Resolver un conflicto

Para resolver un conflicto, siempre hay que satisfacer a ambas partes, aunque para ello sea necesario renunciar al logro de un porcentaje de aquello a lo que se aspira o se cree tener derecho. La madurez, responsabilidad y sensatez de ambas partes, hará posible la negociación y la aceptación del logro de ciertas aspiraciones aunque no pueda ser en su totalidad. Lograr la totalidad para ambas partes, suele ser imposible porque en un conflicto, siempre hay que ceder algo, de lo contrario, se imposibilitaría que la otra parte también quedara  razonablemente satisfecha y el conflicto continuaría vivo.  El modo de satisfacerlo también va a ser importante.

Se puede dar satisfacción mediante el logro de lo deseado y reivindicado o mediante la compensación justa, honesta y respetuosa.

Cada parte del conflicto cree tener sus objetivos, intereses, derechos y razones, sean estas últimas explícitas o implícitas, ya que no siempre se defiende abiertamente lo que realmente se pretende.

Un conflicto es un proceso con distintas fases, la última es la resolución del conflicto. Esta última fase puede no llegar nunca, va a depender de la voluntad y habilidad de los implicados. Un conflicto se puede enquistar y perdurar toda la vida. Un conflicto que perdura es un síntoma inequívoco de la falta de voluntad  y habilidades de los implicados para resolverlo de forma inteligente. Todos tienen responsabilidad en las situaciones que se generan.

Un conflicto puede generar cada vez más partes implicadas, más problemas y más complejidad. Los responsables de un conflicto elaboran estrategias para lograr sus objetivos. Cada cual despliega lo que considera más eficaz. Las estrategias no siempre son acertadas o  eficaces, y tampoco siempre son honestas. Uno de los problemas más habituales en los conflictos es subestimar a la otra parte.

Se puede subestimar su poder, su capacidad, sus habilidades, sus derechos, sus apoyos… Si se elabora una estrategia errónea que parte de una mala estimación de la otra parte, se corre el riesgo de dar pasos en falso, ir más allá de lo que sería conveniente, correr demasiado, humillar al otro, ser injusto o implicar irresponsablemente a terceros.

En una mediación para resolver el conflicto se ha de empezar por reconocer el derecho de ambas partes a defender lo fundamental de esos intereses. También es imprescindible, que cada parte identifique: 1) Los errores cometidos y las consecuencias de esos errores; 2) Los aspectos de sus reivindicaciones que pueden ser negociados, de modo que cada parte se descartará de algunas aspiraciones equiparables.

Los tiempos de respuesta en un conflicto pueden ser distintos para cada parte. El tiempo de respuesta puede ser parte de la estrategia planificada o bien una forma habitual de ser y responder. Las distintas fases del conflicto van a durar en función de los tiempos de cada parte.

Muchos conflictos se enquistan porque esa es parte de la estrategia de una o ambas partes. Dado que los intereses reales que motivan los conflictos no necesariamente son explícitos, en un conflicto entre partes siempre cabe preguntarse qué es lo que realmente se está persiguiendo.

Lo que si podemos identificar a través de los conflictos es cuáles son los valores, principios e intereses que se están defendiendo en el día a día del proceso de conflicto, con total independencia de lo que se defiende verbalmente. Nos podemos sorprender al caer en la cuenta de que lo que se expresa como un deseo a alcanzar y lo que se hace para alcanzarlo, no van de la mano, es más, se dan de narices.

La contradicción entre lo que se expresa como objetivo y derecho y la conducta que se sigue para lograrlo es una pista muy fiable para saber si en realidad lo que se defiende es genuino o es una excusa para lograr otras cosas menos ‘defendibles’ o que tendrían menos aceptación por parte de los interesados. La honestidad es una clave fundamental que facilita la resolución de conflictos.

La coherencia también es fundamental. Las alianzas para el proyecto con falsos compañeros pueden ser muy costosas en términos de credibilidad y en términos de negociación. La utilización de mentiras y falsos testigos también son piedras en los procesos de resolución. Las alianzas con instituciones, autoridades y poderes públicos que deberían estar al servicio de toda la población y no solo de una parte del conflicto, también tiene unos constes muy elevados en distintos e importantes ámbitos.

La justicia, proporcionalidad, respeto y equidad también son fundamentales para la resolución de un conflicto. Los actos injustos, desproporcionados y que sólo tratan de servir como pruebas de fuerza y/o escarmiento, solo conducen a la escalada de los mismos. Son una prueba de la ignorancia e incapacidad de los responsables para anticipar la capacidad de reaccionar del otro, además de ser en sí mismos contrarios a una ética socialmente inteligente.

Es triste ver cómo nos enfangamos en conflictos que producen tanto malestar y pérdida de tiempo, esfuerzo, ilusión…  No todas las personas están preparadas para resolver un conflicto y hay que esperar a que exista una mediación o las personas implicadas pasen por un entrenamiento. En conflictos sociales, generalmente, hay que esperar a que vengan otras con más habilidades cognitivas y sociales, así como más voluntad para llevarlo a cabo. Mientras, pueden suceder muchas cosas. Desgraciadamente, hay fases del proceso conflictivo en que la mayoría de lo que sucede es negativo.