como defender los míos de forma asertiva: con afecto, respeto, sin ofender ni tratar de imponerme.

Un ejemplo muy típico donde necesitamos resolver la disonancia, que puede amenazar nuestra paz, es cuando hay dos puntos de vista o dos intereses contrapuestos ante una situación compartida. Si nos empeñamos en llevar la razón o en que la otra persona reconozca que la llevamos, estaremos defendiendo esa necesidad de “tener razón” por encima de la necesidad de mostrar y recibir respeto.

La importancia que damos a “tener razón” puede convertirse en un sesgo de pensamiento y en una conducta que atenta contra nuestra paz y nuestras relaciones. La disonancia deriva de que, si nos empeñamos en tener razón, estamos negando la oportunidad a otras ideas, así como a la consideración y la ‘cuota’ de razón que la otra persona necesita. Defender nuestra posición no significa generar barricadas, pelear o faltar al respeto. Nuestra posición o nuestras ideas se defienden mejor con una actitud ecuánime, respetuosa y proporcionada a la situación.

La paz protectora de la salud

La paz es un protector de nuestra salud emocional, cognitiva y de nuestra salud física. En el caso de la salud emocional, la paz va acompañada de emociones plácidas, tranquilidad, bondad y calma. En cuanto al bienestar cognitivo, la coherencia entre las distintas áreas de pensamiento nos facilita el ‘silencio’ mental y la ausencia de ‘ruidos’, protegiéndonos del desgaste, de la confusión y del estrés mental, facilitándonos el pensamiento creativo y el razonamiento racional. La paz nos ayuda a generar emociones proporcionadas a las situaciones y contribuye a que tomemos conciencia de todas las situaciones positivas y bondadosas que nos rodean. La paz contribuye a que no adoptemos conductas de riesgo o conductas impulsivas (fumar, beber, velocidad excesiva, ir aturullados, etc.). Físicamente, también nos ayuda a afrontar las situaciones de estrés y a no sentir ansiedad (miedo, pánico) porque centramos nuestra atención y nuestra energía en conductas positivas, efectivas para la convivencia y sanas para nuestro organismo. Sabemos que el estrés o la ansiedad continúas pueden provocar procesos inflamatorios en algunos órganos del cuerpo a través de la producción de hormonas y proteínas que pueden ser tóxicos y a largo plazo pueden provocar el deterioro o la disfunción de esos órganos o sistemas (inmune).

Hay muchas conductas que también ayudan a reducir o eliminar disonancias y conseguir nuestra paz. Compartiré algunas reflexiones sobre ellas en otros escritos. Mientras tanto, empecemos o sigamos trabajando la coherencia entre objetivos y conductas.

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