Cuando otras personas tienen a bien permitirme acompañarlas en su trabajo de desarrollo personal y profesional, lo primero que siento es agradecimiento por la oportunidad que me dan de compartir con ellas un proceso tan fundamental, trascendente e interesante. Soy muy afortunada pudiendo ejercer mi profesión.
Durante la relación profesional, hay siempre un pensamiento muy consciente en mi mente: Si te puedo ayudar es porque yo también tengo limitaciones y áreas de mejora: he afrontado y sigo afrontando mi propio trabajo personal; de modo que puedo ponerme en tu lugar, sé de qué me estás hablando, comprendo tus dificultades, conozco el proceso por el que transitas, me hago cargo de tu situación, etc.
Los/as psicólogos, coach, terapeutas… somos seres humanos con los mismos o parecidos problemas que otros seres humanos. No estamos al margen de las situaciones de dificultad que afectan a la mayoría de las personas. La sociedad, nuestra cultura y sus déficits, nos afectan como afectan a nuestros coetáneos.
Precisamente, es la propia experiencia personal combinada con el conocimiento y experiencia profesional (académico+experiencia+autoevaluación), lo que nos permite estar en condiciones de abordar la ayuda pautada a otras personas: Hablar el mismo lenguaje con una gramática y sintáxis más eficaces.
Sin embargo, para que esa combinación personal+profesional de la terapia sea eficaz y podamos ser útiles, es imprescindible que nuestra conciencia como profesionales sea muy activa para conocernos a fondo y haber trabajado y seguir trabajando nuestras propias áreas de mejora.
Si como personas somos autocomplacientes, nos consideramos ‘por encima’ de los problemas de otras personas o creemos que basta con saber la teoría científica y profesional, estaremos fallando como psicólogos, terapeutas, coach o profesionales del desarrollo personal.
Acompañar a otras personas al viaje fascinante de conocerse, aceptarse y mejorar las áreas de su personalidad menos funcionales requiere ser capaces de hacer lo mismo con las circunstancias propias.
En la actualidad, estas son mis áreas de mejora.
- Mejorar mi sentido del humor
- Practicar la paciencia
- Madurar algún ego aún ‘infantil’ y las emociones derivadas
- Seguir trabajando una sana asertividad
- Ahorrar
- Hacer todos los días un poco de cada objetivo (personal o profesional)
Nuestro trabajo como psicólogos/as conviene que sea un escenario de auto evaluación constante, donde podamos identificar, analizar y reconducir aquellos hábitos que dificultan una terapia o un trabajo que conduzca a nuestros clientes al logro de sus objetivos.
Trabajar con otras personas me ayuda porque me permite actualizar los procesos mentales y emocionales que nos llevan a determinadas conductas y hábitos disfuncionales. Al mismo tiempo, me ayuda a refrescar y actualizar las herramientas y mecanismos para reorientar y/o eliminar esas conductas. También me da la oportunidad de verme en un espejo y/o ver mis propios errores, disfuncionalidad o despistes a través de las reacciones de las personas con las que trabajo.
En ese sentido, también soy muy afortunada porque mi trabajo me permite seguir trabajando personalmente.
No creo que proyectar una imagen de ‘superioridad’ nos dé mayor autoridad ni habilidades para diagnosticar, orientar, evaluar, acompañar y ayudar. Más bien creo que ese modelo de ‘práctica médica’ está obsoleto, si bien es cierto que muchas personas aún lo prefieren porque les hace sentirse más ‘dirigidos’. La necesidad de ‘dirección’ es un síntoma o rasgo de un modelo cultural basado en el paternalismo. La práctica médica ha tenido mucho de paternalista en nuestro país. El modelo de ‘autoridad’ a profesionales de la salud por titulación y cargo conviene que cambie por el modelo de autoridad concedida por los clientes a través de la práctica profesional. Se trata de un reconocimiento a la capacidad para realizar una buena labor, no se trata de un cheque en blanco y un dejar hacer a ciegas.
El trabajo personal es un camino. Algunas personas lo han iniciado hace mucho tiempo y han recorrido más kilómetros, otras están iniciándose en él. Nadie es superior, cada cual está en un punto distinto del mismo camino e incluso de caminos distintos.
El trabajo profesional conviene que esté sometido a la evaluación de los usuarios, colegas e instituciones preparadas para ello. Una evaluación con aspectos a mejorar no nos descalifica globalmente, nos indica el camino a seguir para convertirnos en profesionales responsables y eficaces.
La consulta con psicólogos y terapeutas es muchas veces individual lo que dificulta una evaluación externa de la praxis profesional. Por esta razón, es imprescindible una conciencia muy activa de autoevaluación y un trabajo constante para pulir las disfunciones personales y profesionales propias.
Por no prolongar esta reflexión, resumo todo lo comentado en una frase: Tomar conciencia de nuestros límites, nos prepara para ayudar responsablemente a otras personas a transitar por los suyos.