El temor al rechazo

El temor al rechazo, a no ‘dar la talla’ o a no ‘estar a la altura’ es una de las principales razones que dificultan las relaciones, en todos los ámbitos (trabajo, social, amor, amigos).  El miedo sólo es útil en contadas ocasiones donde existe un peligro real, racional; es decir, cuando las consecuencias de una situación pueden ser realmente perjudiciales, dañinas o dolorosas. El miedo sólo es útil como sistema de alarma pero no como rasgo de personalidad ni como dinámica de una relación.

Al contrario, las relaciones marcadas por la confianza en uno mismo, la libertad de elegir y una sana asertividad, por ambas partes, son satisfactorias porque permiten crecer a los miembros de esa relación.

El miedo consiste, sobre todo, en pensar que uno/a no es capaz de gestionar de forma satisfactoria la situación que afronta o que no va a ser capaz de superar los posibles retos que esa situación le presenta. El temor a no ser capaz de afrontar con éxito la situación o a no poder superar el dolor del rechazo, produce un estado de ansiedad y bloqueo de las habilidades. A la larga produce frustración, rencor, falta de confianza en uno mismo y baja autoestima.

Ese miedo puede llevar a las personas, paradójicamente, a rechazar situaciones  por muy atractivas y deseables que se presenten, perdiendo oportunidades o rompiendo relaciones.

La mayor parte de las veces esos temores no tienen una base real pero la persona que los experimenta no se cuestiona la verdad de lo que piensa y siente. Los mecanismos del miedo y el temor enraízan en la personalidad y se convierten en verdaderos tiranos que dirigen la vida de la persona en la que habitan. Sienten que la vida está llena de riesgos y situaciones arriesgadas. Tienen la sensación de que las relaciones son como una batalla donde hay ganadores y vencidos, y ellos creen que pueden ser los vencidos.

Las personas que viven con miedo a ser rechazados o que sienten que no están a ‘la altura’ de las circunstancias desarrollan estrategias de modo consciente o inconsciente para evitar la ansiedad que les produce ese temor. La mayor parte de las estrategias no van dirigidas a superar el miedo y afrontarlo de forma eficaz y sana. En su mayoría, las estrategias consisten en actitudes y conductas poco eficaces a medio y largo plazo, e incluso muy tóxicas para el bienestar del individuo.

Las estrategias más habituales son:

  • Concebir las situaciones como tableros de ajedrez donde cada movimiento ha de ser planificado para anticipar los peligros, retirarse antes de ser vencido o atacar antes de ser atacado y vencer a ser posible.
  • Evitar las situaciones en las que pueden sentir miedo al rechazo o a no dar la talla
  • No evitar las situaciones, incluso buscarlas, pero protegiéndose con una impostada actitud de distancia, ausencia de verdadero interés, ambigüedad, falta de implicación, crítica, control, posesión… También pueden ser los eternos ‘dubitativos’ y se ponen excusas que justifican sus dudas, su falta de decisión y compromiso.
  • Si superan los miedos iniciales y se ‘arriesgan’ porque les merece la pena el objetivo, reaccionan con retraimiento, soberbia o con orgullo ante cualquier signo que ellos interpretan como un rechazo o una humillación.
  • Son capaces de perder oportunidades o de romper relaciones con tal de no experimentar las emociones que les produce sentirse rechazados/as o sentir que no son lo que les gustaría ser. Sin duda, como en todo, el perfil de las personas con miedo al rechazo o a no dar la talla, es muy amplio y se da en una línea continua graduada, de modo que hay personas con miedo nivel 1, 2, 3… hasta 10. La misma persona puede experimentar distintos niveles.
  • Como no suelen tener mucha confianza en sí mismos y su autoestima está muy dañada, les va a resultar difícil expresarse y comunicar sus temores y miedos. Con frecuencia pueden confiárselos  a amigos o personas con las que sientan mucha confianza pero más difícilmente a las personas de las que intentan protegerse.
  • Por falta de confianza en sus capacidades de superar el miedo y fortalecer su autoestima, suelen elegir relaciones (amor, trabajo, amigos) en las que se sienten ‘superiores’. Obviamente, estas relaciones no satisfacen sus necesidades, no les hacen sentirse vivos y felices. A no ser que exista una falta absoluta de conciencia de sus miedos y de las propias estrategias (cosa muy difícil), estas personas saben que no han apostado por lo que realmente quieren y eso les lleva a sentir una profunda insatisfacción, ansiedad y rencor contra sí mismos y contra un entorno al que suelen culpabilizar de sus ‘fracasos’.
  • Si no realizan un análisis realista sobre su propia personalidad, ese miedo al rechazo y la frustración resultante les puede conducir a una crítica injusta del exterior y a un rencor hacia personas que sí han logrado sus objetivos. Se pueden convertir en personas con un rasgo de cinismo importante.

