La fórmula del placer sexual

¿Cuáles son las claves de las relaciones que nos producen más satisfacción y mejores recuerdos?

¿Por qué hay tantas relaciones sexuales que no dejan huella?

Para encontrar personas con las que tener unas relaciones sexuales plenas y satisfactorias, que aporten y contribuyan a nuestro bienestar, conviene considerar cuáles son los ingredientes que necesitamos para nuestra fórmula del placer.

Podemos obtener placer sexual  en distintos grados. Cada ingrediente del placer sexual suma en la intensidad de placer, la satisfacción alcanzada, la amplitud y el calado. La plenitud y huella de ese placer van a depender del número de ingredientes placenteros que confluyan en una relación.  Si logramos combinar muchos de estos ingredientes, tenemos la fórmula que nos garantiza unas relaciones sexuales muy plenas, satisfactorias y con gran potencial a largo plazo. Si juntamos pocos ingredientes, no podemos esperar un gran placer ni satisfacción plena.

Pretender la satisfacción plena, buscarla pero no saber qué necesitamos para lograrla, conduce a la frustración, a la búsqueda incesante, a la dependencia del sexo o a su rechazo y negación… Puede llevar a la confusión y a caer en conductas tóxicas para nuestro bienestar. Entre otras razones, porque puede provocar que desviemos la atención de otras actividades que son necesarias para nuestro equilibrio emocional, intelectual y social. Saber quienes somos, qué es para nosotros realmente satisfactorio y comprender cómo encontrarlo en el otro es una gran ventaja.

En la sociedad actual, existen muchas opciones de acceder al sexo y paradójicamente una gran insatisfacción sexual y emocional. La experiencia constante de relaciones sexuales (con la misma o con distintas personas) que producen un placer efímero, liviano, superficial, incluso con un cierto regusto – emocional o psíquicamente- insatisfactorio, es un síntoma de error o déficit en la fórmula del placer.

El éxito en el arte de experimentar la plenitud del placer sexual está en conocer la receta que más se adapta a nuestra personalidad y necesidades. Consiste en combinar de forma equilibrada y adaptada a cada persona, los siguientes ingredientes:

