La autonomía emocional se logra cuando nuestro bienestar lo obtenemos fundamentalmente de la propia aprobación y no dependemos de la aprobación de otras personas. Esta aprobación propia no implica que rechacemos la aceptación y aprecio de los demás pero significa que para cada persona solo es imprescindible su propia aprobación o aceptación.
La autonomía emocional es perfectamente compatible con las relaciones sociales, el afecto, el amor, trabajar en equipo, la amistad, la familia y cualquier relación con los demás. Es más, es la mejor actitud para relacionarnos con los demás. No tiene que ver con el individualismo, tiene que ver con evitar que nos convirtamos en personas dependientes del criterio ajeno y que nuestra conducta y decisiones dependan de la opinión y aceptación de los demás.
La autonomía emocional es la capacidad de sentirnos bien emocionalmente, al tiempo que construimos nuestras decisiones y conductas en función de nuestros propios criterios, objetivos, valores y creencias, sin necesidad de tener que agradar o satisfacer las de otras personas. Se trata, por lo tanto, de identificar aquello que es coherente con mi forma de ver la vida y desarrollar conductas que traten de ser fieles a ese principio de coherencia. La aprobación propia requiere tomar conciencia de cuáles son los criterios que estoy utilizando (propios o ajenos) y definir muy bien si mis decisiones y conductas nacen de mis propios criterios o son el producto de querer agradar a los demás para recibir su aprobación y/o aceptación. Cuando construyo la autonomía emocional también construyo mis propios criterios, consolidar la autonomía emocional me llevará a consolidar los criterios y también a la inversa. Ese proceso me llevará a una conciencia mucho más sólida y coherente.
No se trata de una actitud egoísta y de aislamiento, se trata de una actitud en la que nos hacemos responsables de nuestros sentimientos y de nuestras conductas. La autonomía emocional nos hace responsables de lo que hacemos, y también nos ayuda a apreciarnos y respetarnos. El hecho de no necesitar la aprobación o aceptación de otras personas no implica que dejemos de ser agradables, educados, considerados o atentos con los demás; tampoco implica que no les escuchemos o tomemos en consideración sus puntos de vista o criterios. Nuestra autonomía emocional nos permite escuchar y considerar a los demás con el máximo respeto, el mismo respeto que aplicamos a nuestro propio criterio.
Desde la autonomía emocional, escuchar y tomar en consideración a los demás significa que estoy abierto/a a ver otras alternativas y puntos de vista, incluso algunas me pueden interesar y convencerme, cambiando o enriqueciendo alguna idea mía. Sin embargo, esta apertura conviene que esté basada en el deseo de ampliar mi conocimiento, ver otras opciones, mejorar el proceso para tomar decisiones pero no en la necesidad de agradar a otra persona ni de sentirme aprobado por ella.
La autonomía emocional me conduce al bienestar porque me genera la certeza de que mis errores y aciertos son el producto de lo que yo he decidido, no de los criterios ajenos a mí ni de mi dependencia emocional hacia la aprobación de otros. Saber que mis errores y aciertos son mi responsabilidad y el producto de mis propios criterios, me ayudan a madurar y mejorar esos criterios con una base sólida. La dependencia emocional hacia otras personas me conduce a la incertidumbre porque mis decisiones van a variar en función de los criterios de las distintas personas a quienes desee agradar. Esa disparidad de criterios y la sensación de dependencia va a erosionar la confianza en mis propios criterios que siempre se quedarán relegados a un segundo plano.
La autonomía emocional, me llevará a construir un sistema cognitivo, emocional y conductual coherente y sólido que me permita utilizar la asertividad como forma respetuosa y eficaz de relacionarme con los demás sin hacer dejación de mis propios derechos (opinión, espacio, ritmos, creencias, objetivos…).
Desde la autonomía emocional aprenderé a negociar cuando existan discrepancias, y poder llegar a acuerdos que sean realistas y que satisfagan a ambas partes. La autonomía emocional impedirá que me enfade si la otra persona no acepta mis condiciones, y me ayudará a elaborar argumentos y estrategias eficaces y sanas para lograr mis objetivos de negociación. También impedirá que ceda más allá de los límites que de forma sana y autónoma me he puesto. No cederé debido a las presiones, chantaje emocional, culpabilización, etc. Solo cederé lo que razonablemente me parezca oportuno y coherente con los principios de la negociación.
La autonomía emocional me conducirá a un camino coherente en el que cada nuevo tramo del mismo será más cómodo, confortable y fácil. Puede que haya situaciones que requieran de un gran esfuerzo, compromiso y dedicación pero el convencimiento de estar haciendo lo más coherente con los propios objetivos y principios, genera una confianza no comparable con ninguna otra fuente de motivación. La estimulación y energía que se produce con la autonomía emocional es suficiente para superar las dificultades o esfuerzos que conllevan a veces determinadas decisiones. Decisiones que quizás no son del agrado de otras personas, decisiones que pueden suponernos una incomodidad a nosotros mismos.
La autonomía emocional es una fuente de salud debido a que nos ahorra muchos esfuerzos y desgaste tratando de que los demás nos quieran. También nos ayuda a querernos más a nosotros mismos. Es decir, contribuye a la propia auto estima.