Hay muchas personas que deciden afrontar esos miedos de una forma sana, abordando el reto de construir estrategias mucho más sanas. Para abordar el cambio es necesario identificar las causas que generan esos miedos y sus conductas o estrategias asociadas. Como hemos mencionado anteriormente, los ingredientes de ese miedo suelen ser: una baja autoestima; una concepción perfeccionista del ser; una vivencia competitiva de las relaciones; un concepto erróneo de felicidad y satisfacción.

El primer paso es construir una sana autoestima que no esté basada en los logros sino en la satisfacción propia de existir. Una autoestima que enraíce con la esencia del ser: estoy vivo, pienso, siento, tengo capacidad de disfrutar, tengo derecho a ser y soy consciente, tengo capacidad de aprender y crecer… Una autoestima que se aleje de la competitividad, el éxito social y el tener. Es decir, eliminar el concepto de ‘talla’ y ‘altura’: todos damos la talla y la altura necesaria para encajar en muchos sitios y con muchas personas. No se trata de talla y altura sino de compatibilidad. En la fórmula de la compatibilidad entran en la ecuación ingredientes de ambas partes, y no porque sean mejores o peores, sino porque sean combinables. A veces son combinables dos personas muy desordenadas, a veces no son combinables dos perfeccionistas.

El segundo paso es aprender a dar un significado menos dramático al rechazo. Por un lado, es importante que afrontemos el rechazo como algo normal y sano en la vida para fortalecer nuestra personalidad y ser menos vulnerables. Por otra parte, es importante que no anticipemos el rechazo como estrategia de defensa o evitación porque así nos daremos la oportunidad de vivir experiencias que antes nos negábamos.

El rechazo no significa que no valgamos como personas. El rechazo significa que no somos lo que esa persona o esa organización necesitan para un tipo de puesto o relación. Eso no nos descalifica para el resto de relaciones, puestos, actividades… Si damos demasiada importancia a ese puesto o relación estamos sesgando la realidad, convirtiendo ese objetivo en algo mucho más importante y trascendente de lo que en realidad es. En estas situaciones, es necesario relativizar, dimensionar bien la situación y no dramatizar. No hay nada tan importante que deba hacernos sentir que no valemos.

Si anticipamos y nos centramos casi exclusivamente en que vamos a ser rechazados o que no vamos a dar la talla, estamos visualizando la opción menos estimulante de todas las alternativas posibles, lo cual no es nada motivador y nos reduce todo nuestro potencial para disfrutar, ser creativos, ser comunicativos, afectuosos , divertidos e interesantes. Es decir, estamos boicoteando nuestro proyecto.

La soberbia y el orgullo son con frecuencia productos paradójicos de la baja autoestima. Son reacciones que actúan a modo de armas ofensivo/defensivas. Estos rasgos pueden darse en las personas con temor al rechazo o a no dar la talla. Este tipo de reacciones se caracterizan por respuestas desproporcionadas, no justificadas y que no van acompañadas de una explicación ni una comunicación serena y racional. Suelen acompañarse de reacciones de dureza (silencios repentinos,  rechazos intencionados, críticas, menosprecio…). Estas actitudes nos muestran a personas con baja autoestima pero con una necesidad muy notable de protegerse y defender su parcela de integridad. En realidad, lo más probable es que nadie intente vulnerar esa parcela pero la subjetividad puede interpretar que sí. En cualquier caso, ese tipo de reacciones no son las más aconsejables para contestar a un potencial menosprecio o rechazo, sea o no intencionado.  Hay otros modos más eficaces de gestionar estas situaciones.

La soberbia y el orgullo, siempre provocan sobreactuación,  traen consecuencias inmediatas porque conllevan actitudes y conductas hostiles, tensas, faltas de afecto y empatía con la otra persona. Estas no son actitudes eficaces en una relación porque pueden provocar sorpresa, falta de afinidad, distanciamiento o cansancio. La soberbia y el orgullo puede engañarnos y hacernos creer que hemos ‘vencido’ porque hemos sido más agresivos o más rápidos en reaccionar que la otra persona. En realidad, nos hace perder oportunidades de relacionarnos de una forma madura y satisfactoria. Nos hace perder relaciones que merecen la pena y que nos pueden producir honda satisfacción.

Vivir con temor, sea a lo que sea, es una forma de limitar la vida y las posibilidades de satisfacción. El temor a… si no es gestionado de forma sana y por lo tanto superado, produce frustración y ansiedad.

No es bueno esconderlo o huir hacia delante. La vida es corta, hay que vivirla plenamente, y eso significa experimentar, explorar, construir… sin miedos, sin límites irreales, imaginarios, castradores.

Cuando se supera el miedo, la sensación de bienestar, libertad, autonomía, serenidad y fortaleza crecen exponencialmente. Todas estas sensaciones se retroalimentan y logran que la vida tenga mucho más sentido.