  • Sentir que somos deseados, sentir que gustamos. Intuir o saber que resultamos atractivos es uno de los componentes fundamentales del placer. Muchas personas se empeñan en tener relaciones sexuales con alguien que no les resulta atractivo o a la inversa, tienen relaciones aún sabieno que no son atractivos para el otro. Otros intereses y objetivos marcan esas relaciones sexuales. No se pueden extrañar de no obtener placer o que éste no sea pleno y satisfactorio.
  • Dejarnos sorprender. Las relaciones sexuales requieren la ausencia de estereotipos, esquemas, prejuicios y rigidez. Las relaciones sexuales placenteras y satisfactorias, son aquellas en las que se da una actitud de apertura y aprendizaje, siempre dispuestos a descubrir/nos.
  • Darle significado al placer. Conocer nuestras necesidades, lo que es más significativo para nosotros en las relaciones y por lo tanto en las relaciones sexuales. Identificar qué actitudes, conductas y habilidades admiramos, nos atraen, interesan o nos gustan en las otras personas. Desde el modo de mirar, hablar, pensar, vestir, relacionarse, reír, acariciar, abrazar, besar, hasta sus planteamientos de vida o intelectuales. Todo se graba en nuestro cerebro y nos orienta positiva, negativa o de forma neutra hacia la otra persona. Una orientación positiva, facilita un placer más satisfactorio. Tener relaciones sexuales con alguien con quien no congeniamos en una amplia gama de cosas puede producir un placer muy superficial o puede ser un mero tranvía para desahogar un deseo hormonal. No dejará huella.
  • Identificar nuestras emociones. Comprender qué emoción nos embarga en cada momento. Identificar qué nos provoca esa emoción. No engañarnos tratando de conformarnos con lo que no nos satisface o no es afín a nosotros. Compartir la intimidad con las personas que nos hacen sentir a gusto.
  • Entender qué nos resulta atractivo de la otra persona y qué puede resultar atractivo de nuestra personalidad y actitudes.
  • Deseo por esa persona, no sólo deseo. El deseo basado en el impulso sexual causado casi exclusivamente por picos de producción hormonal, se desvanece tan pronto como se ha resuelto el orgasmo o la erotización. Produce un placer muy superficial, corto y genera sensaciones contradictorias.
  • Actitud perceptiva. Desbloquear todas las inhibiciones, miedos, tensiones, complejos, inseguridades… Los sentidos y la capacidad de percepción estarán a pleno rendimiento, con el máximo potencial de recepción y disfrute del placer sensorial. Identificar qué interfiere con nuestra percepción, parar si es necesario (incluso si no es necesario, parar se convierte muchas veces en un escenario de placer, recreación, sosiego y estimulación), hablar, explicarnos…
  • Actitud para el juego. Capacidad y entrenamiento en administrar los tiempos, aprender a disfrutar con lo que ofrece cada encuentro; habilidad para crear deseo en la otra persona; seducir sin manipular; alternarse en la iniciativa; habilidad para insinuar, negociar, ceder, pedir, dar, dosificar, aceptar, intuir, traducir e interpretar adecuadamente los gestos del otro.
  • La sensualidad al mando.  Dejarse llevar, fluir. Capacidad de erotizar, de disfrutar con la sensualidad. Poner los sentidos al mando de la relación, dejar la parte analítica en un segundo plano, consciente pero sin dominar el escenario.
  • Confianza.  Crear un espacio de honestidad, comunicación, claridad y transparencia. No engañar, no manipular no generar espacios de calculada distancia. La implicación puede ser total en una relación de un día, si se dan las condiciones de honestidad y transparencia suficientes. La desconfianza, el rencor, la enajenación… son antagonistas del placer y las endorfinas.
  • Afinidad con los gestos, actitudes, olores, sabores, formas y características de la otra persona. No podemos forzarnos a que nos guste lo que no es afín a nosotros. Hay cosas que chirrían desde el minuto uno. Eso no significa una devaluación de la otra persona, significa falta de afinidad.
  • Desinhibición, o lo que es lo mismo, darse el derecho a ser uno mismo, a expresar lo que siente y piensa, lo que desea y le gratifica. Mostrarse, no ocultarse.
  • La generosidad en las relaciones sexuales ha de ser mutua si no, no funciona. La generosidad es la actitud de compartir el deseo y el placer sin restricciones. No confundir con aplicar técnicas de placer, por favor!!! Por ejemplo, creer erróneamente que la generosidad consiste en practicar sexo oral al otro, aunque no apetezca, lleva a actuar mecánicamente, algo que es el antídoto del placer y la satisfacción. La generosidad es compartir lo que se desea, no imponerse un objetivo.
  • La comunicación es uno de los mayores estimulantes eróticos. Dentro y fuera de las relaciones sexuales. No sólo la buena comunicación erótica pero sin duda ésta es un ingrediente muy potente. Expresar el placer que sentimos, describir lo que nos gusta de la otra persona, poner nombre a las sensaciones que estamos viviendo… permitir que nuestros jadeos, respiración y reacciones corporales formen parte de esa comunicación.
  • Curiosidad por la otra persona. Curiosidad por descubrir, interés por disfrutar de eso una vez que descubrimos. Evitar la posesividad, el interés tóxico, el agobio, la persecución o el control.
  • Respeto y afecto son ingredientes fundamentales de una sexualidad sana, placentera y plenamente satisfactoria.
  • Libertad. Comprender que el deseo nace de la elección libre y de la conciencia de libertad. El placer decrece y puedo llegar a desaparecer, creando incluso fobias, cuando las relaciones se convierten en engaño, rutina, imposición o contrato y no en una elección. No pretender retener al otro con restricciones, celos o manipulación. La libertad y el placer van de la mano de la seducción honesta. Eso no es fomentar el placer mutuo es obsesión y posesión.
  • Autonomía, escenarios de privacidad para cada una de las personas, donde el individuo pueda expresarse, crecer y relacionarse al margen de la otra persona.
  • Escuchar, aprender a interpretar al otro, conectar con la otra persona a todos los niveles. Lejos de la homogeneidad, la conexión consiste en reconocer y disfrutar de la diferencia, aprender a obtener placer en lo que es más distintivo, único y diferenciado de nosotros, que nos resulta más atractivo, precisamente por distinto. Sin perder de vista la afinidad.
  • Practicar el tacto y la delicadeza para plantear cuestiones, para no herir, para resolver discrepancias y desencuentros.

Comprendo que muchas personas pensaran que estos ingredientes son los necesarios para que se dé una relación de pareja. Sin embargo, no comparto esa visión. Para una relación de pareja, además, se tienen que dar otras cosas imprescindibles para que se puedan superar y limar los conflictos y contratiempos de la convivencia diaria. Pero estos ingredientes son motivo de otra reflexión.

Los ingredientes presentes en la fórmula del placer sexual satisfactorio, pueden ser también muy importantes en una relación de pareja pero no son suficientes para una relación de pareja estable y duradera.

Ser conscientes de qué grado de placer vamos buscando, qué nos va a reportar y en qué medida deseamos ser honestos con nosotros y con los demás, por lo menos nos producirá estabilidad. El autoengaño es la mejor forma de contribuir a nuestra inestabilidad, ansiedad y falta de madurez. Obviamente, desde el autoengaño el placer y la satisfacción plena están lejos de nuestro alcance.

La sociedad actual ofrece pocas herramientas para lograr esa satisfacción a edades tempranas. La inteligencia emocional es, en toda su amplitud, uno de los grandes tesoros de nuestra personalidad. Bien se merece mayor atención y tiempo.

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